Ciento tres

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Evangelina se despertó por las convulsiones en el pecho de Franco y temió lo peor, hasta que al reincorporarse pudo ver que en realidad estaba muerto de la risa con lo que veía en la televisión

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Evangelina se despertó por las convulsiones en el pecho de Franco y temió lo peor, hasta que al reincorporarse pudo ver que en realidad estaba muerto de la risa con lo que veía en la televisión. Se quedó estática al verse a los gritos en televisión nacional.

—Mi amor... ¿Qué es esto? —Franco no podía contener las risas—. ¿Qué hiciste? Es buenísimo. Lo hiciste mierda en su propia emisora, me encanta.

—Ay, que vergüenza —se lamentó cubriéndose el rostro con una mano—. Daniel tenía razón, parezco una ridícula psiquiátrica.

—¿Me estás jodiendo? No hay mayor muestra de amor para mí que esto que hiciste. Dijiste en televisión nacional que estás enamorada de mí, que pronto nos vamos a comprometer, y lo dejaste a él como un machista y cavernícola. Conociendo a los dueños de la emisora, te aseguro que lo rajaron. ¿Querés ver?

Evangelina asintió poco convencida, y Franco busco en el on demand la última emisión del noticiero central. Y el lugar de Daniel estaba ocupado por otro periodista deportivo.

—Mierda, Demi tenía razón. Lo rajaron.

—Me quedo tranquilo de que no solo me hiciste mierda a mi, también a Daniel. El problema es que lo suyo no tienen retorno.

Cuando Evangelina vio la hora en la pantalla del televisor, recordó que todavía no había avisado en el grupo de WhatsApp que Franco había despertado.

—¡Tengo que avisarle a todos que estás bien! —exclamó preocupada, levantándose de la cama.

—Tranquila, ya lo hice yo.

Franco tomó su teléfono ya cargado de la mesita de luz, y le mostró la selfie que sacó con ella durmiendo en su pecho. Evangelina también lo había agregado al grupo, previendo que lo usarían a largo plazo.

—¿Te levantaste de la cama? —le recriminó—. Yo lo dejé cargando ahí sobre el sillón.

—Lo vi enchufado cuando te dormiste, y se lo pedí a la enfermera cuando llegó a revisarme.

—Ay, que vergüenza. Y yo acostada encima de tu pecho. ¿No te dijo nada?

—¿A mí me van a decir algo? Cuando quiero puedo ser peor que Bruno, pero no. Ya sabe que sos mi prometida, la escena le causó ternura. Me dijo que a media mañana me dan el alta, sabes lo que eso significa, ¿no?

—Que tenés que descansar —le recrimino.

—Y lo acepto, pero con vos en mi cama.

—Va a estar medio difícil —dijo, desviando la mirada—. Bruno ya volvió, y la de año nuevo no la vamos a poder repetir porque tenés que recuperarte, y no vamos a estar solos.

—Bruno se va a Barracas la mitad de las noches.

—Sí, pero ahora se van a casar, y sinceramente no lo veo a tu hermano viviendo como un asalariado en Barracas, así que vas a tener compañía. Y casado, casa quiere... En cualquier momento te desaloja.

EvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora