¿Qué siente un hombre que lo tiene todo y lo único que le falta es un imposible?
Franco jamás conoció el amor verdadero.
Evangelina lo conocía a la perfección.
Una propuesta laboral. Una confusión. Una buena amiga y un enamorado luchando por sacar a...
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Bruno estaba tieso, tratando de parecer inmóvil para que no se notara que en realidad estaba temblando como una hoja, mientras el hombre era todo lo contrario. Se balanceaba de un lado a otro, intercalando el peso del cuerpo entre ambas piernas, y los puños emblanquecidos de la fuerza con la que cerraba sus manos.
Como un boxeador esperando a que suene la campana para comenzar a pelear.
—¿Qué se te ofrece? —dijo tratando de parecer firme, pero lo traicionó el temblor en la voz.
—Estarás contento, ¿no? —repitió la misma pregunta sarcástica que le hizo a Franco cuando lo confundió con él—. Yo perdí el trabajo, ¿y vos? —Comenzó a acercarse a Bruno, y se detuvo a centímetros de su cara—. ¿Perdiste tu correo? ¿Pudiste leer tus revistas? ¿Se te rompió el caprichito que compraste en línea? ¿Sabés cuál es la diferencia entre lo tuyo y lo mío? Que vos ahora levantás un teléfono y tenés un pelotudo que te repone todo lo que te haya arruinado por accidente, y yo ahora voy a estar meses, y no sé si años, buscando otro laburo que me pague bien.
—¿Para esto viniste? —Bruno tomó coraje cuando cayó en cuenta de que el hombre no necesitaba más problemas en su vida, y mucho menos, armar un escándalo en plena vía pública—. ¿Para echarme en cara tu miserable vida? Que te sirva de experiencia para tu próximo trabajo, si tan necesitado estás, deberías estar buscando trabajo ahora mismo en lugar de venir a patotearme por algo que ya pasó.
—Vine porque veo que estás muy acostumbrado a que todo el mundo te haga caso cuando abrís la boca, típico de niño malcriado. Pero sobre todo, porque yo hoy me voy, pero le puede pasar lo mismo al que quede en mi lugar si alguien no te para el carro.
—¿Me estás amenazando? —Bruno dio un paso más, desafiándolo.
—No... No me voy a ensuciar las manos con semejante basura, hay una justicia divina que todo lo ve. Que te vaya bien en tu vacía vida de Ricky Ricón.
El hombre escupió al suelo, aunque asegurándose de hacerlo cerca de sus costosos zapatos, y se alejó sin más. Cuando Bruno se aseguró de que ya no volvería, soltó todo el aire que contuvo para mantener la compostura, y se recargó sobre sus rodillas. Sintió una mano sobre su espalda encorvada y se sobresaltó, era Franco.
—¿Estás bien? ¿Te cambio los pañales? —expresó divertido conteniendo una sonrisa.
—Basta, pelotudo —se quejó, reincorporándose—. En serio, creí que me iba a bajar todos los dientes. ¿Estuviste ahí todo el tiempo?
—Sí, ya con solo verlo a él y la cara que pusiste cuando lo viste, supuse que algo no andaba bien y por eso me quedé en la puerta. ¿Quién es y qué le hiciste?
—Era el cadete administrativo del edificio. Ayer me trajo el correo a la tarde después de que pasé a verte cuando llegaste del restaurante, se tropezó, se cayó, y para empeorar las cosas, cuando se levantó pateó la mesa sin querer, y tiró la planta acuática sobre el correo en el piso. La realidad es que había tenido un día de mierda y me la agarré con él, bajé a recepción y pedí que lo despidieran por haberme arruinado el correo y una planta.