¿Qué siente un hombre que lo tiene todo y lo único que le falta es un imposible?
Franco jamás conoció el amor verdadero.
Evangelina lo conocía a la perfección.
Una propuesta laboral. Una confusión. Una buena amiga y un enamorado luchando por sacar a...
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Y sé que te mudaste, fuga del desastre Y hay una persona que te está haciendo feliz y realizarte ¿Cómo no alegrarme por ti? Aunque me encuentro algo perdido y no paro de pensar en ti (Sonatina en Sí Sostenido − Chano)
Tenía que decir algo, reaccionar...
Pero era imposible.
El silencio que inundó la oficina no solo era eterno, también era ensordecedor. El mundo iba a cámara lenta, o peor, había dejado de girar. La sonrisa incrédula de Evangelina se iba a apagando, incluso, hasta podía notar algo de fastidio en su expresión. Tenía que decir algo.
—Soy un pelotudo —escupió con total sinceridad, mientras se frotaba la cara con ambas manos.
—Ay, Franqui, no es para tanto.
Evangelina se acercó y apoyó su mano en el hombro de Franco, a modo de consuelo. Dibujó pequeños círculos porque entendía que él se sentía avergonzado por no haberla reconocido como la esposa de Daniel Grimaldi, o al revés, no lo culpaba por no conocer a su esposo porque era evidente que no era muy aficionado a los deportes.
Lo que jamás se imaginó es que, en realidad, se sentía un pelotudo por haberse enamorado de una mujer casada.
Sin embargo, entendió para qué lado había tomado ella su reacción, y se aferró a eso para ocultar su verdadero sentir.
—Seguro estás pensando que soy un friki con menos deporte que la revista «Para tí».
—¡Ay, no! Es solo que me pareció raro porque Dani es medianamente conocido, hasta tu hermano lo sigue en Instagram, y ahora me empezó a seguir a mí por trabajar con vos. Es que estoy tan acostumbrada a que todo el mundo enloquezca cuando me ven, que... Es raro cuando me encuentro con alguien que no sabe que soy «la esposa de...».
—Es que no miro televisión, y mis redes sociales las cerré cuando terminé con Pilar. Ahora solo tengo una cuenta en Instagram porque los de marketing me rompieron las pelotas para abrirlo por Chanchi, pero la manejan ellos, no tengo idea de qué publican ahí ni me importa.
—Eso no está bien, Fran... Tenés que salir un poco de todo esto, mirar un poco de tele, una película en Netflix, leer un libro... ¡No sé! No es sano que estés todo el día pensando en el trabajo. Te acepto la cena para festejar, o un almuerzo, pero de verdad hoy no puedo. Ni siquiera sé qué me voy a poner, se van a juntar en un restaurante de Puerto Madero, y yo que soy una chica tan de barrio ya estoy de los pelos por eso. —Torció la boca para ocultar una sonrisa—. Si no fuera por la ilusión de Dani, inventaría algo para quedarme en casa como ya lo hice varias veces.
—Es bueno saber eso, pensaba llevarte al restaurante de la esquina de casa, en Puerto Madero. Ahora sé que lo tuyo es un Mc Donald's o los puestitos de bondiola en la Costanera.