Isaac Lahey.

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Relacionado con el anterior.

La camarera nos sonrió. A la vez que yo simplemente me quedé observando el rostro de Isaac, mi novio llegaba varios días faltando al instituto, como quien no quería la cosa su excusa era siempre un tal Derek y que le debía un par de favores.

Aquello era mentira, ya que, con el tiempo me pude dar cuenta de que eran más amigos que probablemente yo y Natasha, mi mejor amiga. El rizado me estaba mintiendo, una vez más.

—Yo... —La voz de Isaac se hizo presente después de haber pedido nuestra comida. Yo ladee con la cabeza, resignada a no querer escucharlo, ni a él ni a sus excusas.

Llamó ayer por la noche, citandome en nuestro favorito. Contras: no fue a por mí, había llegado en coche y por su rostro y como miraba el móvil con impaciencia tenía prisa.

—Da igual, Isaac. Lo entiendo, tienes a otra y crees que es mejor que lo dejemos. —Mi voz sonó más comprensiva de lo que habría sonado con cualquier otra persona, pero es que él era Isaac, mi primer novio y la persona más valiente que conocía.— Yo, sólo espero que te arrepientas de no habérmelo dicho.

El rizado simplemente me observó, su rostro no expresaba ninguna emoción, y aquello empezaba a doler más de lo que yo ya había asumido en mi casa.

—Lo siento. —Dos palabras, ocho sílabas, y ni una pizca de arrepentimiento en su cara.

Asentí con la cabeza, y cogí el dinero que llevaba en mi bolsillo y lo dejé en la mesa. Para acto seguido, y con la actitud más tranquila del mundo, levantarme de la silla y alejarme de el que creía el amor de mi adolescencia.

En aquellos momentos entendía porque tanta gente prefería estar sola, pero, yo siempre preferiría la compañía antes que la soledad. Inconveniencias de ser hija única.

[...]

Cuatro días desde que lo dejamos.
Cuatro días en los que Isaac ha estado acompañado de una rubia que, joder, hasta a mí me atraía.
Cuatro días en los que he sentido como Isaac se acercaba, pero sólo para observar.
Cuatro días en los que no ha aparecido con ningún golpe en su cara o cuello.

Y, cuatro días desde que me di cuenta que aquello era mi propio infierno. Necesitaba a Isaac, ya fuera como amigo o como conocido, pero él era alguien a quien me había acostumbrado, su carácter, su cara cuando prestaba atención, sus miedos y el no soportar estar en espacios reducidos o con muchísima gente.

Y en el momento en el que creía estar perdida, apareció otra persona en mi vida, Liam Dumbar. Hiperactivo, con ataques de ira y un amor de niño.

—Vamos, vente. —Escuché a Liam, y justo en ese momento aparté mi mirada del grupito de Scott McCall.

—Realmente no me apetece, no sé porque esta insistencia. —Puse mis ojos en blanco para provocar una risa en la persona que tenía delante, que dio efecto.

—Porque, tú eres la única que entiende mi necesidad por ese vídeojuego. —Cada palabra que decía Liam, venía acompañada de un gesto drástico junto a sus manos como si estuviera rogando por un momento de atención.

—Bien, iré. Pero, a cambio me debes un batido. —Alcé una ceja, y sintiendo  como alguien se levantaba del banco  con fuerza giré mi cara, encontrándome con Isaac. Él me miraba con cara de cachorrito arrepentido. Mientras que la rubia me guiñaba un ojo.

Ambos se retiraron como si aquel lugar fuera menos que ellos, con la cabeza alta. Y en el momento en el que giré la cara me encontré con Liam, con el ceño fruncido y las cejas arqueadas.

—Lo capto, te gusta él, ¿no? —Asentí, avergonzada por la situación que acababa de pasar. Por la mirada que le había dirigido, por todo aquello.

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