Ciento once

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—A ver si entendí bien

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—A ver si entendí bien... —Evangelina gesticulaba con sus manos, incrédula—. ¿Me están diciendo que nunca festejan los cumpleaños?

—¿Y por qué debería festejar que me queda un año menos de vida? —justificó Bruno, mientras Evangelina e Ismael se echaban una mirada cómplice.

—Además, yo estoy harto de festejar mi cumpleaños con este sátrapa, que nació dos minutos después que yo y me robó el protagonismo de ser hijo único —agregó Franco desde la cocina.

—Al menos en la misma fecha, nos podemos organizar —propuso Ismael en un susurro, levantando los hombros.

—No se atrevan —dijeron los gemelos al unísono, cuando vieron la sonrisa pícara de Evangelina.

Franco y Bruno acomodaban sobre la mesa lo que cada uno le había preparado a su pareja. El asado recalentado que le sobró a su gemelo para cenar con Evangelina, porque con la aparición de Daniel no pudieron comer las pizzas, y un café para Ismael y Bruno, a modo de acompañamiento en la mesa.

—Bueno, va a ser larga esta noche —comenzó Franco—. Tenemos tres asuntos que resolver: una vivienda para Eva, organizar el stream de Daniel, y espero que no tengan planes para el domingo porque mi flamante suegro nos espera a todos para almorzar.

—Me gustaría empezar por ahí —propuso Evangelina, señalándolo con el tenedor—. ¿Qué hiciste con mi papá? Porque cuando me fui con vos te odiaba, y ahora te adora.

Franco dejó los cubiertos y comenzó a relatar brevemente, porque quería generar una pequeña complicidad con Mauricio y así mantener la magia.

—Camino a Lanús, sobre la autopista, me escribió para pedirme disculpas por la manera en la que me había tratado, y me citó para hablar. Fui a su casa el lunes siguiente, el día que compraste el auto, ¿te acordás que me había ido temprano de la oficina? —Evangelina asintió—. Me fui a La Plata a almorzar con tus viejos, le hablé del proyecto de River, lo invité a que me acompañe para que conozca el club, y fuimos el día que desaparecí. Después lo llevé de vuelta a su casa, y el resto de la historia ya la sabés.

Los ojos de Evangelina se llenaron de lágrimas al escuchar lo que Franco hizo con su padre.

—Te ganaste a mi papá antes de tenerme. Estás loco, Fran.

—Eso fue una presión extra, porque si me decías que no, le ibas a romper el corazón a tres personas: tu mamá, tu papá, y yo.

—Igual, no te fíes tanto de papá porque lo conozco. Vos sos mucho más influyente que Daniel, ojo porque te va a enloquecer.

—Mi amor, yo no soy Daniel, y eso se lo dejé bien en claro —la tranquilizó, acariciando su mano—. Yo no tengo pelos en la lengua, y ya lo entendió. Te aseguro que me gané su respeto sin siquiera ser su yerno. Incluso lo deconstruí cuando le hablé de Bruno, porque mencioné a mi hermano y mi cuñado, y pensó que tenía una hermana.

EvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora