Ochenta y cinco

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La preparación de los ravioles caseros para la cena de Nochebuena quedó postergada para poder escuchar lo que Evangelina tenía para decir

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La preparación de los ravioles caseros para la cena de Nochebuena quedó postergada para poder escuchar lo que Evangelina tenía para decir. Gloria entendía la situación que se avecinaba, y decido preparar café para poder conversar. Noelia se apresuró a ir con su tía, gesto que a Evangelina le molestaba sobremanera. Y es que no entendía por qué la pareja no pasaba la festividad con los padres de Martín. Se había alejado tanto de su familia, que desconocía que sus tíos habían fallecido en un accidente automovilístico, y Martín adoptó a sus padres como propios.

Evidentemente, Noelia se tomó muy a pecho el asunto de mamá y papá.

No los culpaba, habían rearmado la familia ante su ausencia, aún así le dolía que una extraña ocupara su lugar. Decidió hacer valer su lugar de hija.

—Te ayudo, má —sentenció determinante mientras acomodaba las tazas en la bandeja de mimbre—. ¿Y ustedes? —se dirigió a Noelia—. ¿Mañana van a visitar a los tíos?

—¡Evangelina! ¡¿Qué decís?! ¡Por Dios! —la regañó Gloria horrorizada—. Raúl y Jorgelina llevan diez años muertos. Menos mal que no preguntaste esto frente a tu padre, todavía no supera la ausencia tan violenta de su hermano.

—Ay, perdón... No sabía.

—Fue un mes después de tu casamiento —agregó Noelia molesta—. Por eso no te enteraste.

—Hubiera estado bueno que me avisaran, ¿no? Después de todo, los problemas que yo tenía con ellos en ese momento no quitaban el amor que le tenía a mis tíos.

Evangelina se corrió para que no vieran la lágrima que se acababa de escapar, en su momento no entendió por qué de repente dejaron de hablarle, algo que atribuyó a que la pareja se había puesto del lado de sus padres. Ahora ya sabía la causa.

El café estaba listo, Noelia encabezaba la fila de regreso al living con la bandeja en la mano, seguida de Gloria, y por último Evangelina, que todavía se estaba recomponiendo de la noticia trágica de sus tíos. Cuando todos estuvieron ubicados en los sillones, con su café ya endulzado a gusto, Evangelina respiró y comenzó a contarle a su familia todo el camino que llevó a que Daniel decidiera alejarse.

Y ese relato partía en el momento en que Franco llegó aquella mañana a La Escondida, enfatizando en las inseguridades de Daniel frente a un hombre como él.

—¡Dale, boluda! Ahora contanos la verdadera historia —dijo Martín con un inoportuno tono jocoso—. Imposible que trabajes para Chanchi sin experiencia o título universitario, y mucho menos al lado de los dueños. ¿Sabés hace cuánto les vengo mandando currículum y no me llamaron a una sola entrevista? Y soy Analista de Sistemas.

—Es cierto —acotó Noelia junto a él, sin despegar la vista de su teléfono—. Mirá.

Su celular fue pasando de mano en mano hasta llegar a Evangelina, no era más que la foto en su perfil de Instagram junto a Franco y sus amigos en La Escondida, el día que Argentina salió campeón.

EvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora