Cincuenta y cinco

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Julieta estaba tan sumida en su caja de recuerdos de la adolescencia, que se asustó cuando el timbre de la casa sonó

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Julieta estaba tan sumida en su caja de recuerdos de la adolescencia, que se asustó cuando el timbre de la casa sonó. Corrió la cortina de la ventana para espiar sin ser descubierta, en caso de que se tratara de un ladrón verificando si la casa estaba sola, y se sorprendió al ver a Franco, cabizbajo y con una maleta a su lado.

—Fran... ¿Qué hacés tan tarde? No me digas que te peleaste con Bruno y lo dejaste —bromeó, señalando la maleta.

—Hola, Ju. —Completó su saludo con un beso en el cachete de la chica—. No, no me pelee con Bruno, es que estoy saliendo para Uruguay y vine a despedirme de papá.

—¿A esta hora?

—Es que lo decidí esta tarde, y mi vuelo sale a las cinco de la mañana —contó mientras Julieta se apartaba para dejarlo entrar.

—Es raro lo que voy decir, pero... Tu papá no está, mamá lo llevó al cine. Quería ver no se qué película, y a mi vieja le pareció una buena idea que salga y haga algo distinto. Sabés que ella sabe cuidarlo incluso mucho mejor que yo porque se conocen hace mil años.

—Bueno, pero me imagino que van a volver antes de medianoche, ¿no?

—¡Pero si! —Julieta rio—. Creo que la función era a las ocho, son las siete y media, ponele que llegarán a las once, las doce como mucho.

—¿Te molesta si lo espero? Tenía planeado quedarme con él hasta la hora de irme al aeropuerto, no sabía que todavía salía a la calle.

—¡Ay, Franco! ¡Pero si esta es tu casa también! La intrusa que debería irse soy yo, que encima me apropié de tu cuarto.

—Jamás te pediría eso, Ju... Incluso, esta es tu casa desde que éramos pendejos. ¿Ya comiste?

—No... Y hablando de cuando éramos chicos, me colgué viendo las fotos de mis Quince Años. Es que con las chicas de la facultad hablábamos de nuestras fiestas de quince, a colación de esos hilos de Twitter de quinceañeras, y quería ver si yo también tengo mis fotos cringe.

Julieta se sentó en el sillón, y tomó el álbum de fotos. Franco se unió a ella y comenzó a mirar a medida que iba pasando las hojas. Con su ayuda, pudo recordar algunos viejos amigos del barrio, y al llegar a la hoja en donde comenzaban las fotos del vals, se detuvo a admirar la foto con aquel Bruno adolescente.

Pero algo no le cuadraba.

Retiró la lámina transparente que sostenía las fotos y despegó la instantánea con Bruno. La observó de cerca, y luego clavó la mirada en el rostro de Franco.

—No es Bruno... Sos vos... —siseó boquiabierta.

—Hasta que al fin te das cuenta... Tardaste otros quince años, Ju —rio sin dejar de mirar la foto.

En ese momento, la cabeza de Julieta comenzó a rebobinar al momento de su adolescencia. Revivió en sus recuerdos ese instante, volvió a sentir aquellas sensaciones al bailar con el Bruno equivocado, y luego, fue rememorando momentos puntuales con ambos. Franco cortó su mar de pensamientos.

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