¿Qué siente un hombre que lo tiene todo y lo único que le falta es un imposible?
Franco jamás conoció el amor verdadero.
Evangelina lo conocía a la perfección.
Una propuesta laboral. Una confusión. Una buena amiga y un enamorado luchando por sacar a...
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Ese viernes se sintió distinto a la primera vez que pisó las oficinas de Chanchi un día completo, la tarjeta que colgaba de su cuello tenía un número de legajo, una computadora la esperaba en su nuevo escritorio, y ya estaba tan amalgamada con el equipo de Franco que lo sintió como un día laboral.
Que lo era, porque esas horas estaban debidamente remuneradas como cualquier colaborador de Chanchi, pero con todos estos detalles lo sintió distinto.
Era su primera experiencia en una daily: todo el equipo sentado en la mesa, compartiendo un café y los avances de cada uno, junto con los próximos pasos a seguir. Tenía su computadora nueva, porque lo primero que hizo Franco aquella mañana fue conseguir un equipo para ella y pedir una casilla de correo corporativa. Luego, acomodó el único espacio libre que había en su pecera, y colocó la computadora abierta y encendida junto a un ramo de jazmines frescos, para decorarle el escritorio.
En simples palabras: Franco fue el responsable de que Evangelina sintiera ese día como un colaborador de planta permanente.
—¿Y por qué la computadora? —le preguntó cuando la reunión había finalizado.
—Todos tenemos una, es necesaria. Ahora que estás mas involucrada con mi equipo la necesitás para comunicarte con ellos, hacer algún documento, diseño... La configuré yo, creo que tenés todo lo necesario para trabajar. Ah... Y es tuya —susurró en su oído.
—Y sí, imagino que no comparten las notebooks.
—No, Evi... Es tuya —enfatizó—. No es un equipo en comodato, es un regalo de mi parte. ¿No ves que es distinta?
Evangelina bajó la tapa, y cayó en cuenta de la manzana. Levantó la vista, y prestó atención a las computadoras de sus nuevos compañeros: equipos negros de diversas marcas.
—Estás en pedo, Franco. ¡Una MacBook! ¿Por qué tanto?
—No sé... Se me hizo bonita. A Bruno le encantan las cosas de Apple, y si te compraba una computadora como la mía después lo tengo que aguantar chillando por la imagen que damos como CEO's.
—Pero yo no soy la CEO.
—No, pero sos la mano derecha de uno de los CEO's —remarcó con un dedo en alto—. No sé si aceptaste dar la charla en Uruguay, pero mientras la compraba te imaginaba entrando a la sala de reuniones con esa computadora en el brazo.
Franco le dedicó una mirada fija, y es que, en parte, él había comprado esa computadora como excusa para incentivarla a que se decida definitivamente por trabajar en Chanchi como colaborador fijo.
—Eso quería hablar con vos. ¿Cuándo es el viaje?
—Cuando vos digas. ¿Eso es un sí entonces?
Evangelina solo asintió con la cabeza, sonriendo mientras se sentaba en su nuevo escritorio. Franco abrió exageradamente los ojos, no dudó ni un segundo en conseguir una silla para sentarse junto a ella.