¿Qué siente un hombre que lo tiene todo y lo único que le falta es un imposible?
Franco jamás conoció el amor verdadero.
Evangelina lo conocía a la perfección.
Una propuesta laboral. Una confusión. Una buena amiga y un enamorado luchando por sacar a...
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Con la llegada de Alan para cubrir la caja, Evangelina y Franco estaban listos para comenzar a trabajar a fondo en el proyecto. A pesar de que era casi el mediodía, se sentaron con dos cafés en la misma mesa en que firmaron el pseudo contrato con Isidro, la más alejada del ajetreo del restaurante. Franco sacó su laptop, y un cuaderno rosado con el logo de Chanchi en la cubierta que explotaba de papeles entre la hojas. Buscó una página en blanco y se lo arrimó a Evangelina, acto seguido, colocó el POS en el centro de la mesa.
—Como te dije a la mañana, lo primero que quiero que hagas es destrozar este aparato horrendo. Vas a ir anotando las cosas que definitivamente se tienen que ir, para empezar a pulirlo.
—Creo que ni siquiera tengo que mencionarte que lo primero que se tiene que ir es la forma de chancho. Entiendo que es el estandarte de tu marca, pero ya es suficiente con el rosado que le metieron a todo el merch... —Evangelina cerró levemente el cuaderno para mostrar la tapa, mientras levantaba la lapicera, también rosa—. Sinceramente, asquea un poco tanto rosa.
—Respecto a la forma, la mujer que atendí en la mesa esta mañana me dio una idea para reutilizar todas estas unidades. Me dijo que quizás podían verse bien en tiendas infantiles, y estoy pensando en retirar estos trescientos que se vendieron, y darles el nuevo modelo en reemplazo. A estos los reciclo instalándoles el software final, y los pongo a la venta apuntando a ese tipo de comercios. Así que cuidalo, porque cuando tenga el nuevo modelo me lo llevo.
—Ay, no... Yo ya le había puesto nombre. —Evangelina tomó la terminal y la acunó, como si fuera un cachorrito—. Mi Orson.
—Pensé que le ibas a decir Peppa Pig, como lo llamó el hijo de la mujer de la mañana. ¿Orson? ¿De dónde sacaste ese nombre?
Evangelina lo observó confundida, sin soltar la terminal.
—¿Cuántos años tenés?
—Treinta, ¿por qué?
—Guau... No te lo tomes a mal, pero te daba mi edad. Orson es el chanchito de La Granja de Orson, de Garfield. Lo miraba cuando era chica, era mi caricatura preferida.
—A ver, ahora sorprendeme a mí. ¿Cuántos años tiene, señora anciana? Si se puede decir, por supuesto, no quiero que...
—Treinta y cinco —soltó despreocupada.
—Ahora soy yo el que espera que no te tomes a mal el hecho de que parecés diez años menor.
Evangelina se sonrojó, si bien estaba acostumbrada a que le dijeran que parecía mucho menor, nadie le había dado una edad de referencia. Dejó la terminal sobre la mesa haciendo un puchero, un gesto que Franco comenzaba a notar repetido en ella, y lamentablemente, también le parecía terriblemente adorable.
—No te preocupes —continuó pasando por alto esa sensación que lo atacaba cada vez que Evangelina hacía puchero—. Cuando terminemos con todo esto, le repongo el POS a Isidro y este te lo regalo así, sin reacondicionar, como recuerdo de esta aventura. Te lo ponés de adorno, no sé... Es tuyo, así que cuidalo porque va a ser una unidad única.