Un extraño anfitrión

4 0 0
                                    

Y como lo dijo el rubio, la casa estaba a las afueras de la ciudad. Ya había oscurecido cuando la vislumbramos.
-Debe ser una casa de ricos.
Comentó Karin. Lizzi forzó la vista para apreciarla. Una casa grande, de dos pisos, bonita pero algo avejentada, un gran y descuidado jardín, todo sumido en la oscuridad.
-Esperemos que esté vacía.
Comenté. No quisiera sacar a un inocente de su casa, aunque no dudaria en hacerlo. Por otra parte, no parecía que eso le importara a Scotty o Nate.
Llegamos finalmente a la puerta, y nos detuvimos sin saber que hacer.
-¿Podemos entrar así nada más?
Nos cuestionó Lizzi.
-Yo digo que toquemos y digamos que es una pizza.
Sugirió Karin. La escocesa le brillaron los ojos, tenía hambre. Tomé el pomo de la puerta y...
-No hay necesidad, está abierto.
Dije mientras abría la puerta. Todos pasamos adentro. La casa tenía muebles finos, pero no parecían tener mucho uso.
-Con cuidado, averiguen si hay alguien.
-Yo irre a rebizar la cozina.
Exclamó la escocesa. Morti simplemente se puso a caminar por ahí, y Lizzi me preguntó:
-¿Qué hago si aparece alguien?
-Es obvio, ratoncita. - Le respondió Nate mientras sonreía. - Es lo natural que para obtener algo se lo quites a alguien más. Igual no hay problema con ello, nadie te culpará por robar por necesidad.
Mire al rubio.
-De casualidad, ¿Tienes algún problema con los ricos?
-El dinero es algo aditivo, material, se gana y se pierde. Lo verdaderamente importante se mantiene invariable.
-Eso fue muy lindo, Nate.
Le hizo notar Karin. Él desvío la mirada y respondió:
-¿Lo parece? Esa declaración es bendición también condena.
Y se encendió la luz. En el piso de arriba. Nos quedamos quietos, y esperamos que los pasos que comenzamos a escuchar se acercaran. De un pasillo salió un anciano vestido con bata, se veía indefenso y viejo.
-¿Quienes son ustedes? ¿Qué hacen en mi casa? ¿Acaso...?
Preguntó, se veía asustado. Debía tranquilizarlo.
-Buenas noches señor. Somos viajeros, y estamos muy cansados. Solamente queremos quedarnos una noche para reponer nuestras energías.
Karin dio un paso al frente y con una sonrisa le pidió:
-Señor, por favor. No lo molestaremos.
Él suspiró y caminó hacia la cima de las escaleras. Tosió un poco y dijo:
-¿Eso es todo? -Asentimos. Él se veía confundido. - Hay comida en la cocina, pueden tomar los cuartos de aquel lado, no del mío. Quédense cuanto necesiten.
Y se fue a su cuarto con velocidad, como sí huyera. Nos quedemos en silencio unos momentos, hasta que Karin comentó:
-Eso fue raro.
-Cierto. - Confirmó Scotty. - Bueno, ¿kien tiene hambre?
Y caminó a la cocina. Por otra parte, Lizzi preguntó:
-¿Esta bien que hagamos lo que dijo?
Nate le respondió:
-Claro ratoncita. Los soldados son héroes que pelean, es normal que el mundo entero se haga cargo de ellos.
Y fue con la escocesa.
-Sí el lo dijo, no creo que halla problema.
Comentó Karin, pero no se veía muy segura.
-No se debe renegar de las bendiciones que se no han dado.
Les dije, pero ciertamente la actitud de ese hombre era sospechosa. Miré alrededor. No parecía haber teléfonos o algo similar con lo que delatarnos. Tendría que confiar en él, al menos de momento.
Todos tomamos un poco de comida, tampoco queríamos ser aborasados. Nos sentamos a la mesa y platicamos de banalidades sobre la ciudad, como evitando los temas importantes, hasta que terminamos la comida que había sobre la mesa. Ni podía ni quería seguir postergando.
-Karin, pon el mapa sobre la mesa.
Ella sabía que hablaba. Nos lo mostró y Lizzi explicó el camino: tendríamos que atravesar la Ciudad Hauoli, luego un camino hasta un pequeño pueblo, donde residía el Kahuna por cierto, y luego de cruzarlo llegaríamos a las Ruinas de la guerra, residencia de Tapu Koko.
-Recuerden, no es necesario que peleemos contra el Kahuna ni con el Tapu, es suficiente con que encontremos alguna pista sobre los floreados.
Les dije, a lo que Nate respondió:
-Pero sí nos vemos obligados, ¿no hay problema con exterminarlos, verdad?
-Ninguno Nate, solo recuerda que ahora nada más nos tenemos a nosotros para salvarnos.
-Es cierto Karin, pero precisamente por ello los elegí a ustedes.
Tras ello, subimos a las habitaciones. Tomamos la que nos indicó. Había dos cuartos abiertos, acordamos que uno para mujeres y otro para hombres. Las chicas entraron a la habitación, y Scotty se aseguró de cerrar la puerta. Por otra parte, nos quedamos nosotros tres solos mirándonos.
-¿En realidad podemos dormir tranquilos?
Cuestionó Morti. Es lo primero que había dicho en la noche,
-Pon un guardia.
Le pedí, por lo que el sacó un Haunter que se mimetizo en las sombras. Luego, él mismo se mimetizo entre las sombras. Quedamos solo Nate y yo. El rubio sonrió y me dijo:
-Oye Saske, no hay que tener piedad con los alolianos. Lo mejor sería terminar con ese viejo.
Mire por el pasillo.
-Mi plan es destruir Teselia y sus aliados para que no esté en condiciones de atacar. Vengar el daño que nos hicieron. Pero este viejo no nos ha hecho nada.
El rubio se tocó el cabello y rió:
-Sí ese es el caso, no puedo esperar a verte contra uno de los poderosos líderes teselianos.
Caminé hacia la habitación y le dije:
-No tengas duda, por ello es que somos los "Avengers".
Y me fui a dormir.
Me desperté tan pronto como salió el Sol. No estaba gusto durmiendo en casa ajena. Nate y Morti dormían, solo que el rubio darks lo hacía con un ojo abierto, eso fue raro, mientras que el otro se veía algo inquieto. Tome mi cinturón de las pokebolas y las miré. Si no podía llevarlos a un sanatorio, debería dejarlos descansar. Salí del cuarto y noté que la otra puerta ya estaba abierta. Una de las chicas había salido.
Me asomé. Scotty roncaba como si no hubiera un mañana, no sé como no lo noté cuando íbamos en el barco. Mentira, si lo hice, pero la ignoraba. Lizzi dormía apaciblemente hecha bolita. Así que la que faltaba era Karin.
Salí del cuarto, y alguien me habló:
-¿Qué hacías en el cuarto de niñas?
Le respondí sin más:
-Te buscaba. Bueno no a ti en específico, quería saber cuál fue la que salió del cuarto. Me sorprende que seas tú, nunca te levantas temprano.
Ella suspiró:
-Phanphy estaba muy nervioso, no podía dormir, así que lo saqué de la pokebola y lo acosté conmigo. Hace poco se levantó a caminar y lo seguí. Llegó hasta un cuarto con un candado y se acostó a un lado. Sigue ahí.
-Pobre pokémon. Necesita alguien que lo cuide. -Le comenté. - Que bueno que te tocó a ti, tú eres buena cuidando a los demás.
Karin me guió a la habitación, la cual estaba justo al lado de la habitación del señor. Hicimos silencio, no queríamos despertarlo. Efectivamente, la puerta tenía un candado, pero era de un verde azulado como con decoraciones para niña. Y Phanphy estaba ahí acostado.
-No hagas ruido.
Le dije a la castaña. Ella me volteó a ver.
-No lo hice. Tú lo hiciste.
Con eso me hizo soltar una risita. Y ella me dio un pellizquito para que me callara.
Volteamos a la puerta del señor. Escuchamos algunos ruidos, pero no vimos que se abriera la puerta.
Lo mejor sería que nos fueramos de aquí. Pero Phanphy no parecía querer moverse.
Saqué a Rockruff, quien al ver al elenfatito le llamó la atención con jugueteos, a los que respondio y ambos se fueron brincoteando de ahí. Ella suspiró, y eso me hizo reír, y ella también rió.
En eso estábamos cuando la puerta del señor se abrió. Asomo el ojo para una rendija y preguntó:
-¿Qué es lo que quieren? ¿Acaso...?
-Una disculpa. -Se adelantó mi amiga.- Un pokémon mío estaba por aquí, pero ya lo quité.
El señor no cambió su expresión.
-¿Son entrenadores pokémon?
-Así es señor
Le respondí dando un paso al frente. Quería imponerle un poco. Mi amiga me sujetó del brazo y se dirigió al señor.
-Le agradecemos por dejarnos pasar la noche. No sabemos que habríamos hecho si no nos hubiera dado alojo. Aunque discúlpenos por la manera en que entramos.
Escuchando esas palabras, en su mirada brilló algo parecido al entendimiento.
-Su pokémon de seguro quería acompañar al pokémon que está ahí dentro. -Al decir eso, su expresión se suavizó. - Parecen chicos amables. Desayunaremos en una hora, les tengo que contar algunas cosas.
Y cerró la puerta.
Más, tarde después de levantar al resto de los vengadores y de sentarnos en la mesa. El desayuno era algo pobre, después de todo tomamos lo que pudimos. Esperamos hasta que el viejo bajó, se sentó en la mesa y suspirando comenzó.
-Creo que no me he presentado con ustedes, así que creo que debería hacerlo. Mi nombre es Brendan Vinci.
Todos nos miramos en silencio.
-Pues un gusto señor Vinci, yo soy...
-No, no me lo digas, es mejor si no lo sé. -Me interrumpió, y luego... -Me basta con saber que eres un soldado de Kanto.
Mi sangre se heló. Antes de que pudiera decir o hacer cualquier cosa presa del pánico, Lizzi se me adelantó.
-Como lo sabe.
Dijo con una voz apenas audible pero que hasta a mí me pareció intimidante.
-No, no se preocupen, no se lo dicho a nadie, ni planeó hacerlo. Solo quiero agradecerles.
-¿Agradecer? ¿De qué diablos, habla anciano? - Le reclamé.
-Que no me hallan matado.
Esas palabras marcaron un silencio en la mesa.
-Hace bien, anciano. - Intervino Nate. - Nuestro líder Saske fue enfático en no tomar vidas innecesarias. Después de todo su cobardía le compró unos días más de vida.
El viejo no pareció afectado por ese comentario.
-¿Por qué creyó que haríamos eso? - Le cuestionó Karin.
-Es por que otro soldado de Kanto ya había llegado a mi casa. - Tomó un poco de agua y empezó - Hace tiempo, durante la noche ocurrió un incidente que cambiaría todo. - ¿Acaso se refería al primer ataque? - Una batalla se desarrolló en plena ciudad. Muchos edificios fueron destruidos, mucha gente salió herida. Incluso hubo muertos. Yo estaba en casa, viendo todo de lejos, hasta que un hombre herido llegó a mi puerta. En principio no quería dejarlo pasar, pero llevaba consigo un pokémon con el que me amenazó, un Tentacruel, según me dijo. Lo dejé pasar, tuve que esconderlo y curarlo. Me advirtió que de delatarlo de alguna forma me mataría. Yo obedecí, hasta que estuvo lo suficientemente sano como para irse. Antes de partir, me previno de que algún día podría volver, y entonces si me mataría.
-Pensó que veníamos de parte de él, ¿cierto? - Le cuestionó Karin.
-Así es. Ayer que entraron creí que finalmente habría vuelto a matarme. Al ver que eran ustedes, traté de ser amable para conservar mi vida. Hay algo que todavía debo hacer. Pero ustedes no vienen de su parte al parecer, aunque sin duda son soldados de Kanto, su actitud lo indicaba a todas luces. Aun así, no me mataron. Creo que les debo la vida.
