¿Qué siente un hombre que lo tiene todo y lo único que le falta es un imposible?
Franco jamás conoció el amor verdadero.
Evangelina lo conocía a la perfección.
Una propuesta laboral. Una confusión. Una buena amiga y un enamorado luchando por sacar a...
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Lunes.
Primer lunes que Bruno se sintió chiquito mientras caminaba entre los escritorios de sus empleados, rumbo a su oficina en el entrepiso. Solía usar esos pasillos como una pasarela en la que desfilaba imponente, ojeando a quienes trabajaban y dejando saludos cordiales a cada paso. Sin embargo, esa mañana su cabeza apuntaba al piso, respondía los saludos murmurando, y sus piernas eran gelatina.
Sentía a flor de piel la incertidumbre de reencontrarse con Ismael luego de la noche de pasión del sábado.
Entró a su oficina, dejó su maletín, y se perdió observando a Ismael por la puerta entreabierta. Atento a su computadora, escuchaba música a bajo volumen, y cuando estaba juntando valor para enfrentarlo, el joven sonrió de lado cuando el intérprete de la canción que sonaba dijo «Ha empezado todo, era tu capricho. Yo no me fiaba, era solo sexo».
Ese mínimo acto reflejo de Ismael era el empujón que necesitaba para enfrentarlo esa mañana.
—Para mí no fue solo sexo, Ismael.
Ismael solo lo observó con mirada gélida, volvió su vista a la pantalla de la computadora.
—Es una canción, Bruno. No me rompas las pelotas que es temprano, ¿si? —Tomó una hoja de su escritorio y se la extendió—. Estas son tus reuniones de hoy, decime si necesitás que te acompañe a alguna, sino me voy con Franco que me pidió una mano para seguir retirando terminales.
Bruno no podía creer la transformación de Ismael, mucho menos después de lo cariñoso que había sido con él al despedirse la madrugada del domingo.
—¿Te arrepentiste de lo que pasó el fin de semana? —preguntó en voz baja, algo avergonzado.
—La verdad que sí, obviamente era mejor plan quedarme mirando una película en calzones en el living de mi casa, sin embargo tuve que jugar a la enfermera con mi jefe. Como si fuera poco verte la cara de lunes a viernes, ahora también tengo que andar limpiándote el culo los fines de semana.
Bruno tomó asiento frente a él, y se recargó sobre el escritorio para quedar lo más cerca posible de él.
—¿Qué mierda te pasa? ¿Dónde quedó el Ismael que me abrazaba y me acariciaba la noche del sábado?
Ismael replicó la posición de Bruno, acercándose aún más sobre el escritorio.
—No está. ¿Acaso no era eso lo que querías? Solo estoy haciendo lo que me pediste el sábado, así que si hoy no me necesitás, dejá de romperme las pelotas para poder hacer lo que me pidió Franco.
Ismael volteó su computadora y le mostró el listado de comercios en zona norte a los que debía ir a retirar las viejas terminales de cobro.
—No te necesito —admitió—. Aunque sí te necesito conmigo —sonrió de lado.