Ciento dieciocho

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El sol ya había caído cuando el juez declaró marido y mujer tanto a Franco y Evangelina como a Bruno e Ismael

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El sol ya había caído cuando el juez declaró marido y mujer tanto a Franco y Evangelina como a Bruno e Ismael. Fue un evento íntimo, aunque se celebró en un lugar público, con algunos curiosos y medios de comunicación observando desde la distancia.

El frío no impidió que Evangelina luciera su vestido corto color crema con corte de saco, complementado con unos elegantes zapatos italianos negros de punta que había escogido Bruno. Los novios, por su parte, lucían conjuntos similares: pantalón negro, remera blanca y saco a juego, aunque Franco decidió acompañar el estilo de Evangelina con un conjunto en color beige. Su pantalón, además, presentaba un cordón en la cintura, añadiendo un toque informal. Mientras tanto, Ismael y Franco optaron por zapatillas, en contraste con la resistencia de Bruno, quien prefirió usar zapatos en el día más importante de sus vidas.

No faltaron las lágrimas, sobre todo para Evangelina, que no podía parar de llorar de la felicidad que sentía al compartir ese momento con sus padres, algo que en su matrimonio anterior no pudo hacer por el rencor que les guardaba. Ver a Franco desbordado de felicidad, hablando con Mauricio abrazados y riéndose de algún chiste ocasional era una postal que nunca tuvo con Daniel. Luego de cientos de fotos con el Planetario de fondo, partieron para la torre Alvear, donde se celebraría la fiesta para los ciento veinte invitados que habían seleccionado cuidadosamente.

Y aunque la prensa no estaba invitada, no se opusieron a que sus invitados filtraran los detalles, fotos o videos. A diferencia de otras bodas de farándula, donde prohibían el uso de celulares, ellos acordaron permitir el uso y publicación en sus redes personales. Querían que el mundo entero supieran cuán felices eran en ese momento.

Celeste, Gloria, Julieta, y Estela, fueron las encargadas del segundo atuendo de Evangelina. Vestida de blanco, lucía un elegante conjunto compuesto por dos piezas: en la parte superior llevaba una remera de cuello bote y manga larga que llegaba hasta el ombligo; en la parte inferior, una falda tubo ajustada hasta los muslos que se desplegaba en capas de tul. Completando el look, llevaba unos borcegos negros en los pies.

Franco aguardaba expectante en la puerta del departamento, los hombres se habían cambiado en el piso 51, y por ese motivo a él le faltaba la novia para llegar al salón. Golpeaba expectante mirando la hora en su celular, pero lo único que recibía eran insultos graciosos por parte de sus dos amigas. Y cuando la puerta se abrió, a ambos se les detuvo el corazón.

Era la primera vez que Evangelina veía a Franco vestido de etiqueta, y curiosamente, no era parecido a Bruno ni por asomo. Todos los detalles distintivos de su personalidad, como el flequillo o los piercings, resaltaban el smoking que vestía, además de las Nike Jodan en blanco y negro que calzaba. Y para reforzar el impacto, cuando las chicas abrieron la puerta, Franco estaba recargado en la pared con los pies cruzados, las manos en los bolsillos, y la cabeza gacha.

Era un modelo europeo sacado de Pinterest.

—Ay, mierda. —Fue lo único que pudo decir Evangelina.

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