Tres días desde que habíamos decidido irnos de viaje, ¿a dónde? Os va a sorprender, pero habíamos decidido irnos lejos. Tan lejos como Noruega, al lugar donde yo procedía. Y junto a mí habían venido la mayoría de la manada. Desde Scott, Stiles, Isaac, Lydia hasta Peter. El cual había venido tratando de ser el "responsable", aun que todos sabíamos que él solo venía por no perderse ningún posible drama.
Y es que el viejo era el más cotilla de todos. Él fue el primero en conocer mi pequeño secreto, y es que yo era una criatura un tanto especial. Una súcubo. El morbo de Peter sabiendo a cual de ellos dos iba a seducir antes era mayor que su típico malhumor, lo cual me hacía enfurecer. Podía retenerme siempre y cuando tuviera relaciones sexuales con frecuencia, así era como yo trataba de calmar mi demonio interior que necesitaba aprovecharse de los hombres.
La reacción de mis amigos al enterarse de aquello fue lo más gracioso del mundo, a pesar de luego remarcar que ninguno quería ofenderme con sus palabras. Todos se habían retirado de la habitación en susurros, cual cotillas, como si yo no fuera a enterarme de que estaban hablando de mí.
A pesar de que mi pequeña debilidad siempre había sido Stiles, el pequeño sarcástico chico que había tratado de que Lydia en repetidas ocasiones le hiciera caso, fallando en todo intento. Había veces que quería cederle un poco de mi habilidad, porque la realidad es que era un sol.
Aun que, por otro lado estaba Scott. Él solía ser un pedazo de pan, pero conmigo llevaba unas semanas siendo un cabrón de mierda. Y todos estaban empezando a notarlo, haciendo que la mayoría de las reuniones acabaran en disputa.
Sin embargo, ambos eran mis apoyos. Habían estado en mis momentos de ansiedad, la primera vez que traté de excederme con un hombre el cual había empezado todo.Recordar aquello me hizo apoyar la cabeza en el hombro de Scott, aprovechando que estabamos sentados en el sofá de la habitación de Lydia, esperando que esta acabara de ducharse para ir a dar una vuelta.
—¿Todo bien? —Preguntó Scott en un susurro, y yo asentí con la cabeza.—Venga ya, qué pasa.
—Nada, sólo... déjalo.
—Dime.
—Scottie, déjalo.
—Eh, tortolitos, ya vale. —Escuché la voz de Lydia, mientras ésta caminaba por la habitación envuelta en la toalla, y al mirar en su cama pude ver a Stiles mirándonos con una ceja alzada, extrañado.— A ver sí ahora resulta que estáis liados.
—Lydia, ni puta gracia. —Dije, y aparté mi cabeza del hombro de Scott sintiendome un tanto descolocada ante aquella situación.
—Eh, qué haces. —Se quejó el moreno que estaba sentado a mí lado y yo me encogí de hombros, no iba a continuar con aquello sí Stiles estaba mirándonos con aquella cara, demostrando lo poco que le gustaba aquella imagen.
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