Veinticuatro

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Era la primera vez en meses que Franco y Bruno llegaban juntos a la oficina en el auto que compartían, porque si uno no estaba de viaje, el otro entraba más temprano o tarde

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Era la primera vez en meses que Franco y Bruno llegaban juntos a la oficina en el auto que compartían, porque si uno no estaba de viaje, el otro entraba más temprano o tarde.

Y grande fue la sorpresa de Bruno al ver a Ismael sentado en su BMX, vestido de traje, con la corbata levemente desabrochada, y zapatillas skater en sus pies. Tenía auriculares inalámbricos de botón en sus oídos, y estaba concentrado en su celular. Los gemelos se miraron sorprendidos, nunca lo habían visto vestido de esa manera, solía usar jeans, remera y buzos, era una buena señal que se tomara en serio su puesto de secretario presidencial, aunque fuera una pantalla en las palabras de Bruno.

—Buen día, Ismael.

El hombre no escuchó el saludo de Bruno, pero levantó la cabeza cuando sintió la presencia de sus nuevos jefes. Se quitó los auriculares y guardó el teléfono en el bolsillo de su saco.

—Buen día. Guau... —exclamó realmente sorprendido—. Nunca los había visto juntos, ahora entiendo por qué siempre me los confundo.

—Es fácil, si está de traje es Bruno —bromeó Franco.

—Mierda... Hasta la voz tienen parecida.

—Ya te vas a acostumbrar a diferenciarnos, no te abrumes con eso ahora —lo tranquilizó Bruno—. ¿Listo para tu primer día?

—Sí... Denme un minuto que ato la bicicleta al poste, y...

—No, no... —lo detuvo Franco—. Es peligroso, y más con una bici tan linda. Dejala en el garage del edificio, vení que te muestro en dónde.

—Uh, joya. Es que cuando trabajaba para ellos no me dejaban porque decían que era solo para las oficinas.

—Bueno, ya sos parte de las oficinas, y sos mi secretario, así que de ahora en más cualquier problema que tengas con ellos, y más en tu condición de ex empleado, me lo decís —remarcó Bruno.

—Me hiciste despedir, así que te creo que tenés poder.

Bruno sonrió avergonzado, Ismael era directo, no se andaba con evasivas y comenzaba a agradarle esa caradurez. Ingresó al edificio, dejándolo a solas con Franco, que lo guió hasta el garage. Allí informó las novedades, que Ismael trabajaría para ellos, y acordó un lugar de estacionamiento para su bicicleta. Luego, lo guió hasta sus lugares asignados.

—Podés dejar la bici en mi espacio, mi moto es chiquita, no vas a tener problema. Hoy no está porque vinimos juntos, pero de seguro el lunes cuando llegues la vas a ver estacionada, porque siete y media tengo que estar en La Escondida y la dejo acá. Eso sí, no le rayes el auto a mi hermano porque se va a poner del orto como el día que te hizo echar. La diferencia es que ahora estoy yo para sacarte las papas del fuego, también vas a ser mi secretario.

—Linda máquina, nunca vi un Porsche en vivo.

—Bueno, no me extrañaría que algún día lo tengas que manejar, sobre todo si Bruno te pide que le hagas de guardaespaldas. Sabés manejar, ¿no?

EvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora