Veintidós

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Bruno leía el currículum de Ismael y no podía creer que había desperdiciado tantos años como cadete administrativo, siendo ex oficial de la policía bonaerense

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Bruno leía el currículum de Ismael y no podía creer que había desperdiciado tantos años como cadete administrativo, siendo ex oficial de la policía bonaerense. A su vez, también le hacía ruido el hecho de que había renunciado a la fuerza policial tan joven, dudaba de si existía algún oscuro motivo que lo obligó a abandonar ese uniforme.

Con esa experiencia, sumado a que era un hombre joven con treinta y cinco años, deportista, corpulento, y teniendo experiencia en armas de fuego, tranquilamente podría haberse dedicado al rubro de la seguridad.

No había mucho que pensar, Bruno ya sabía qué puesto le ofrecería.

—¿Secretario presidencial? ¿Y me vas a pagar el doble por lo mismo que hacía antes?

—No cualquier secretario, vas a ser mi secretario personal, mi mano derecha, quizás también le des una mano a mi hermano cuando te necesite... Un poco de todo.

—Esto es humillante, ni siquiera debería haber venido.

Ismael soltó una risa amarga y se levantó, pero Bruno lo detuvo poniéndose delante de él.

—No es humillante, todo lo contrario. Te estoy dando un puesto ficticio, yo no necesito un secretario, toda la vida me manejé solo. Sería algo temporal hasta que encuentres tu lugar dentro de la empresa.

—¿O sea que me vas a pagar por no hacer nada en todo el día hasta que encuentres en dónde ubicarme? ¿Y por cuánto tiempo me vas a mantener?

—No es tan así, vos necesitás trabajar, y a mí no me vendría mal tener una mano derecha cuando Franco no está. No te apresures, escuchá mi propuesta y después decidís si aceptás o no.

Ismael relajó la postura y volvió a su lugar frente a Bruno, que le explicó las tareas que podría llegar a necesitar de él. Le contó sobre la empresa, los futuros proyectos, y puso especial énfasis en el que estaba llevando a cabo Franco con las terminales de cobro. Aseguró que no le pediría ninguna tarea que estuviera fuera de su alcance, y que para su tranquilidad comenzaría como lo que fue: un cadete dentro del piso de Chanchi. De esa manera, conocería la cultura de la empresa, y podría encontrar su rincón ideal para trabajar.

—Visto desde ese punto de vista... es interesante tu propuesta.

—Por eso digo que tendrías un puesto ficticio, si te tomo como cadete dependerías de administración, y no es lo que quiero. Vas a trabajar bajo mi tutela y la de mi hermano para que tengas más libertad. Vas a ser el único empleado que nos va a reportar a nosotros, ni siquiera a recursos humanos; si algún día tenés que faltar por algo, o te demorás, lo que sea, me avisás a mí.

Ismael se tomó la barbilla y bajó la cabeza para ocultar una sonrisa. Realmente era una oportunidad única que no podía desperdiciar, pero algo no terminaba de cerrarle en la oferta.

—Acepto, pero solo si me respondés una pregunta. —Bruno asintió—. ¿Por qué tanta confianza? Hasta hace unos días era el cadete torpe que te arruinó un paquete y tus revistas de negocios, y hoy me ofrecés un trabajo que cualquiera de todos los empleados que tenés ahí se moriría por tener. Eso, sin mencionar que cualquiera de ellos estaría más capacitado que yo porque ya conoce la empresa. ¿Qué es lo que no me estás diciendo?

EvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora