Franco adivinó cuando Bruno se levantó en medio de la charla, con la clara intención de desaparecer de la oficina para encerrarse en el piso que compartían. Accedió y lo siguió, pero ya en su hogar lo persuadió para salir a cenar a alguno de esos exclusivos restaurantes que tanto le gustaban. Hizo un esfuerzo por abandonar su look hípster sport que casi le oficiaba de uniforme en su vida, eligió pantalón, camisa y zapatos, y lo arrastró hasta el Porsche Panamera que también compartían, a pesar de que era casi el coche de Bruno, porque Franco prefería la comodidad de su scooter vintage para movilizarse dentro de la ciudad.
Condujo por la zona de restaurantes de Puerto Madero esperando a que Bruno lo detuviera cuando se tentara con algún lugar, pero como nada le llamaba la atención, cruzó el dique hacia la zona turística de San Telmo, e inconscientemente enfiló hacia La Escondida.
—Definitivamente no —sentenció Bruno—. No es hora de trabajar, dejate de hinchar las pelotas, volvé a Madero. Te conozco y sé que me llevás ahí para seguir investigando el lugar y los clientes.
—¿Qué? —Franco en realidad no era consciente del camino que había tomado, y Bruno le señaló el restaurante a lo lejos—. Mierda, no, no... En serio, no sé por qué vine hasta acá.
El que sí sabía era Bruno, en realidad lo sospechaba, pero se la dejó pasar en silencio. Deseaba con todas sus fuerzas que esas piezas que él había encajado fueran incorrectas, lo que menos necesitaba su hermano era enredarse con una mujer casada, por lo que no pensaba fomentarle el delirio para después terminar protagonizando un escándalo por la condición mediática de todos los involucrados.
—Vamos al de siempre, el que está a la vuelta de casa —sugirió finalmente, ya más animado—. Hasta te diría que dejemos el auto en la cochera y vayamos caminando, pero estoy tan hecho mierda que no soportaría una foto paparazzi.
Franco asintió, y condujo hasta el restaurante elegido por Bruno. Una vez allí, hicieron su pedido y continuaron la charla inconclusa de la mañana.
—Y a todo esto... ¿Se arruinó o no tu correo? —dijo Franco, en un claro intento de despejar la mente de ambos—. ¿Perdiste algo de valor?
—No... —soltó en un suspiro, mientras dejaba el tenedor sobre el plato para limpiar la comisura de sus labios antes de beber un sorbo de vino—. Es lo que dijiste, las revistas vienen en una bolsa plástica, había un sobre con unos presupuestos que ya los pedí de nuevo... Y lo del paquete era un presente para...
—Sí, ya sé... —lo cortó para no seguir morificándolo.
—Planeaba darle la sorpresa este fin de semana, vi que había puesto en Twitter que se le antojaba probar un buen vino añejo, y compré un Rutini cosecha 2000.
—Decime por favor que no se rompió.
—Está intacto en su caja de madera. Es una botella de doscientos cincuenta mil pesos, si no la trajo un camión de caudales le pega en el palo —bromeó, en referencia a que la botella estaba debidamente embalada.
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Eva
Romance¿Qué siente un hombre que lo tiene todo y lo único que le falta es un imposible? Franco jamás conoció el amor verdadero. Evangelina lo conocía a la perfección. Una propuesta laboral. Una confusión. Una buena amiga y un enamorado luchando por sacar a...