Dieciséis

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A Bruno le pareció raro ver a Franco encerrado en su pecera, con la vista fija en su cuaderno y la cabeza apoyada en la misma mano que enredaba su largo flequillo entre los dedos

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A Bruno le pareció raro ver a Franco encerrado en su pecera, con la vista fija en su cuaderno y la cabeza apoyada en la misma mano que enredaba su largo flequillo entre los dedos. Se lo notaba frustrado, era la típica pose que adoptaba cada vez que no le encontraba la vuelta a algo. Desvió su camino y pasó a verlo.

—No te esperaba hasta pasadas las cuatro... —deslizó mientras cerraba la puerta de su oficina vidriada.

—Volví hace un rato —dijo sin levantar la vista del cuaderno.

—¿Cómo te fue?

Franco emitió un largo suspiro y se echó para atrás, apoyando la espalda sobre el ostentoso sillón de computadora que usaba para evitar lesiones lumbares.

—En líneas generales, bien... —Volvió a suspirar pesado—. En cuanto al proyecto... tan mal que me fue perfecto.

Bruno conocía a su gemelo, sabía que algo andaba mal. Se cruzó de brazos y se apoyó sobre el escritorio para quedar de cara a Franco.

—Explicame el concepto de «tan mal que está perfecto», porque o es una o es la otra.

Franco señaló con su cabeza el cuaderno, Bruno lo tomó y comenzó a leer la lista que elaboró Evangelina.

—¿Esto lo escribió la chica? Porque tu letra de médico no es...

—Evangelina... O Eva, como quieras decirle —recalcó con oculta molestia porque lo sintió como un ninguneo—. Evi... —susurró finalmente—. Sí, lo escribió ella.

—No veo nada que no sepas... ¿Qué es lo que te preocupa?

—¿No te das cuenta, puber? Se nota que no tenés ni puta idea del producto. ¡Hay que hacerlos de cero! Esa mierda en forma de Orson no sirve más que para adorno.

—¿Orson?

—Un chanchito de la granja de Garfield, no sé... —refunfuñó—. Eva le puso ese nombre al POS de La Escondida. Desde ya te advierto que vas a perder guita, y jodete por no esperarme para lanzarlo al mercado .

—Te informo que nos jodemos los dos, la empresa es de los dos, y los dos comemos de ahí —puntualizó con ironía.

—Sí, pero la diferencia entre vos y yo es que a mí no me jodería salir a laburar como cualquier mortal y bajar mi estilo de vida si todo sale mal en algún momento, en cambio a vos no.

—Y me lo dice el que tiene puestas unas Nike que valen un salario mínimo —bufó aún más irónico.

—¿Y? ¿Te creés que me jodería comprarme una imitación? Te quiero ver a vos comprando trajes en Once en lugar de Armani. Así que por el bien de tu guardarropas y de tu estilo de vida, no hagas nada sin mi autorización en cuanto al POS se refiere.

Hicieron un silencio que fue roto por Bruno, ya más centrado.

—¿Te ayudo en algo de todo esto? No sé por dónde vas a empezar, pero decime si me necesitás para algo.

EvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora