¿Qué siente un hombre que lo tiene todo y lo único que le falta es un imposible?
Franco jamás conoció el amor verdadero.
Evangelina lo conocía a la perfección.
Una propuesta laboral. Una confusión. Una buena amiga y un enamorado luchando por sacar a...
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El fin de semana previo al viaje, Evangelina lo percibió como si hubiera durado un mes entero, a pesar de que estuvo bastante ocupada preparando su inexistente experiencia con las viejas terminales Orson, y de que Daniel la llamaba en cada rato que tenía libre para compartirle detalles de su viaje. Porque hasta que el arbitro pitara el primer partido, él se encargaba de las notas de color por las calles de Qatar.
La MacBook que Franco le había obsequiado le sirvió para preparar una pequeña lista de puntos clave a mencionar en su experiencia, y se dejó llevar por las bondades de tener una computadora propia. Nunca le hizo falta una, su celular de gama alta siempre fue suficiente para atender sus redes sociales y leer alguna que otra noticia, y fue en ese momento cuando comprendió que Franco estaba en lo cierto al afirmar que la necesitaría.
El sol estaba cayendo esa tarde de domingo cuando recibió una de las tantas videollamadas de Daniel, cuando estaba a punto de bajar la tapa de su computadora, dispuesta a terminar de armar su maleta para el viaje en la mañana siguiente. Atendió sin demorar, sabía que Daniel no disponía de mucho tiempo.
—Hola Dan —Evangelina sonrió ante la cámara.
—Evi, mi amor... ¿Ya te dije que te extraño?
—Como cien veces en lo que va del día —rió, bajando sutilmente la cabeza—. ¿Por dónde andás ahora? No tengo el canal puesto, estaba por terminar la valija para el viaje de mañana.
—Por eso te llamo ahora, después quizás se me complica, y con la diferencia horaria es peor. ¿Cuándo vuelven de Uruguay?
—Miércoles a la tarde, ¿por qué?
—¿Qué te parece si apenas bajás del avión te tomás el siguiente a Qatar?
Evangelina enmudeció, su sonrisa se borró al instante.
—¿Qué? —soltó incrédula—. No entiendo, Dan.
—Te explico. Yo pensé que no quedaba bien traer a nuestros familiares, pero el esposo de Diana, la periodista que viajó con el equipo, está acá, él se pagó su viaje y en los momentos libres que no estamos al aire están juntos. ¿Por qué no te venís?
Evangelina abrió la boca, intentando decir algo, pero estaba muda. De nuevo, afloraba aquel Daniel que solo le importaba su carrera y las apariencias.
—No, Daniel... A ver... —Comenzó a gesticular con sus manos—. Al margen de mi viaje a Uruguay, son mis últimos días en La Escondida antes de empezar a trabajar efectiva en Chanchi. ¿De verdad te parece que arranque mi nuevo trabajo pidiendo un mes de vacaciones, o lo que dure tu cobertura?
—Bueno, yo no sabía, si lo hubiera sabido te habría recomendado coordinar tu ingreso para enero o después del Mundial. Además, ¿no tenés trato preferencial con Franco y su hermano? Si les pedís un favorcito, estoy seguro de que no te lo negarían.