La manera en la que se expresaba en el campo de lacrosse era impresionante. La gente no veía raro el hecho de que una persona fuera agresiva, era típico y bastante cuotidiano.
A diferencia de para mí, que preferia que todo fuera tranquilo y se solucionará con un par de palabras. Quizá, la gente había empezado a especular acerca de quien era la persona que pedía un poquito de tranquilidad en el periodico escolar de Beacon Hills. Una suerte que nadie fuera lo suficiente inteligente para saber que yo era esa persona que tanto ansiaban conocer.
Alguna que otra vez, unas cuantas palabras muy tipicas de mi se me escapaban redactando, pero nadie se daba cuenta. Ninguna de mis mejores amigas leían el periodico escolar pues decían que era una total chorrada y que solo habían noticias aburridas, que quizás si fueran más interesantes...
Antes de que pudiera continuar con mi reflexión, una pelota apareció en mi campo de visión, iba dirigida justamente hacia mi cara y debido a mi empanamiento acerca de aquel deporte, era muy tarde para reaccionar. Cerré los ojos, esperando el impacto, que no tardó en llegar, golpeandome la frente. Una suerte que no fuera en las gafas que llevaba, pues si se hubiesen roto estaría jodida y no vería nada.
—¡Hey! ¿Estás bien? —Escuché un grito, por lo que tuve que abrir los ojos y me encontré con Scott McCall. Aquel chico que nadie sabía como habia cambiado tanto físicamente. Y tampoco sabían como de repente tenía tantos amigos que le eran tan fiel.
—Mh, sí... —Murmuré, llevandome una mano al lugar donde aquella pelota me había golpeado, notando como solo con mi propio tacto dolía.
—¿Estás mareada o algo? ¿Quieres ayuda? —Al escucharlo, negué con la cabeza tan rápidamente como si estuviera loca. No quería que me llevaran a la enfermería ni nada por el estilo. Mi pánico era la sangre y la enfermera, era tan odiosa como Jackson Witthemore.
—Estoy bien, despreocupate. —Murmuré, y aparté la mirada de él, para ver como todos los jugadores nos estaban mirando como si estuvieramos haciendo algo raro. Según ellos, nosotros en aquel momento eramos dos especies paranormales. Y luego estaba Stiles, el mejor amigo de Scott que se encontraba junto a Brett Talbot, un estudiante de otro instituto y que por lo que parecía, quería avanzar hacia nosotros con furia.
Recordaba haber hablado con él algunas veces, nunca mucho más de 6 o 7 frases. Y me parecía adorable, jodidamente adorable. Teniendo en cuenta como ellos dos se encontraban mantuve mi mirada y solté un suspiro.
—¿Tú crees que tu amigo, Brett accedería a ir a tomar un batido conmigo? —Pregunté, y al decir esas palabras noté como el chico se relajaba pues Stiles se giraba para mirarnos con una sonrisa en sus labios.
—Yo creo que sí, ¿por qué no vas a preguntarselo?—Alcé ambas cejas, dirigiendo mi mirada a Scott y asentí. Eso iba a hacer. Me levanté del lugar en el que estaba sentada, y con Scott cuidandome las espaldas me acercé a Brett.
—¡MCCALL! SACA A TU NOVIA DEL CESPED Y VUELVE A JUGAR. —Escuché como Scott se reñia, y pude ver en la cara de Brett que aquello le había hecho gracia pero, yo no pude hacer otra cosa que girarme para volver a sentarme en el sitio que anteriormente estaba. Ansiosa de que acabara aquel partido de prueba.
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