¿Qué siente un hombre que lo tiene todo y lo único que le falta es un imposible?
Franco jamás conoció el amor verdadero.
Evangelina lo conocía a la perfección.
Una propuesta laboral. Una confusión. Una buena amiga y un enamorado luchando por sacar a...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
—Buen día, chicos.
Franco estaba tan enojado con Alan que no escuchó su saludo, y se sorprendió cuando el joven lo saludó con un efusivo beso en el cachete, al cual no respondió.
—Ay, llegaste justo. Voy a llamar a tu papá, ¿querés que lo ponga en altavoz así te recaga bien a pedos ahora y te sacás el problema de encima?
Los ojos de Evangelina y Patricio no podían estar más abiertos, y es que ninguno esperaba ver a Franco así. Una mezcla de furia y parsimonia, claramente intentando mantener la calma para no armar un espectáculo ante los pocos clientes que había a esa hora.
—¿Qué decís, Franco? ¿Qué te pasa? —preguntó Alan con voz temblorosa, soltando una risa nerviosa para ocultar la mueca de pánico.
Porque aunque se lo notara tranquilo, era más que evidente que estaba enojado.
—Me enteré que no cumpliste tu parte del trato, así que yo voy cumplir mi parte. No hiciste ni un cuarto de lo que hace Eva, entonces no me queda otra que hablar con tu papá para que me gestione un reemplazo para el viernes.
—¿Quién te dijo eso? —insistió.
—Yo se lo dije, Alan —confesó Patricio con calma, envalentonado luego de saber que para Isidro, el verdadero y actual dueño, era un empleado intocable—. El viernes fue un quilombo y vos no hiciste un carajo, te pelotudeaste todo.
—No fue tan así, si estuve cobrando toda la mañana... —se defendió.
Y mientras Patricio y Alan tenían su pequeña discusión, con Evangelina oficiando de árbitro, Franco no dejaba de ver las cámaras de seguridad dentro del local. Comenzó a reírse discretamente, en vano. Un silencio se hizo en la barra, todos quería saber por qué Franco había mutado del enojo a las risas.
—Alan, en serio —musitó, todavía entre carcajadas—. No me hagas revisar las cámaras de seguridad, porque con lo poco que te conozco me basta para creerle a Patricio, así que vamos a hacer una cosa. Voy a confiar en vos, y no le voy a decir nada a tu viejo. Pero si el viernes me llego a enterar que de nuevo te pelotudeaste todo, no solo no hay pago, sino que también voy a tener una larga charla con Isidro. ¿Estamos de acuerdo?
Alan asintió ocultando la pizca de vergüenza que Franco le hizo pasar delante de sus empleados. No tenía ánimos de que el hombre, por más poderoso que fuera en el mundo de los negocios, lo siguiera rebajando de esa manera, y mucho menos dentro de su local. Aclarado el asunto, cada uno siguió con lo suyo y esperó a que Evangelina le entregara los dibujos antes de retirarse.
—Me encantan, Eva —expresó mientras pasaba las hojas con cuidado de no dañarlas—. Ya mismo los mando a digitalizar, así los ves el viernes ya puestos en el menú de inicio.
—¿Y qué voy a hacer el viernes? Ya viste que no ayudé mucho más que eso.
—Estás equivocada —la corrigió con un dedo en alto—. Ahora mismo tengo a todos los chicos trabajando en todo lo que remarcaste la semana pasada, vos tiraste las ideas y ellos se están encargando de materializarlas. Así que prepará esos deditos porque el viernes te la vas a pasar cobrando ventas ficticias.