Sesenta y uno

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Evangelina dejo de respirar, y a Franco no le quedó otra que frenar el auto para serenarse

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Evangelina dejo de respirar, y a Franco no le quedó otra que frenar el auto para serenarse. Apoyó la cabeza sobre sus manos aferradas al volante, y se lamentó por el arranque de sinceridad. Intentó arreglar su error.

—Perdón por gritarte, Eva. Olvidate, no me hagas caso.

—Así que por eso te fuiste... —dedujo Evangelina en un susurro—. ¿O sea que también me mentiste y no hay sucursal uruguaya?

—Mentí en los motivos del viaje, no en la sucursal. —Levantó la cabeza y tomó su celular, a continuación, le enseñó las fotos de la celebración de apertura—. Tenías razón, podía gestionar todo desde acá, pero necesitaba alejarme a ver si así lograba olvidarte. Y lo logré, no te miento. Pero al volver y verte tan hermosa como siempre, se me olvidó que te había olvidado. Y no puedo. —Su voz comenzó a temblar, y sus ojos se enrojecieron—. No puedo olvidarte, Evi ¿Cómo olvidar a la mujer que me hizo volver a amar después de que Pilar me rompió el corazón en mil pedazos? Te amo, Evi. Y estoy todo roto porque sé que es difícil romper un matrimonio de tantos años como el tuyo. Yo ya empecé perdiendo porque me enamoré de una mujer casada.

Evangelina seguía muda mientras Franco hacía fuerza para no largarse a llorar delante de ella. Se cubrió el rostro con las manos y se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en sus muslos.

—Daniel tenía razón —siseó.

—¿Él también se dio cuenta? —Soltó una risa amarga—. A veces me sorprendo de lo transparente que soy, ya entiendo por qué Bruno tenía terror de que la prensa se enterara de esto. Pensaba que tu marido armaría un escándalo mediático.

—Lo sospechaba, de hecho me preguntó si yo sentía algo por vos después de la gala de los Martín Fierro.

—No quiero saber la respuesta a esa pregunta —la detuvo con una mano en alto.

Evangelina se reincorporó, confundida.

—Pero...

—Ya te lo dije: sé la respuesta. Tu matrimonio ya me dijo que no, y no podría soportar escuchar esa respuesta de tu boca. Prefiero quedarme con lo que siento, con la falsa esperanza de que algún día me amarás. Quien te dice y en el medio, mientras espero, me enamoro de otra persona, pero por el momento me toca amarte en silencio. Por eso, hasta que te olvide o me vuelva a enamorar, no digas nada, por favor. No me rompas el corazón, de eso ya me encargué yo.

El ambiente tenso del auto fue interrumpido por un mensaje entrante al teléfono de Evangelina, quien aprovechó la oportunidad para distender el momento. Era Claudio, y al ver el mensaje comenzó a reírse con malicia. Leyó el mensaje en voz alta.

—Evangelina, te pido por favor que le extiendas mis más sinceras disculpas al señor Antoine, y quedo a su entera disposición para lo que necesite de ahora en más en relación al restaurante. Sentite libre de enviarle mi contacto.

EvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora