El rostro de Evangelina fue mutando a medida que Franco contaba su historia con Pilar. Asentía y acotaba monosílabos mientras lo escuchaba con atención, sin quitar la mirada de sus ojos inexpresivos. Como si contara una película que vio en Netflix la noche anterior.
Como si no le doliera haber sido abandonado luego de perder a su hijo.
Evangelina no pudo contener una lágrima al escuchar el final de la historia, cuando imaginó a ese Franco corriendo desesperado de la facultad al hospital para acompañar a su novia en el peor momento de sus vidas, en lo duro que debió ser encontrarla en compañía de quien más tarde le arrebataría a la mujer que amaba. O hablando mal y pronto, el cuerno.
Se levantó de su lugar frente a él, y se sentó a su lado, donde momentos antes había almorzado Celeste. Tomó la mano izquierda de Franco, quien al sentir el suave tacto aflojó el puño, lo que le permitió a Evangelina enlazar sus dedos con los de él.
—Franqui, las cosas pasan por algo. Siempre. Es el Ying Yang de la vida, todo lo malo tiene algo bueno. Perdiste un amor, un hijo, pero aunque suene frívolo, ahora tenés esto. —Evangelina señaló el vacío con la mano libre—. Esa mujer no te merecía, y mirando el vaso medio lleno, agradecé que no mostró su verdadera cara después del matrimonio, o peor, con un hijo en este mundo.
—Lo sé, y tardé ocho años en comprenderlo. Ahora que lo escupí después de tanto tiempo entiendo que ya no duele, que es un recuerdo más. Me dolió tanto en su momento que fue como un estado de coma, seguí adelante por inercia sabiendo que tenía algo ahí, escondido. Nunca se lo conté a nadie más que a Bruno por temor a que me vieran con lástima, y cuando Chanchi se fue al carajo enterré el asunto definitivamente. Si ya por tener algunos millones en el banco las minas enloquecen, imaginate el millonario abandonado y con el corazón roto.
—Les estarías dando un motivo para acercarse —dedujo Evangelina con la vista clavada en la mesa.
—¿Entendés ahora qué difícil que es todo para mí?
Franco sonrió con amargura, y acarició la mano de Evangelina con su pulgar. Cuando se atrevió a fijar su mirada en ella se encontró con una sonrisa comprensiva, sin una gota de lástima. Perdido en sus ojos entendió que no era difícil verse ahí, con ella. ¿Acaso la vida le estaba dando otra chance? ¿Era el momento de empezar de cero? ¿Y si todo ese camino de sufrimiento fue para llegar a ella? Si de algo estaba seguro, era que deseaba que esos dos corazones en su antebrazo se quedaran rojos. No quería perder más vidas en el amor, y estaba decidido a retirarse del plano sentimental si tenía tres fracasos amorosos. Para él la vida era un gran juego de simulación, y como todo gamer de ley, sabía que solo disponía de tres vidas.
Y como en el más difícil de los juegos, estaba dispuesto a ser más estratégico, a calcular cada movimiento antes de actuar. Analizar escenarios, posibles finales, atajos, mundos ocultos... Debía calcular el momento exacto para dar el salto y no caer al vacío, perdiendo otra vida en la maniobra.
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Eva
Romance¿Qué siente un hombre que lo tiene todo y lo único que le falta es un imposible? Franco jamás conoció el amor verdadero. Evangelina lo conocía a la perfección. Una propuesta laboral. Una confusión. Una buena amiga y un enamorado luchando por sacar a...