Treinta

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A pesar de que no era el estilo de música de ninguno de los presentes, el ambiente laboral fluyó esa mañana

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A pesar de que no era el estilo de música de ninguno de los presentes, el ambiente laboral fluyó esa mañana. Contrario a otros lunes, no se escuchó una sola queja, y no fue porque no tenían la suficiente confianza con Evangelina como para criticar sus gustos musicales, sino porque realmente estaban a gusto con las melodías.

A excepción de Franco, que se sentía ligeramente conmovido por algunas de las canciones.

Estaba sufriendo en silencio la letra de Please Forgive Me, cuando Bruno irrumpió en la oficina, seguido de Ismael.

—Buen día a todos —saludó intentando ser informal, aunque se percibió una pequeña tensión en el ambiente.

—Buen día —respondieron todos al unísono.

—Es el primer lunes de la vergüenza que están escuchando algo decente, déjenme adivinar... ¿Ganaste vos el sorteo, Eva?

Evangelina levantó la cabeza del papel, y asintió con una tímida sonrisa.

—Por ser la primera vez, el azar no me ayudó. Buen día, Bruno.

—Bro, ¿para qué la trajiste? —le recrimino a Franco—. Se está aburriendo la chica, mirala ahí, dibujando.

—No, puber. Está diseñando los iconos para el POS, voy a digitalizar esos dibujos para los botones del menú principal.

Bruno se paró detrás de Evangelina y observó con atención la hoja en donde ya tenía casi listo el primer diseño para el cobro, que no era más que un billete ligeramente ondulado, como si fuera una bandera flameante.

—Le dije a tu hermano que no sé si es una buena idea, y...

—Me encanta —la cortó—. Es original, no va a haber dos terminales iguales en el mercado... Y qué bien dibujás, no sé cómo no te dedicás a esto de manera profesional. Me anoto la compensación por los derechos de autor —le informó a su hermano.

—Porfa —respondió—. No sé cuánto nos cobre la artista por esto.

—¿Cobrar? Esto lo hago de onda, además va a ser lindo ver mi dibujo ahí cada vez que use el POS.

—De ninguna manera, señorita. Es un trabajo extra, y hay una ley vigente de derechos de autor. Después lo vemos. ¿Y vos? —se dirigió a su hermano—. Es raro verte por acá, ¿necesitás algo?

—No, solo pasé a saludar a Evangelina porque me acordé que venía, y a ver si vos necesitabas algo de mí o de Ismael; tengo un par de reuniones y me lo llevo, voy a llegar tarde a casa.

—Andá tranquilo, si algo se prende fuego te llamo. Me quedo al mando.

—Perdón que me entrometa —intervino Ismael tras Bruno—. ¿Vas a necesitar que lleve a Evangelina a su casa?

—No se preocupen por mí —dijo la aludida sin levantar la cabeza de su dibujo—. Me voy caminando o en un taxi, además no sé si no me pego una vuelta por La Escondida para ver a Alan.

EvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora