Desligue ancestral

4 0 0
                                    

La tensión en el combate se podía palpar. Tanto los vengadores como los alolianos estaban a la expectativa. Kaudan se apresuró a dar una orden:
-Avalancha.
-Garra metal.
Con sus puños recubiertos de metal mi pokémon destruyó las rocas que le caían encima. Hubiera querido que todas, pero unas cuantas lo golpearon. Harto de eso, Lizardon extendió sus alas para librarse de todas las rocas.
-Lanzallamas.
El disparo ígneo envolvió al Hariyama, pero este se cubrió y encima había preparado algo.
-Debes tener más cuidado con esos ataques tan imprudentes. – Éramos oponentes pero no podía evitar darme un sermón. – Hariyama, Contador.
El pokémon enemigo comenzó a concentrar energía, no podía permitirlo.
-Mega puño.
Envolviendo su garra en poder, mi Charizard voló contra el Hariyama a gran velocidad dándole un golpe directo en el rostro, no obstante, no le hizo nada. Hariyama, que apenas si había movido su cara con el impacto, la regresó para mirar a Lizardon.
-No puede ser.
Exclamé, y Kaudan me respondió con ironía.
-¿Acaso eso fue un ataque de lucha? Esto es un verdadero ataque, ¡Puño certero!
Con una potencia desmesurada, tanto que la onda de choque me llegó incluso a mí, Hariyama golpeó a Charizard justo en el estómago. Mi pokémon tosió fuego a causa del impacto y rugió en dolor, pero Hariyama aún no terminaba.
-Empujón.
Con sus palmas comenzó a impactar en repetidas ocasiones a Lizardon. Debía hacer algo.
-Garra metal, úsalo para cubrirte.
Ordené, pero mi Charizard estaba demasiado golpeado para hacer algo.
-Haz lo que te digo Lizardon.
Le grité, y mi pokémon hizo un esfuerzo para cubrir sus garras en metal y resistir un par de empujones. Eso le sirvió para tomar un respiro y retrocedió, no obstante Hariyama utilizó sus enormes manos para atraparlo por la cola.
-¡Lanzallamas!
A mucha menor distancia que antes, aprovechamos para impactarle un Lanzallamas directo en la cara, no obstante lo resistió y comenzó a girar a Lizardon por la cola.
-Sas, con esas llamas jamás podrás herir a Hariyama. – Me advirtió Kaudan, para luego concluir. – Tú error fue creer que ganarías si te acercabas. Ahora sufre las consecuencias: ¡Movimiento sísmico!
El pokémon del Kahuna estrelló al mía contra la tarima haciéndola pedazos. Era alta, así que Lizardon cayó hasta el fondo fuera de nuestras vistas.
-Al final, sí destruiste la tarima.
Exclamé. Se veía en la cara de los alolianos las ganas de gritar en victoria. Mientras que las de mis compañeros estaban serias. Pero yo extendí mi mano al frente, con mis dedos preparados para chasquearlos, y les adelanté:
-No se preocupen, esto aún no ha acabado.
Todos me miraron con confusión. Kaudan se limpió algo de sudor de la frente y cuestionó:
-Terminó, vencí a tu pokémon…
-Tu estrategia se basaba en que tú pokémon resistiera los golpes más que el mío, ¿no es así? –Le cuestioné? – Si quieres ser un verdadero protector, debes salir al frente a pelear cuando los tuyos sufren. Ya que no lo haces, me pregunto sí tu pokémon será capaz de resistir esto.
Y chasqueé los dedos. De las cuatro esquinas de la tarima salieron columnas de fuego, que con velocidad rodearon a Hariyama usando la madera de las estructura como combustible. El pokémon trató de protegerse del fuego, pero lo envolvían por todas partes. Y ahí fue cuando, Lizardon reapereció volando desde las llamas hasta el cielo.
-Lizardon y yo somos amigos del fuego, haremos arder todo lo que nos impida avanzar.
Cuando dije esas palabras, mi Charizard lanzó un Lanzallamas contra Hariyama que combinado con la tarima lo abrasó por completo. Al final, las llamas se disiparon revelando mi victoria ante el kahuna.
Levanté mi puño en victoria en mis amigos vitorearon un poco. Al menos lo hicieron Karin y Lizzi.
Kaudan regresó su pokémon a su pokebola y se colocó en cuclillas mientras miraba su pokebola. Miré a los alolianos, todos tenían sus rostros desencajados. Nate se acercó a mí y me susurró:
-Esto es lo que se llama pisotear los deseos de la gente.
Bajé mi puño y saqué a Croconaw para que apagara las llamas. Mi amiga castaña me ayudó con su Lapras, mientras me reclamaba:
-Prometiste que no quemarías nada.
-Prometí que no quemaría la ciudad.
Le respondí. Cuando apagué las llamas, vi la tarima hecha cenizas. Destruir las esperanzas de los alolianos atacando su pacifico pueblito, eso es lo que había hecho. Ahora que lo pienso, me pregunto si me veían de la misma manera en que yo vi a Kiba.
