Habían pasado dos días desde que Franco se había ido de imprevisto a Uruguay, y a Evangelina ya se le hacía cuesta arriba mantener la sonrisa forzada. Algo que Dae-myung nunca creyó.
Como sabía que Evangelina era reservada con sus emociones, y que no hablaría a menos que estuvieran a solas, inventó un espacio de reunión en una sala apartada.
Llegada la hora, Evangelina lo observaba confundida cuando Dae-myung no iniciaba la conversación.
—Demi... ¿Qué es esto? ¿Querías revisar algo conmigo? ¿El estado de los paquetes Eva? Me asusta un poco que solo hayas puesto «Eva» en el asunto.
—A vos te quiero revisar —soltó pícaro—. ¿Me vas a contar qué te paso en la semana de las fiestas? No te creo nada ese buen humor fingido, y me preocupa.
Evangelina pasó por tres estados en un minuto: la risita incrédula, el puchero, y finalmente el llanto.
—Eva... —bufó Dae-myung mientras se acercaba a abrazarla—. ¿Pasó algo en la cena con tus padres? Se tomaron a mal tu divorcio, ¿no?
—Además... Ya me había olvidado de eso.
—¿Daniel?
—En parte.
Le quedaba una última opción, que comenzaba a ser probable, teniendo en cuenta lo del lunes.
—¿Franco?
Dae-myung se sintió respondido cuando Evangelina comenzó a llorar con más fuerza.
—Puedo contarte lo que pasó, si me jurás que no va a salir de esta sala. Si alguien del equipo se entera, no sé con qué cara los miraría. Generalmente, son cosas que suelo hablar con Ismael, pero hasta la semana que viene no vuelve, y de verdad necesito saber si estoy en lo cierto, o me equivoqué.
—Claro, Eva. Ya sabés que soy reservado, podés confiar en mí.
Evangelina se limpió con un pañuelo descartable que traía en su bolsillo, el mismo que usaba para limpiar las lágrimas que involuntariamente se le escapaban y culpaba al aire acondicionado. Cuando pudo ordenar todo lo vivido durante la ausencia de Dae-myung, comenzó a relatar partiendo desde el rescate en la cena con su familia, hasta el momento en que abandonó su departamento como una criminal. Omitió los detalles del fogoso fin de semana con Franco, pero sí le dio a entender que habían estado juntos.
—En base a tu cultura oriental, seguramente estás pensando que soy una zorra por meterme con otro hombre estando todavía casada con Daniel. Y lo acepto.
—Vos también estás enamorada de él —soltó en un susurro, atropellando las palabras.
Evangelina lo miró perpleja, enarcando una ceja.
—No, y por eso me alejé. El amor que tengo para darle no está a la altura del suyo, y no lo merece.
—Vos porque no te ves, yo sí te veo y ya me quedó clarísimo.
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Eva
Romance¿Qué siente un hombre que lo tiene todo y lo único que le falta es un imposible? Franco jamás conoció el amor verdadero. Evangelina lo conocía a la perfección. Una propuesta laboral. Una confusión. Una buena amiga y un enamorado luchando por sacar a...