Así que era eso. Este pobre viejo tenía miedo de nosotros. Pero hay algo que no cuadraba.
-Señor. Sí bien tiene sentido que no lo matara para no llamar la atención con su asesinato, ¿por qué lo amenazó? Acaso, ¿dejó algo o le dijo algo compremetedor?
Nate se rió ante mi pregunta. El viejo trató de recordar.
-Si escondió algo, no me di cuenta. De lo que me dijo, fue que maldecía a los alolianos, que fueran unos ladrones. Se quejaba de que su herida fuera en una misión de rescate. Poco más.
¿Rescate? ¿Qué acaso los desertores trataban de recuperar algo? ¿Qué rayos significaba eso? De cualquier forma, este viejo no sabía nada más. Le agradecimos, y disponíamos a irnos, pero nos dijo algo primero.
-En vista de que no me mataron, quisiera darles una recompensa.
Nos dio dinero. Mucho dinero. Mentiría al decir que no lo quería, así que lo acepté. Desde ahora, las cosas en Alola serían más fáciles. Nos dejó tomar algunas cosas más, como mochilas y equipo para acampar, algo de ropa, no obstante cuando de nuevo nos íbamos, el viejo nos llamó a mí y a Karin. Nos llevó de nuevo al segundo piso mientras nos contaba.
-La verdad, tengo otra razón para ayudarlos. Como verán soy un hombre viejo y adinerado, cosas que me desconectaron del mundo actual. Pero no a mi hijo. Él a pesar de vivir siempre con lejos, era muy humilde. Un espíritu soñador, que encontraba la belleza en los lugares que nadie más la veía. Tanto así que se enamoró de una chica pobre, una jovencita que vendía en las calles las bayas que cosechaba con ayuda de su Tsareena. Yo no aprobé esa relación, creí que la mujer era una trepadora. Así que se casaron sin mi aprobación. Mi hijo tuvo a su propia hija. Pero por desgracia, no mucho tiempo después murió, cuando su niña era pequeña. Ahí me di cuenta de mi error, de que por alejarlo de mí lo perdí para siempre. Traté de enmendar mi equivocación con mi nieta, siendo un abuelo cariñoso y procurando que no tuviera ninguna carencia. Su madre, como era tan buena, lo permitió. Gracias a ello, creció llena de talento en las artes y poder como entrenadora pokémon, especialmente con su Lurantis.
Llegamos a la puerta de la habitación. El viejo se recargó en una pared y siguió
-No obstante, alrededor de un año atrás, su madre me pidió dinero, pero de forma secreta, ya que supuestamente estaba enferma, y no quería que mi nieta se enterará. Creí que era un engaño de su parte, que finalmente salía a la luz su ambición, más bien me convencí de ello, porque si yo tenía razón, mi hijo no habría muerto por mi culpa. Al final, todo fue cierto y mi nuera murió, no sin antes revelarle la verdad a su hija. Mi nieta, al saber la historia, me reclamó llena de ira, juró sobre la tumba de sus padres que no permitiría que nadie jamás la despreciara como yo los desprecie a ellos. Y se unió al ejército. No la he vuelto a ver desde ese día.
Se giró y abrió el candado de la puerta de niña. Ahora veo que era de su nieta. Yo pensaba que el viejo era despreciable, pero igual escucharía lo que nos fuera a pedir. Abrió la puerta y entró, para salir con una pokebola.
-Sé que no me merezco su perdón ni su cariño, pero al menos quisiera que ella tomara en su equipo a Lurantis una vez más. Si la ven, ¿podrían entregárselo?
Miré la pokebola, y dando la vuelta me alejé del lugar mientras decía:
-Tú decide, Karin.
La esperé abajo con el resto. Ella tardó un poco más, pero cuando finalmente nos alcanzó, tenía lo pokebola consigo. Sonriendo, y con el listón de Sophie en su cabello, me dijo:
-Creo que nada debe evitar que los pokémon y sus entrenadores estén juntos.

Pokémon: La guerra de KantoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora