—Adiós a nuestra hora libre matutina.
—¿Por qué aceptaste, Eva? Yo me quiero recibir este año, y la verdad es que cuando salgo de acá y después de las clases, lo último que quiero cuando llego a casa es ponerme a estudiar.
—Tranquilos. Primero, no sabemos si Isidro va a aceptar, esto es mucha tecnología, y ni siquiera debe saber que Alan compró ese POS. Segundo, si acepta, también hay que ver si pone alguna condición. No se olviden que ayudar a Franco en su proyecto puede implicar desatender la caja y el negocio.
—¿Pero por qué aceptaste vos, Eva? —repitió y puntualizó Ángel—. Porque podías haberle dicho que no, y fue. Que se arregle solo con esa máquina espantosa.
Evangelina no supo qué responder. Analizando los últimos dos días, concluyó en que se dejó llevar por la curiosidad. Si Isidro aceptaba, era una nueva tarea para romper la monotonía de manejar la caja, atender algunas reservas, y alguna que otra cosita más en ausencia de Alan. Amaba ese trabajo y le tenía mucho cariño a Isidro, pero la realidad era que necesitaba un nuevo desafío, y ella, al igual que Patricio, al terminar el día lo único que quería era llegar a su casa y pasar tiempo a solas o con Daniel, siempre y cuando no estuviera de viaje o al aire en el canal.
En algún momento de su matrimonio pensó en retomar su carrera universitaria, Psicología, aquella que dejó cuando tuvo que elegir ente trabajar o estudiar. Y por elegir lo segundo, conoció a Daniel.
Por aquel entonces, Daniel era estudiante de periodismo y Evangelina cajera de un fast food frente a la universidad a la que él asistía. Compra va, compra viene... Meses después comenzaron un romance joven y puro, que fue sobrestimado por los padres de Evangelina al conocer al novio de su hija.
Porque Daniel ya tenía el boleto de entrada a los medios, y un éxito casi asegurado antes de recibirse.
La varita mágica era el suegro de Evangelina, Roberto Grimaldi, otro periodista deportivo de renombre y trayectoria. Apenas la pareja supo quién era la familia del novio de su hija, hicieron hasta lo imposible para que el noviazgo no se rompiera, y lo lograron, pero no de la manera en la que pensaban.
Evangelina y Daniel estaban tan enamorados como asfixiados por los padres de ella, y fue así como al segundo año de relación se mudaron juntos. Evangelina cortó el contacto con sus materialistas padres, al punto de que ni siquiera los invitó a su boda, un año después. La señora Leiva sí pudo reconciliarse con su hija y admitir el error, mas no así el señor Leiva, quien no perdonó a su hija por no invitarlos al día más importante de su vida. Aunque para Evangelina era evidente que lo que en realidad le dolió fue el no poder sacar provecho de su yerno periodista deportivo. Futbolero de ley, de esos que cuando pierde su equipo están toda la semana enojados, hincha de River al igual que Daniel, siempre imaginó el día en que el muchacho pudiera concederle beneficios en el Monumental, o hasta incluso con el equipo.
No esperaba que su hija le hiciera tal desprecio.
Evangelina eligió la paz mental y la vida que comenzó a construir con Daniel, un hombre que la amaba incondicionalmente y que la apoyó en todas las decisiones que tomó, incluso cuando eligió alejarse de sus padres. Cuando la carrera de Daniel despegó, Evangelina eligió seguir trabajando en el fast food, ya como encargada. Pero cuando se le hizo cuesta arriba porque los clientes comenzaban a reconocerla por los posteos en las redes sociales de su esposo, supo que era hora de un cambio. Y fue ahí donde encontró el trabajo ideal, en La Escondida.
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Eva
Romance¿Qué siente un hombre que lo tiene todo y lo único que le falta es un imposible? Franco jamás conoció el amor verdadero. Evangelina lo conocía a la perfección. Una propuesta laboral. Una confusión. Una buena amiga y un enamorado luchando por sacar a...