¿La última batalla?

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Me vestí mi chaqueta roja, con cuidado de que el escudo de Kanto quedara claro. En mis manos coloqué los guantes con las iniciales "F. F." que papá me regaló. Con dudas, enfunde mi espada y me la cargué. Acomode mi cabello que ya estaba un poco largo. Tome a mis pokémon que se hallaban en sus cápsulas, los miré y les dije:
–Amigos. Gracias por todo lo que han hecho. Les pido que me ayuden, una vez más.
Sentí un leve calor, como si me respondieran "Si". Entonces, una a una coloqué mis pokebolas en mi cinturón. Pikachu. Rockruff. Snorlax. Croconaw. Y Lizardon.
Salí de la casa para encontrarme con los soldados en fila, todos con el escudo de Kanto, contemplando a Sabrina, Lance y Koga, quienes se paraban imponentes al frente de todos. La psíquica siendo altanera, Lance serio y Koga entre las sombras. Tal vez yo debería estar entre ellos. Pero no quería. Prefería terminar esto como lo empecé. Como un chico que sin darse cuenta ni pensarlo mucho se levantó para defender a su región. Un simple soldado más. Así que por ello me formé entre los demás. Los comandantes daban indicaciones de los planes de ataque, pero como a mí me dijeron que podía hacer lo que quisiera, no puse atención. Además eso ya me lo sabía al derecho y al revés.
Respiré para calmar mis nervios. Mis ansías de vengarme no eran tantas, ni mi miedo a terminar con mis enemigos. Claro que había odio, pero ese lo tenía reservado. Lo que me movía ahora era la genuina voluntad de proteger Kanto, a su gente. Mi gente. Recordé por un segundo a todos aquellos que no pude proteger, cuantos cayeron en tantas batallas. Apreté el puño de frustración, pero entonces alguien me tomó de la muñeca. Me giré. Era Karin. Sus ojos castaños me miraban apaciblemente. Vestía la chaqueta azul, la pañoleta amarilla y el collar que le habría regalado Jaden. Volteó al frente, donde se daban las instrucciones, y me preguntó.
–¿Qué haremos?
Le dediqué media sonrisa.
–Recuperar Ciudad Carmín y salvar Kanto, ¿qué no es obvio?
Soltó una risita, y me contestó.
–Veo que ya eres todo un soldado.
–Tu también lo eres. -Respondí. - Aunque ya era hora, hace meses que nos nombraron.
No nos mirábamos, únicamente al frente. Estaban diciendo que un edificio junto al mar podría ser la base del hace poco nombrado Teniente Surge. Eso llamó notablemente mi atención, tanto que mi amiga se dio cuenta.
–Es una completa locura. Si vas y Surge te ve intentará acabar contigo. Te has puesto demasiadas veces en su camino.
–Quizás por eso mismo deba ir.
Concluí. Ella presionó con más firmeza mi muñeca. Y ahí, finalmente nuestros comandantes concluyeron.
–Escuchen soldados, ésta podría ser la última batalla en esta guerra, la que libre a Kanto de la invasión. -Aseguró Koga.
–Cada uno de ustedes posee su ser, un par de manos, dos piernas, una mente y un corazón. Entreguen todo eso. Porque aún así les quedará bastante. Su hogar, su tierra, sus recuerdos, el futuro. Sus amigos. Y no solo sus semejantes, en especial los pokémon. -Mis pokebolas comenzaron a vibrar, igual que las de Karin, igual que las de todos. Todo gracias al comentario de Sabrina. - Esas maravillosas criaturas que están siempre a nuestro lado sin las que no seríamos nada, que colocan nuestros sueños al alcance de nuestras manos. Que sincronizan sus sentimientos con los nuestros para lograr milagros, por eso y más luchen una vez más.
Jamás había visto a Sabrina tan apasionada, aunque lo disimuló sacudiendo su cabello. Tras esa capa de mujer fría y seria, había una excelente persona. Lance levantó su mano empuñada y con ella golpeó su pecho para gritarnos.
–Por nuestros seres queridos. Por amigos y familiares. Padres, madres, hijos, hermanos. Por nuestros queridos pokémon. ¡Por Kanto!
–¡Por Kanto!
Me zafe del agarre de la castaña para golpear mi corazón con mi puño. Ese corazón que latía por mis seres queridos. Bajé de regreso mi mano, y tomé la de mi amiga, entrelazando nuestros dedos.
–Marchemos.
Me pidió, ya que nuestro avance iniciaba. Seguí su paso, pero noté algo en su rostro, así que le señalé.
–¡Vaya! Espero que no se arruine nuestro andar, porque parece que ha comenzado a llover.
Me miró y antes de que pudiera argumentar que no caía ni una sola gota del cielo, sintió sus mejillas húmedas... por sus lágrimas. Con su mano libre se las secó mientras que me decía.
–No está lloviendo.
–Si lo está.
Le juré. Si no, ¿por qué mi rostro estaría empapado también?
Unas horas más tarde, ya estábamos a las puertas de Carmín. Ocultos entre la hierba alta, avanzábamos a pequeños pasos. Incluso los pokémon salvajes comprendían nuestra discreción. Se suponía que Bruno ya estaría sobre la Ruta de pesca y que Aníbal y quien sea que le ayudase estarían cubriendo el Túnel Digglet, aunque siendo sinceros esa opción no era nada confiable. Si no pregunten a mi Pikachu.
Rompimos un poco las filas. Busqué a Lizzi con la mirada, y estaba con Sabrina. Bien por ella. Luego indague por Nate. No lo había visto desde que se despidió cuando Karin ella volvió. No perdía la esperanza de que apareciera, pero igual no me hacía muchas ilusiones. Era impredecible.
–¿No has visto a Nate?
Le pregunté a mi amiga. Ella estaba un poco distraída.
–Ño. -Respondió y señaló al cielo. - Está nublado. Podría llover.
–Eso es malo.
Si alguien se aprovecharía de eso sería Surge y sus maquinas pararrayos.
–No importa. Debemos deshacernos de su artillería antes de que tenga oportunidad de usarla.
Sonaba bastante lógico y sencillo, pero una cosa era decirlo y otra hacerlo.
Sabrina levantó su puño indicando detenernos. Y tenía razón. Frente a nosotros aparecieron hileras de púas electrificadas. Una de sus trampas. Y la siguiente apareció al instante. La hierba que presumimos libre de peligros reveló numerosos soldados vestidos de ropas de camuflaje, sacando numerosos pokémon. No había duda, eran teselianos. Atacantes a distancia, no muy certeros pero sí masivos.
–¡Cubranse todos!
Grité a la vez que me agachaba. La castaña hizo lo mismo. Prácticamente estábamos en una emboscada. Una que se perpetuaba más a cada segundo.
–¡Ya estoy harto!
Ladré y me busqué un patrón para hallar de donde venía la mayoría de los ataques. Lo encontré y lancé allí mi pokebola:
–Snorlax, Golpe cuerpo.
Mi enorme pokémon cayó sobre los entrenadores, abriendo un hueco que Lance aprovecharía:
–Dragonite, Hiperrayo.
Destruyó una parte de las púas abriendo paso.
–¡Vayanse ya, yo me quedaré a cubrir aquí!
Sabrina asintió y casi todos la seguimos, unos cuantos se quedaron con Lance. Koga ya no estaba.
Traje a Snorlax de regreso para ponerlo en primera línea y que resistiera los ataques. Obvio no lo hacía solo, también algunos Gyarados, Onix, Ursaring, Donpham, Golem y el Alakazam de Sabrina al frente de todos formando un escudo psíquico para los ataques de Drugdriggon, Swanna, Klinklang, Accelgor y demás. No obstante pudimos quitarlos de enfrente hasta toparnos con la puerta de la ciudad. Eso no estaba ahí, obvio la construyeron. Snorlax y algunos otros fueron directo a estrellarse contra ella, consiguiendo unas cuantas abolladuras, nada impresionante.
–A un lado.
Ordenó Sabrina. Nos apartamos para que ella levantara su mano a la vez que su cabello se elevaba y sus ojos brillaban. Junto a Alakazam lanzó una onda que sacó volando la puerta. Era el momento. Saqué a Croconaw para que fungiera de escolta personal, mientras que Karin hizo lo propio con Buterffre. A toda velocidad nos atiborramos y entramos a la ciudad dando patadas y ataques. No obstante eso no bastaría. Una hilera de oponentes ya nos esperaba. Sabrina dio dos pasos al frente y levantando su puño gritó:
–¡Ataquen!
Todos se abalanzaron al frente, pero yo no y detuve a Karin.
–¿Qué haces?
Me cuestionó y yo le sonreí.
–Vamos por Surge.
Le pedí. Sabía más a menos donde estaba su base. Tras unos segundos de meditarlo, asintió. Corrimos a cierta distancia del bullicio, no obstante no por eso los enemigos dejaron de aparecer. Un Sawk y un Trho golpearon a Snorlax en el estómago causándole cierto malestar, sin embargo no pudieron hacerlo una segunda vez ya que mi pokémon los atrapó con sus garras y los finiquitamos con Cola dragón de Croconaw y Ataque ala de Buterfree. Una cuadra más adelante un enorme Garbodor se paró frente a Snorlax y lo sujetó. En fuerza física mi pokémon superaba a ese, sin embargo éste uso Onda tóxica con la que comenzó a ganar terreno. Pero yo no dejaría que las cosas siguieran así:
–Croconaw, Hidrobomba.
Con ese apoyo, Snorlax venció a la basura esa y la derribó. Por su parte, mi amiga y su mariposa acabaron con un Cinccino.
–Bien, ya estamos cerca.
Le dije. Y en efecto, otra cuadra más. Tras nosotros se libraba un aquelarre, pero aquí estábamos relativamente tranquilos. Corrimos a todo lo que pudimos, y vimos una construcción imponente y fortificada, en definitiva ese edificio era la base. Pero, había alguien al frente. Estire la mano para indicar que nos detuviéramos. La persona me parecía conocida. Entonces, notó mi presencia, sonrió y sacó a un Metagross.
–Eres tú de nuevo, insecto. O quizás prefieras, Saske.
–Eres Roht.
Exclamé. Mi amiga comprendió.
–El sujeto al que te enfrentaste antes  de partir a Johto, ¿cierto?
Asentí.
–El de los enviados de la luz.
Dio un paso al frente.
–Dime, ¿resolviste la situación en Johto?
Claro. Él me advirtió de algo.
–Eran los sujetos de ropas negras. -Dije a modo de cuestión.- Los que trabajaban para Máscara de hielo.
–No sé que sucedió. He estado encerrado desde que Camila me atrapó. -En verdad parecía que sí. Su  cabello estaba más largo, tenía ojeras y en general un aspecto desaliñado. - Ahora me dejaron salir con la condición de cuidar, pero no pienso obedecer en lo absoluto. Por eso es que dejé pasar al otro sujeto.
¿Otro sujeto? No investigue sobre eso, sino que respondí su duda.
–Máscara de hielo fue vencido. Un nuevo gobierno fue instaurado y los sujetos de ropas negras han desaparecido. Al parecer tenían una relación con los Unown, ¿no es así?
–Por supuesto. Si no, no serían los Unovers.
–¿Unovers?
Soltó mi amiga intrigada. Roht realizó un estiramientonde brazos y me dijo con tono amenazante.
–Con eso es suficiente. Te recuerdo que la misión que me encargó mi señor Gray es atraparte y hacer que te unas a los enviados de la luz.
–Deja ya eso. -Le reclame. - He hablado con Gray. El mismo acordó dejarme en paz.
–Mentiras. -Argumentó. - Yo acepte el trato para poder escapar y volver al servicio de mi señor Gray. Esperé un poco para analizar la situación, y ya que tuve la suerte de encontrarte no te dejare ir.
No tenía sentido tratar de razonar con él.
–Karin, adelantate un poco. Me haré cargo de este sujeto.
Ella dudó un segundo, pero corrió dejándome a solas con Roht.
–Cuidate.
Susurramos a la vez. La vi entrar en la base. Entonces tuve una idea.
–Si te venzo me responderás una pregunta. Es lo justo, ya que existe condición para mi derrota.
–Esta bien. Pero no te preocupes, cuando seas un enviado de la luz posiblemente tu cuestionamiento sea contestado.
Así quedamos. Veamos, ¿a quién usaré? Ya sé.
–Regresen. -Pedi a Snorlax y Croconaw para tomar otra pokebola. - Ve, Lizardon.
Mi lagartija apareció en el campo de batalla, y de inmediato reconoció al oponente que lo había hecho evolucionar. Aquella vez tuvimos muchas dificultades para derrotarlo. Quizás ahora las cosas hubieran cambiado un poco.
–Lizardon, Garra metal.
–Metagros, Puño Bala.
Su pokémon fue más rápido que el mío, derribándolo sin que pudiera dañar al pokémon de acero.
–Una vez más.
Ordené, y el contestó de la misma forma. Pero previne eso, haciendo que mi lagartija se arrojara al suelo esquivando el ataque y encima le propinara un Furia dragón por debajo que le dejó un par de heridas. No quería que viera aún la fuerza de nuestro fuego.
–Una vez más.
Nuevamente cargó el Garra metal y se arrojó contra su oponente, quien considero que estaba a una menor distancia y otra vez intentó el Puño bala, pero mi Charmeleon estaba mejor plantado así que no lo derribó sino que lo retuvo y le propinó otro Furia dragón que lo alejó y le causó aun más heridas.
–Basta de tonterías, Psíquico.
Con la onda mental arrojó lejos a mi pokémon, y en cuanto se levantaba:
–Disparo espejo.
Un rayo de energía reflectante golpeó a mi pokémon tirándolo al suelo.
–Psíquico de nuevo y acabalo.
Cuando se levantaba le dio otro Psíquico para detenerlo, y con el Puño bala lo golpearía, pero la lagartija detuvo el ataque con su garra.
–Voto fuego.
Atrapé al Metagros entre las tres columnas de llamas. Roht, tenía cara de no entender, así que le explique.
–Tu Metagros tiene un par de debilidades. El daño se le multiplica si los ataques se suman, como con el Furia dragón. Además tiene problemas de concentración, por ello no es tan bueno con el Psíquico ni tiene precisión con el Disparo espejo. Así que ahora, Lizardon, Lanzallamas.
Aprovechando que estaba inmovilizado, mi pokémon descargó el torrente de fuego contra Metagros, quien por tanto poder ígneo cayó derrotado. Roht, incrédulo, metió su pokémon a la pokebola.
–Te gané. Responde ahora, ¿qué es lo que quieren los unovers? Dijiste que eran malvados más allá del dinero y poder. ¿Qué quieren?
Dio unos pasos.
–Lo que quieren es liberar a la bestia.
Dijo y huyó. Le reste importancia a eso. Podía hacer lo que quisiera, pero me hizo ruido, lo de "la bestia". No obstante, ahora lo mas importante era la batalla con Teselia.

Pokémon: La guerra de KantoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora