¿Qué siente un hombre que lo tiene todo y lo único que le falta es un imposible?
Franco jamás conoció el amor verdadero.
Evangelina lo conocía a la perfección.
Una propuesta laboral. Una confusión. Una buena amiga y un enamorado luchando por sacar a...
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—Y se me acaba de juntar el ganado —bromeó Franco, como si hubiese leído sus pensamientos—. Bestie de la infancia, te presento a mi bestie de la adultez.
Evangelina sonrió algo incómoda, expectante a las palabras y el lenguaje corporal de Julieta.
—¡Que bueno! Carne fresca para contarle un montón de anécdotas vergonzosas de tu infancia.
—No seas hija de puta, Ju —bromeó Franco entre risas.
Evangelina saludó a Julieta con un ruidoso beso en la mejilla, mientras suspiraba aliviada por había pasado exitosamente la prueba de fuego de la amiga más influyente en la vida de Franco. Y tuvo la última certeza cuando Julieta la tomó de la mano para llevarla a su habitación, aquella que fue de los gemelos hasta que abandonaron el hogar de nacimiento.
Lo que Evangelina desconocía era que Julieta, con sus acciones, intentaba que ella se enamorara de su amigo, aunque eso implicara romper su corazón en mil pedazos. Lo conocía en demasía, Franco tuvo muchas novias en su juventud, pero la única mujer que había pisado esa casa había sido Pilar.
Que Evangelina estuviera esa noche allí, solo significaba una cosa: Franco estaba enamoradísimo de ella.
—Guau... Esta pieza quedó detenida en el tiempo —exclamó Evangelina boquiabierta—. Igualita al piso que ahora tienen en Puerto Madero —ironizó.
—Ese fue Bruno —agregó con seguridad—. Franco quería algo más austero en algún barrio tranquilo de capital, pero en parte tenía razón... Quedaban muy expuestos si se mudaban a donde Fran quería.
Ese simple comentario, dejaba en evidencia cuánto los conocía Julieta. Evangelina volvió a incomodarse, así que decidió poner las cartas sobre la mesa.
—¿Te puedo preguntar algo con todo el respeto del mundo? Y quiero que seas sincera.
Julieta la observó confundida.
—Pero sí, decime.
—Me odiás en secreto, ¿no es cierto?
—¿Y por qué te odiaría si recién nos conocemos?
—En persona —aclaró—. Franco te habló mucho de mí, de que...
Julieta entendió sus palabras, boquiabierta y con la mirada perdida, y afirmó con la cabeza.
—A ver. Lo he visto borracho, en ese estado me ha llamado Eva, y hasta pronunció tu nombre dormido, y sí. Sé cuánto te ama y lo frustrado que estaba el día que se enteró que estabas casada. Incluso te defendí, le dije que no juzgara lo que pasaba dentro de tu pareja cuando afirmaba que no eras feliz en tu matrimonio. Pero en el corazón no se manda, no fue tu culpa que él se enamorara de vos.
—¿Estás enamorada de él? —escupió sin anestesia—. Vi tu carita cuando me encontraste en el living, porque si es así me toca a mí el trabajo de hacer que...