Ciento dos

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Bruno no decía nada, a su lado, Ismael lo sostenía del brazo, y Julieta le susurraba repetidamente «no es su culpa», apoyando la mano en su hombro

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Bruno no decía nada, a su lado, Ismael lo sostenía del brazo, y Julieta le susurraba repetidamente «no es su culpa», apoyando la mano en su hombro.

—¿Cómo está? —Se animó a preguntar finalmente.

—Lo están atendiendo ahora, tiene tres miligramos de alcohol encima —informó Ismael—. Está vivo de pedo.

—¿Por qué pasó esto, Juli? —quiso saber Evangelina, comenzando a llorar.

—Eso debería preguntarte yo a vos, Evangelina —intervino Bruno—. ¿Qué le hiciste a mi hermano?

—Me dio tanto amor en un solo fin de semana, que me asusté y huí.

Evangelina no pudo contener el llanto y se deslizó hasta quedar de cuclillas, casi en el suelo. Ismael se apresuró a levantarla y abrazarla.

—Lo amo —agregó, con la cabeza hundida en el pecho de Ismael—. Y me detesto por haber llegado al punto de perderlo para dame cuenta de que es el amor de mi vida. Soy yo la que debería estar en esa cama de urgencias, no él. Él no hizo más que amarme y yo le pagué así.

Bruno no podía contener las lágrimas al escuchar el descargo de Evangelina, se acercó hasta ella, y la retiró de los brazos de Ismael para consolarla él mismo.

—No es tu culpa, Evita. Franco se va a despertar, y vos vas estar a su lado. Y me van a dar sobrinos para que malcriemos con Ismael.

Bruno dejó un beso sobre su cabeza mientras le quitaba el cabello del rostro.

—De seguro me estás odiando. Si le llegara a pasar algo...

—Va a estar bien, Eva. Hice tres años de medicina antes de entrar a la policía. —Ismael repitió aquello que le había dicho a Bruno para tranquilizarlo—. Solamente tienen que eliminar el alcohol de su sistema, hidratarlo, y en un par de días lo tenés de nuevo en la oficina.

Mientras los tres se abrazaban, Julieta y Dae-myung presenciaban la escena casi familiar de lejos. Y cuando Dae-myung, que era un hombre altamente perceptivo, notó la expresión triste de Julieta al ver la escena, pasó su brazo por los hombros de ella.

—Ya son una familia, y me quedé afuera, como era de esperarse.

—Yo también —soltó por inercia, y Julieta lo observó confundida—. Acá otro enamorado de Evangelina. Están hechos el uno para el otro, ninguno de los dos era para nosotros —sentenció, dando a entender que había adivinado su enamoramiento por Franco.

—Deberíamos hacer terapia juntos —bromeó Julieta con una media sonrisa.

Dae-myung tomó su teléfono, y le envío un mensaje, recordando que había guardado su número.

—Ahí tenés mi número, lo agendé de backup cuando se lo enviaste a Eva. Todavía me faltan amigos en este país.

Julieta revisó su celular y lo agendó con una sonrisa.

EvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora