¿Qué siente un hombre que lo tiene todo y lo único que le falta es un imposible?
Franco jamás conoció el amor verdadero.
Evangelina lo conocía a la perfección.
Una propuesta laboral. Una confusión. Una buena amiga y un enamorado luchando por sacar a...
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—A descansar —ordenó Evangelina con un dedo en alto, en cuanto se quedaron solos luego de la partida de Bruno e Ismael.
—¡Las pelotas voy a descansar!
Franco subió a Evangelina a horcajadas y comenzó a besarla con desesperación. La llevó hasta el lugar más cercano que encontró, que fue la cocina, y la sentó sobre la barra mientras no le alcanzaban las manos para acariciarla sobre la ropa. Cuando Evangelina comenzó a gemir con tan poco, decidió avanzar un casillero más.
—¿Me dejás ser más egoísta que la última vez? —pidió jadeando sobre su boca.
—¿Podés ser más egoísta?
—Ahora soy tu prometido, y mi egoísmo es ligeramente distinto. Si te sentís incómoda me decís y paro, ¿si?
Evangelina asintió desesperada, y Franco le quitó el jean casi de un tirón. Corrió ligeramente su ropa interior y hundió la cabeza entre sus piernas. Evangelina clavó sus uñas en las manos de él, apoyadas en los muslos de ella, y supo que iba por buen camino.
—Pará, por favor, pará.
Franco se alejó rápidamente, y Evangelina se quitó la ropa interior, se abrió de piernas hasta donde le permitieron las articulaciones, y lo invitó a seguir en su labor. En esa posición no pudo aguantar por mucho tiempo, y se rindió en un rugido que rebotó en todo el departamento.
De inmediato, Franco volvió a su boca, y cuando la alzó para llevarla a la cama Evangelina lo detuvo.
—Me toca a mí, bajame.
—Mi amor, no. No tenés que hacerlo si no querés.
—Nunca lo hice, y quiero hacerlo. Desde el finde pasado que tengo ganas, pero me daba vergüenza. ¿Puedo ser yo la egoísta?
Franco solo se apoyó contra la mesada, y dejó que ella hiciera todo el trabajo. La separó cuando sintió que estaba a punto de explotar.
—Me vas a dar lo que es mío —exigió ella, acariciando su pecho por debajo de la remera para luego quitársela—. Mañana lo resuelvo con una pastilla.
—De ninguna manera.
Franco la volvió a subir a horcajadas y la llevó hasta la habitación, allí se protegió, y luego terminó lo que él mismo había empezado, a medio vestir, así como estaban: ella sin nada debajo, y él con el jean abierto y en cueros, sentados sobre la cama. Permanecieron unidos besándose un largo rato, hasta que fue Franco el que se separó, y luego de buscar la ropa interior de Evangelina, hizo un espacio para charlar de algo que lo inquietaba.
—Evi. Antes de seguir con esto quiero que dejemos algo en claro. Te lo repito de nuevo, quiero que tu maternidad sea planeada. Nada me haría más feliz que tener un hijo con vos, pero este no es el momento —explicó mientras acariciaba su cabello—. Tu divorcio ni siquiera arrancó, y si llegas a quedar embarazada de mí en el medio del proceso, Daniel lo puede usar en tu contra.