¿Qué siente un hombre que lo tiene todo y lo único que le falta es un imposible?
Franco jamás conoció el amor verdadero.
Evangelina lo conocía a la perfección.
Una propuesta laboral. Una confusión. Una buena amiga y un enamorado luchando por sacar a...
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Tal como supuso Ismael, Franco se sorprendió por la emboscada, pero aun así la pasó muy bien hasta casi la medianoche con sus amigos. Al salir de la oficina, cada uno fue en su vehículo hasta la modesta casita que alquilaba el joven, dejaron la bicicleta y la moto de Franco allí antes de ir al bar a beber hasta cansarse. Al terminar, Ismael le ofreció pasar la noche allí si no quería volver con Bruno, pero Franco seguía con la idea fija de ir a ver a su padre a Lanús. Pidió un Uber, y se despidió de su nuevo amigo con la promesa de volver por su moto al otro día.
Eran alrededor de la una de la mañana cuando, algo mareado por el alcohol ingerido, Franco revolvía su manojo de llaves buscando la que abriría la puerta de su hogar de la infancia. Desde el exterior podía notar que apenas estaba encendida la lámpara dicroica con la luz muy baja, y que el living en su mayoría estaba alumbrado por la luz de la televisión encendida. Lo más probable era que Julieta estuviera estudiando luego de acostar a su padre, por lo que entró con sumo cuidado, intentando hacer el menor ruido posible.
Efectivamente, la chica estaba estudiando antes de caer rendida por el sueño. La encontró recostada de lado en el sofá, y el libro que leía en el suelo, junto con algunos papeles que debieron salirse del interior con la caída. Franco sonrió al verla así, se le hizo tierno ver cómo esa niña revoltosa de su infancia que no quería hacer la tarea se había convertido en toda una mujer responsable con sus estudios. Siguió de largo hasta la habitación de su padre, pero se detuvo a medio camino, no podía dejar así a Julieta. Se acercó hasta el sillón, con sumo cuidado de no despertarla levantó su cabeza y colocó un almohadón, luego, la cubrió entera con la manta que hasta ese momento solo cubría sus pies. Finalmente, recogió los papeles regados por el suelo, y los introdujo en el libro antes de dejarlo sobre la mesa ratona. Apagó el televisor, y enfiló a la habitación de su padre.
Si bien ya era bien de madrugada, no era descabellado encontrarlo sentado en la cama mirando alguna película, o peor, embobado con los infomerciales de fin de transmisión. Pero el hombre estaba profundamente dormido, también con el televisor encendido. En su caso, decidió dejarlo así, no quería confundir más su cabeza si se despertaba a mitad de la noche y veía el aparato apagado. Sin más qué hacer, se dirigió a su vieja habitación, lo mejor era dormir un poco y en la mañana hablaría con su padre.
Sonrió al encender la luz, desde que Julieta vivía ahí jamás había vuelto a entrar a su viejo cuarto por respeto a la privacidad de la chica, pero en esa ocasión no tenía otra opción, el sillón estaba ocupado por ella. Le causaba gracia el contraste entre la mitad de la habitación que le correspondía a Bruno y la suya, se notaba la presencia femenina en la que alguna vez fue su cama, porque Julieta la había adoptado como propia y le había dado su toque personal. Un oso de peluche recostado en la almohada, había colocado algunas plantas, y su mesita de luz estaba llena de maquillajes y accesorios. Incluso la habitación entera olía a ella. Sin indagar de más, se quitó las zapatillas, el abrigo hasta quedar en remera, y se acostó en la cama de Bruno sin desarmarla, tampoco quería dormir profundamente porque su objetivo era levantarse antes que ella, así le ahorraría el disgusto de encontrarlo en la que ya era su habitación.