¿Qué siente un hombre que lo tiene todo y lo único que le falta es un imposible?
Franco jamás conoció el amor verdadero.
Evangelina lo conocía a la perfección.
Una propuesta laboral. Una confusión. Una buena amiga y un enamorado luchando por sacar a...
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—¿Lista? —le susurró Franco, y Evangelina asintió—. Vamos a casa, papá, Estelita y Ju te están esperando, quieren conocerte.
—Momentito —gritó Mauricio cuando vio que Evangelina tomaba su cartera dispuesta a retirarse—. Todavía no me dijo quién es, y por qué se lleva a mi hija a la fuerza.
Franco metió la mano en el bolsillo trasero de su jean negro, sacó su billetera y luego la mostró extendida, como si fuera un detective enseñando su placa.
—Este es mi documento, no soy «parecido a», soy Franco Antoine, aunque no lo parezca porque mi billetera está hecha mierda. Ahora, si me disculpan, nos esperan para cenar en un ambiente familiar, lejos de prejuicios.
—Evangelina, decime la verdad —intervino su padre—. ¿Vos engañaste a tu marido con este hombre?
—Ojalá —soltó Franco con total sinceridad—. Pero no, su hija tiene tan buenos valores que jamás me vio con otros ojos. Y yo respeté eso, y me quedé a su lado como su mejor amigo, cuidándola y ofreciéndole una mejor oportunidad laboral. Le mostré la vida que su ex yerno adorado disfruta, y que su hija no podía tener por ayudarlo a él en sus proyectos laborales. Y antes de que me lo pregunte, sí. Estoy enamorado de ella desde que la conocí.
—Le estoy preguntando a mi hija —recalcó.
—Ya te respondió Franco, todo lo que dice es cierto. El problema es que Daniel pensaba que yo iba a terminar cediendo, desconfió del amor que sentía por él, y eso no se lo puedo perdonar.
—¿Y a vos te parece normal andar de la mano con tus amigos, siendo una mujer casada?
Mauricio señaló las manos entrelazadas de Evangelina y Franco.
—Ahora no tiene nada de malo, está separada y está sola, porque hasta eso hizo Daniel. Sus únicos amigos eran los tres compañeros de trabajo del restaurante. Recién ahora su hija tiene una amiga, una de las chicas de mi equipo. Por cierto... ¿Cómo es tu nombre? —se dirigió a Martín—. Sos Analista de Sistemas y entiendo que querés trabajar en mi gerencia.
—Sí —se apresuró a responder—. Soy Martín Leiva, ¿te envío mi CV?
—No, no es necesario, dame un minuto.
Franco soltó la mano de Evangelina y tomó su celular del bolsillo delantero de su pantalón. Buscó un contacto en su lista y luego envió una nota de voz.
—Hola Mercedes, no es urgente, pero tenelo en cuenta para el lunes. Fijate si en la base de datos tenés un postulante llamado Martín Leiva, aplica para los puestos de mi gerencia. Si lo encontrás, quiero que lo pongas en la lista negra. Es el primo de Eva, y no quiero sus malas vibras en mis equipos. Feliz Navidad, Mecha, hablamos el lunes.
Los ojos de Evangelina se abrieron, y se cubrió la boca con la mano para contener una risa, mientras el rostro de Martín se desfiguraba incrédulo. Noelia se acercó a abrazarlo por la cintura, a sabiendas que su sueño de trabajar en Chanchi se desmoronaba frente a sus ojos.