Veintinueve

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La primera mitad de la mañana se pasó volando desde que Franco le enseñó a Evangelina el modelo rústico luego de quitar todo el código innecesario en la versión final

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La primera mitad de la mañana se pasó volando desde que Franco le enseñó a Evangelina el modelo rústico luego de quitar todo el código innecesario en la versión final. De a poco, fue llegando el equipo de trabajo de Franco, que no era más que su círculo cercano de programadores, aquellos en los que había visto potencial y proactividad.

No era fácil entrar en ese grupo privilegiado de trabajo, y por ese motivo, los programadores de Chanchi se dividían entre los que hacían de todo para caerle en gracia al jefe y que los considerara, y aquellos que evitaban resaltar, muchos de ellos porque no estaban dispuestos a trabajar con la presión de recibir órdenes directas del CEO. Pero lo que el primer grupo no sabía, era que cuanto más intentaban entrar, menos chances tenían de que Franco los considerara.

Es por eso que los cuatro programadores asignados a ese equipo congeniaron tan bien con Evangelina desde la reunión en la que Franco la presentó al equipo como focal point, su canal de dudas en cuanto al diseño y las funcionalidades.

Lo malo es que ninguno la reconoció como la esposa de Daniel Grimaldi, para que Franco hubiese podido detener los planes que ya estaba elaborando para el fin de semana junto a ella.

Se dividieron el trabajo, cada uno se encargaría de desarrollar un submenú, mientras Franco y Evangelina diseñaban el menú principal.

—Creo que lo más acertado para que sea legible, es que sean cuatro recuadros grandes con una imagen o emoji. Venta, inventario, más opciones para que pongas todos las funcionalidades extra que habías pensado y no abrumen al comerciante, y configuración. Y se acabó el asunto. Dame un segundo.

Evangelina se levantó antes de que pudiera responder, sacó una hoja de la impresora y volvió a su lugar. Tomó una lapicera del escritorio, y comenzó a dibujar lo que había imaginado en su cabeza.

—¿Ves? Algo así, con el dibujo el comerciante ya entiende qué tiene que tocar. No sé de dónde sacan las imágenes para hacer estas cosas, pasame la página y te busco algo...

—No... —la cortó—. Eso, así me gusta.

—Y bueno, pasame un banco de imágenes y...

—No, Eva. Quiero esos dibujos que hiciste. ¿Dónde aprendiste a dibujar?

—¿En la escuela? —respondió entre risas, confundida—. ¿Me lo decís en serio, Franco?

—¿Te molestaría que use tus dibujos con fines comerciales?

—Me molestaría que no se vea profesional. Franco, esto es un dibujo a lapicera, ¿estás loco?

—Me expresé mal. No me refiero precisamente a este dibujo, vamos a tomar esto como un boceto. Lo que quiero es que me dibujes bien lo que pensaste para los cuatro botones, a lápiz, marcador, birome... ¿Te animás?

Evangelina enmudeció, lo que menos esperaba era que le pidiera algo tan infantil. Y no pudo decirle que no a ese brillo que tenía en los ojos.

—¿Tenés pinturitas, marcadores de colores, crayones, o algo? —sentenció con una sonrisa.

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