¿Qué siente un hombre que lo tiene todo y lo único que le falta es un imposible?
Franco jamás conoció el amor verdadero.
Evangelina lo conocía a la perfección.
Una propuesta laboral. Una confusión. Una buena amiga y un enamorado luchando por sacar a...
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Ni en sus sueños más irrisorios, Evangelina hubiera imaginado que pasaría el fin de semana llorando por Franco. Los diez años de recuerdos con Daniel habían quedado completamente opacados por pequeños recuerdos con Franco. La mesa en donde habían comido las Chocotostadas, la cocina en donde le cebó mates con torpeza, la cama en donde la recostó con tanto amor luego de dormirse en su regazo en el balcón, el sillón en donde lo vio derrotado y cansado de amarla...
Y así, a cada paso que daba.
Llegó a la tarde el domingo completamente agotada mental y sentimentalmente, a tal punto que, sentada en el sillón que supieron compartir en el balcón, alzó la vista al cielo y comenzó a hablarle a Franco, como si las nubes movedizas de esa tarde nublada llevaran su mensaje dondequiera que esté.
—Volvé, mi amor, por favor. Nada de esto es tu culpa. Volvé por mí. Enojate, puteame, pero volvé, por favor.
Y se desplomó sobre sus piernas a llorar con su celular en la mano, esperando que se diera el milagro de vibrar con una llamada o un simple mensaje.
Llegó a la mañana del lunes con claras intenciones de tomarse unos días, hasta tanto Bruno volviera y la ayudara a buscar a Franco, pero luego recordó el fin de semana de terror que vivió encerada en soledad y cambió de idea. Lo mejor era estar entretenida y acompañada por Dae-myung. Contra su voluntad, puso el foco en el trabajo y así pudo sobrellevar la ansiedad hasta llegar al martes en que Bruno e Ismael volvían, con la esperanza de Franco estuviera con ellos.
Pero Franco apareció antes que el vuelo de Bruno aterrizara, en forma de noticias.
Una imagen y una nota de voz desde el número de Franco aparecieron en la pantalla de su teléfono. Apenas lo vio, tomó el aparato y salió corriendo hacia la oficina de Bruno para escucharlo con calma, y Dae-myung salió tras ella porque adivinó de qué se trataba. Cuando estuvieron juntos y encerrados en la vacía oficina abrió el chat, y la imagen de Franco desvanecido de costado, con un montón de botellas de alcohol alrededor, fue una dura sorpresa.
—Dios mío... —soltó horrorizada, contenido un sollozo mientras se cubría a boca, y Dae-myung se llevaba una mano a la frente, claramente consternado.
Reprodujo el audio, buscando encontrar respuestas.
—Evangelina, soy Julieta. Te mentí, Franco siempre estuvo conmigo. Y también te mentí en Navidad, siempre estuve enamorada de él. Y en nombre del amor que le tengo a este hombre, necesito que vengas por él. Se está dejando morir, y no puede seguir más así.
—¡Te dije que estaba mintiendo! —exclamó Dae-myung, agitando los brazos—. Andá sacando el auto, le voy a avisar al equipo que nos vamos.
Evangelina asintió repetidamente, mientras le contestaba el mensaje a Julieta.
Salgo ya mismo para allá. Gracias. ✓✓
Pero el alivio por encontrarlo duró poco. Una llamada desde el número de Franco irrumpió cuando estaba bajando del puente Pueyrredón.