Como sea, yo venía tras algo más. Me acerqué a Kaudan y le dije:
-Tenemos un trato. Ahora dímelo.
Sonrió ligeramente:
-Eres implacable Sas. Tal vez tú eres lo que este pueblo necesita de verdad. – Se irguió en toda su altura superándome y me dijo. – Acompáñame, te diré lo que quieres saber.
Levanté el dedo y le indiqué a mis amigos que me siguieran. Fuimos hasta la choza del kahuna, y entramos todos. Era bastante rustica, pero hogareña.
-Tomen asiento.
Nos pidió y así lo hicimos. Se veía que recibía visitas con frecuencia, después de todo era la autoridad del lugar. Nos analizó con la mirada, hasta que le cuestioné:
-Bien, dígame Kaudan, que es lo que sucede en este lugar.
El empuñó su mano y golpeó la mesa de centro sacándonos de onda.
-Oiga, que rashos le suzede.
Le reclamó Scotty, pero Karin la tranquilizó.
-Pongan atención, niños. No sé quiénes son ustedes, de dónde vienen o qué es lo que quieren. Pero les hice una promesa, así que la he de cumplir. – Relajó sus facciones, se recargó en su silla y comenzó. – Por mucho tiempo me preparé para ser kahuna. Entrené desde muy joven, no solo con los pokémon, también en cuerpo y mente. Un día Tapu Koko me eligió para ser el kahuna . Creí que sería una oportunidad para servir a mi isla y a mi región, pero de a poco me di cuenta que todo estaba torcido. Los políticos de aquí, alcaldes y gobernadores no trabajaban para el pueblo exclusivamente, sino se subordinaban a otros intereses. Los de Teselia.
No pude evitar mirar a Karin y que ella me mirara de regreso. Escuché el suspiro de Morti, ya que al parecer era parecido a lo que le sucedió a Johto.
-¿Qué es lo que hizo Teselia?
Le pregunté. 
-Desde Teselia comenzaron a llegar varios soldados. Montaron sus bases, empezaron a reclutar a nuestros jóvenes y a investigar nuestros poderes ocultos. Sí fuera solo asuntos de políticos pude haber hecho algo para intervenir. Pero entonces entraron ellos.
Se tomó un segundo para pensarlo. Como sí pensara en realmente decírnoslo. Si era algo tan secreto, entonces solo podría ser…
-¿La orden de la flor?
Me miró con incredulidad.
-Lo sabes… -Miró al resto y exclamó. – Todos lo saben. ¿Cómo es que lo saben?
-Eso no es importante. –Se adelantó Morti. – Si indagas lo suficiente, ningún secreto está a salvo. Menos si se trata de una orden que se encarga de resguardar a la familia real.
-Cuando fue nombrado kahuna supe de ellos. Pensé que era nobles caballeros, pero un día vinieron a buscarme. Al igual que ustedes hicieron preguntas sobre Tapu Koko, y me pidieron discreción sobre las actividades que ellos iban a realizar. Eso poco antes de iniciar la guerra. De a poco me enteré que estaban metidos en muchos lados. Su poder es abrumador, no solo el de sus pokémon, sino también el de su influencia.
-¿Pero por qué no desconfió de ellos, Kaudan? – Le cuestioné, pero Karin se adelantó a responderme.
-Es porque anteriormente los tapus tenían una gran relación con la realeza de Alola.
-Tu amiga tiene razón, Sas. Creí que la voluntad de la orden de la flor era la voluntad del rey, pero jamás imaginé que algo tan terrible como lo que descubrieron estuviese sucediendo. – Aclaró Kaudan con la mano en su rostro, pero se la quitó revelando una fiera mirada. Se puso de pie y exclamó. – Pero como Kahuna no puedo permitir que eso siga sucediendo. Ahora pondré mi empeño en evitar que la Orden de la flor y cualquiera siga dañando ésta isla.
Me alegraba por él, pero necesitaba la información.
-Kaudan, me alegro por usted, pero ¿cómo encuentro a la Orden? ¿Cómo detengo a quien ordenó estas cosas tan horribles?
Percibí la mirada pesada de Karin y la sonrisa de Nate. El rostro de resolución que mantenía  adquirió un extraño brillo.
-Sas, ¿Acaso piensas ir a enfrentarlos? – Asentí. –Eres valiente, e imprudente. Quisiera acompañarte, pero como viste en nuestro enfrentamiento anterior, yo aún no estoy dispuesto a entregarlo todo. Todavía tengo que proteger ésta isla, no puedo ir por ahí buscando venganza. Por otra parte, la Orden de la flor es difícil de encontrar, se mueven entre las sombras de muchas partes.
-Pero, ¿tiene una pista de ellos?
Le cuestioné, a lo que él respondió sentándose.
-Muchacho, claro que la tengo.

Pokémon: La guerra de KantoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora