El castillo de hielo

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Diana... Diana. Ella ya se había ido. Y yo seguía aquí, en quizás la batalla más importante de la guerra y de mi joven vida, con el corazón dolido. Si ganábamos Johto sería aliado de Kanto y con eso podremos inclinar la balanza a nuestro favor en la guerra contra Teselia. Me hallaba en la noche preveía al contraataque. Después de una cena para reponer las energías en Ciudad Iris (que nos recibió como héroes, a diferencia de mi vez anterior aquí en la que estaba en calidad de fugitivo), Lorelei nos llamó a otra junto de guerra.
—El plan es avanzar durante la noche y atacarlos justo al amanecer, ya que de esta forma no nos verán llegar, y con la luz del nuevo día reconoceremos el terreno en el que luchamos y no a ciegas como ellos esperan. Ahora preparen todo y duerman bien, porque...
—¡Mañana recuperaremos Johto!
Aníbal interrumpió a Lorelei, quien se indignó pero no reprochó. Los soldados de Johto, que superaban monumentalmente a los refuerzos de Kanto, gritaron vivas. Procedimos a recostarnos en las casas que nos ofrecieron los locales. Yo, como era de esperarse, compartí cuarto con Jaden y Karin.
—Vaya, Lorelei es impresionante, quisiera ser como ella.
Exclamó mi amiga cuando nos acostábamos en nuestras respectivas camas.
—Yo quisiera una hamburguesa doble con papas después de lo que haremos mañana, si ganamos...
Pidió Jaden a la vez que sus ojos miraban el techo. Yo le contesté.
—Bien merecida la tendríamos, pues la comida de barco es horrible.
Barco, J, Surge, Diana. Esos recuerdos...
—Pues igual regresariamos por las Cataratas Tojoh, ya que si se podría.-opinó Karin.
—Buen punto -dijo Jaden mientras seguía mirando el techo- es más, hagamos una promesa: pase lo que pase, siempre lucharemos juntos.
—Claro que lo haremos, es una promesa.
Exclamó Karin, y yo corrobore con renovado ímpetu.
—Les prometo que pase lo que pase, sin importar que se nos cruce enfrente, siempre seremos amigos.
Todos sonreímos y cualquier palabra salió sobrando. Y supe que aunque Diana no estuviera, siempre tendría a mis amigos.
Esa noche soñé con los mismos símbolos extraños que aparecieron en mi combate contra Morti, y vi al pokémon legendario Suicune al parecer huyendo de ellos a través de un bosque, y cuando lo tenían rodeado esté soltó un destello y desperté. Mire el reloj, faltaba media hora para la hora de salida, así que desperté a Jaden y Karin. Estar listos antes no nos vendría mal. Cuando comimos algo rápido salimos. El cielo aún estaba oscuro. Propusimos dejar que nuestros pokémon estiraran los pies. De forma que aparecieron ante nosotros mi Lizardon, Pikachu, Croconaw y Rockruff, el Wartortle, Lapras y Onix de Jaden y el Ivysaur y Buterfree de Karin. Tras eso, nos reunimos con el resto de los soldados y emprendimos la marcha, devolviendo a la mayoría de nuestros pokémon a sus pokebolas para evitar que se cansaran, dejando solo unos cuantos para apoyarnos. Tras una caminata silenciosa, en la cual atravesamos cuerpos de agua y la expectación se podía respirar, vislumbramos los umbrales de Pueblo Caoba. Aceleramos el paso pues ya se asomaban los primeros rayos del Sol, y cuando parecía que todo marcharía bien, justo antes de entrar fuimos recibidos por una oleada de Donphans y Phanfys que bajaban a toda velocidad por una pendiente. El primer escuadrón de elefantes impactó con éxito provocando que rompieramos filas. Yo rápidamente mande a la lucha a Lizardon y a Croconaw, y le ordene al cocodrilo que dirigiera su Chorro de agua al segundo contingente que rodaba a toda velocidad, y varios, incluido Jaden, tuvieron la misma idea que yo de forma que el agua de todos nuestros pokémon forma una ola que al parecer los barrería, pero la velocidad de los elefantes era tal que desvío la masa acuosa, no obstante Lorelei y su Dewong la convirtieron en una rampa de hielo que mando a volar a los Donphan y Phanphy. Seguimos avanzando y logramos entrar, y ahí nos esperaba una nueva defensa, ya que unos pokémon de los que casi no sabía nada, salvo que se llamaban Quasgire nos recibieron con diversos torrentes de agua, así que saque a Pikachu para que los derribara de un Rayo ya que deduje que eran de agua, sin embargo estos lo recibieron sin inmutarse en lo más mínimo.
—Pero que rayos...
—Son tipo agua-tierra Saske.
Karin tenía la respuesta a mi pregunta, y cuando gire a verla ella ya le había dado la orden de atacar a su Ivisaur, al igual que Erika con su Villeplume, y demás entrenadores que hicieron lo propio, derribando finalmente a los Quasgire. Entramos al centro de Pueblo Caoba sin más problemas, pero nuevamente era una trampa. De las casas, árboles y hasta del piso aparecieron finalmente los soldados de Johto acompañados de sus pokémon, iniciando una batalla campal en la que nos tenían rodeados. Yo y mis amigos mandamos a la lucha a todos nuestros pokémon. Era un caos. Un Flaffy quiso acabar con Croconaw con un potente rayo pero Pikachu lo desvío y atacó a la oveja con su Cola hierro. A la vez, varios Noctowl y Xatu trataron de confundir a nuestro ejercito desde los aires con sus poderes psíquicos, sin embargo para desgracia de ellos fueron derribados por un escuadrón aéreo dirigido por Pavel. También, unos evasivos Bellsprouts dirigidos por un Victribell causaban demasiados problemas, así que yo y Lizardon corrimos a frenarlos, pero las plantas eludían todos nuestros ataques, hasta que Heold y su Quilava aparecieron para auxiliarnos, y finalmente los encerramos en un anillo de fuego en donde les dimos un tiro directo. Entonces escuche una conversación cerca de mí:
—¿Qué hacemos? El camino para el Lago Furia esta bloqueado por unos Wobuffet que reflejan todos nuestros ataques.
—Pues habrá que hallar otra forma de pasar.
—Si, pero cual...
Quienes hablaban eran nada menos que Lorelei y Aníbal. Yo puse a toda marcha mi imaginación para idear un plan, hasta que las palabras salieron de mi boca:
—Un túnel... -ambos líderes se giraron para verme, así que les dirigí la palabra- podríamos usar un túnel para pasar.
La pelirroja del Alto mando me miró y sonrió.
—Me gusta como piensa este chico, Aníbal. Usaremos su idea.
—De momento no hay otra alternativa, así que manos a la obra.
Le presté a mi Rockruff para la obra y seguí peleando. Entonces, aparecieron unos extraños tipos que usaban ropas negras en un extraño conjunto en el que simulaban tener una túnica pero en varias piezas dándoles mayor movilidad, con una capucha que tenía en la cabeza un ojo dibujado. Eran varios y salieron de las sombras, en las cuales se perdían gracias a su vestimenta. Corrí hacia mis amigos, quienes comenzaron un duelo con uno que tenía un Ursaring. El oso golpeó a Wartortle justo después de esté se refugiará en su caparazón. En tanto Ivisaur lo trató de sujetarlo con sus lianas, lo cual fue inútil pues Ursaring se liberó con facilidad del agarre de las lianas. Por último, Lizardon le dio con Furia dragón, y el oso lo recibió con el pecho y prosiguió a dar con Derribo a mi Charmeleon, quien con lo recibió con sus garras recubiertas de metal dándole un zarpazo en el pecho haciéndolo chillar por la sangre que corría de su cuerpo, y aproveche haciendo que Lizardon le diera con Lanzallamas en su herida aumentando su dolor de manera exponencial derrotándolo. El tipo de la ropa negra sólo mostró una maniática sonrisa. Su siguiente pokémon fue un imponente Steelix. Jaden mandó enseguida a su Onix, quien nos protegía la retaguardia al lado del resto de nuestros compañeros pokémon. La serpiente de roca no pudo seguirle el ritmo a la de metal, así que fue fácilmente vencida. Lizardon usó de nueva cuenta su Lanzallamas, pero los daños fueron mínimos, y Steelix atrapó a Lizardon y se enroscó en él. En eso, Ivysaur y Wartortle se unieron en una especie de resortera pokémon en la que las lianas del sapo lanzaron a la tortuga contra la serpiente, pero solo rebotó y el pokémon metálico se les aventó encima.
—¡Nooo! -Grito Karin, que fue seguida por Jaden.
—¡¿Dónde están los malditos refuerzos?!
En eso, una telaraña atrapó al Steelix, y velozmente un Espeon apareció y lo atacó con un poder psíquico directo en su mente dejándolo fuera de sí. Mire buscando los entrenadores de esos pokémon, y eran dos chicas muy guapas, quizás de la misma edad que yo, pero lo más importante, tenían puestas las ropas del Team R. Los refuerzos habían llegado. —Disculpen la tardanza.
—Si, si nos atravesó algo pero ya estamos aquí.
Dijeron los lideres de los dos grupos que acababan de ingresar a la batalla. Vi a gente del Team R y de los enviados de la luz barriendo con los soldados de Johto. Gente de ropas militares negras y ropas estilo caballería se nos unieron en la lucha, y gracias a ello dimos la vuelta a la batalla. El túnel por el que pasaríamos quedo listo, pero los soldados enemigos no parecían dispuestos a dejarnos pasar, de forma que les tiramos el techo del túnel encima junto a los Wobuffet, y cruzamos por un puente de hielo que Lorelei creo. Corrimos tratando de llegar lo más rápido posible al Lago Furia y así finiquitar esto, ya que nuestro ejercito era más numeroso. Entonces, vimos ante nosotros una estructura monumental, estéticamente majestuosa y fuertemente fortificada. Nuestro ímpetu disminuyo, y avanzamos más cautelosamente. No obstante, mas extraño fue ver a un hombre con una máscara parado sobre un disco de hielo flotante acompañado de un Delibird y con un bastón en una mano. De pronto, el movió su bastón y nos apuntó, y cientos de estacas de hielo salieron volando hacia nosotros. Nos cubrimos como pudimos, pero el ataque era demasiado. Yo, Jaden y Karin nos protegimos gracias a Lizardon quien bloqueó las estacas con sus llamas, sin embargo los demás no corrieron con la misma suerte. Cuando la lluvia de hielo cesó, vimos un paisaje desolador. Karin lloró. Jaden empuñó sus puños con furia. Yo, sentí miedo, y luego una rabia incontrolable. Todo era un reguero de sangre. Muchos murieron. Compañeros, murieron en un abrir y cerrar de ojos. Y ahí vi algo que me conmocionó. En el piso estaba Pavel con una estaca en el pecho. Corrí hacia él. Me acerque y lo examine. Sangraba copiosamente. No sabía que hacer.
—Tranquilo, todo estará bien, te curaras... -le decía mientras miraba a todos lados en busca de ayuda, pero el me tomó del brazo y me hizo mirar sus agonizantes ojos.
—Ten daselos a mi... hijo.
Me dio el cinturón con sus pokebolas, y cuando lo tomé, su brazo cayó. Pavel murió. Lágrimas resbalaron por mis mejillas. Perdí a uno de mis amigos, a Pavel, entrenador de tipo volador, padre y gran ser humano, y a muchos de mis compañeros soldados. Los asesinó, Mascara de hielo.

Pokémon: La guerra de KantoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora