Ciento nueve

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Franco seguía en pose defensiva, cruzado de brazos aguardando a que Daniel comience a hablar, serio, y con la mirada clavada en él

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Franco seguía en pose defensiva, cruzado de brazos aguardando a que Daniel comience a hablar, serio, y con la mirada clavada en él.

—¿Me vas a tener mucho tiempo acá pensando una mentira? Porque me gustaría acompañar a mi mujer en este difícil momento que está atravesando por tu culpa.

—Por favor, no le digas así, que me duele y todavía no me acostumbro —murmuró, atropellando las palabras.

Franco rio despectivo, mirando la avenida. Se removió en su lugar mientras bajaba la cabeza.

—Te recuerdo que vos provocaste esto, vos la empujaste a mis brazos cuando la dejaste, la engañaste...

—No la engañé, Franco —lo interrumpió—. Ni con Laura, ni la chica del mensaje... ¿Cómo podría engañarla si todavía la amo?

—Entonces empezá a explicarte porque tus actitudes y tus palabras no concuerdan.

Daniel tomó asiento en el sillón del balcón, y Franco se recargó contra la baranda de frente a él, todavía de brazos cruzados. Aflojó la postura cuando vio a Daniel apoyándose sobre sus muslos, y limpiarse la nariz. Estaba llorando. Decidió darle su espacio y esperar a que comenzara a relatar su versión.

—Tus deducciones son correctas, el departamento de la foto es el de Laura. Ella sabía muchas cosas de mi relación con Eva porque somos amigos, era mi canal de contención cuando reventaba de celos al ver que ella pasaba más tiempo con vos. Llegó un punto en el que Evangelina hablaba de vos, del trabajo que hacían, y se le iluminaban los ojitos. Ahora, hablábamos de nosotros o de mi trabajo, y se apagaba. Y eso me destruía, porque sabía que había algo que no estaba haciendo bien.

»Laura fue como mi psicóloga, hablaba mucho con ella, y yo no era estúpido, siempre supe que le gustaba. Y el último día que fui al canal antes de viajar a Qatar, ella me confesó que estaba enamorada de mí. Que en base a todo lo que le contaba de mi matrimonio, deducía que ya no había vuelta atrás. Me quemó la cabeza diciéndome que era imposible que Evi no sintiera nada por vos, cuando eras el hombre perfecto.

—Entonces, tan enamorada no estaba, si a sus ojos soy mejor que vos —acotó Franco con más ironía.

—Pensé lo mismo —admitió levantando la cabeza—. No entendía por qué me hundía así, deduje que era psicología inversa para quedarse conmigo. Y así me fui a Qatar, con el culo lleno de preguntas sobre mi matrimonio, sabiendo que yo estaba a miles de kilómetros mientras Evangelina quedaba en tus manos, porque eras lo único que tenía y vos estabas siempre para ella, algo que hace tiempo yo no hacía por ella.

—¿Y por qué la descuidaste tanto? Es que en serio, no lo entiendo —gesticuló con las manos—. Yo fui su Laura, y no mentí cuando te dije que cada vez que estaba triste por algo, tu nombre aparecía en el relato. ¿Tan importante era para vos ser la réplica de tu padre?

EvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora