Klaus Mikaelson.

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Mystic Fall, mi ciudad natal. Desde que había vuelto a la ciudad habían muchísimos cambios, Elena ahora estaba saliendo con un tal... ¿Stefano? El cual era su tipo, ya que ambos estaban destinados a ser los típicos protagonistas de un cuento cliché y absurdo. Y por otro lado estaba Caroline, fijada con un tal Daemon, este al menos sí parecía interesante, a pesar de también parecer un capullo por como jugaba con ella.

Pero, eso era asunto de ellas dos, yo no iba a meterme en absoluto. Y por otro lado estaba Bonnie, tan indiferente como yo, siempre había sido mi dúo. Ambas éramos personas que pasaban desapercibidas.

Entré en el hospital, sorpresa, soy enfermera. Y simplemente me dedico a todo aquello que los médicos creen menos relevante. Pero, mi ego en absoluto es dañado, nada que preocuparse.

—¡Dani! —Ahí estaba, llamada de cúbreme unos minutos mientras arreglo alguna cagada.

—Me cambio y voy.

—¡Gracias! —La vi desaparecer por el pasillo mientras yo caminaba por el contrario, tratando de llegar a la sala de descanso de las enfermeras para dejar allí mis cosas.

Estaba tan absorta en contar mis pasos que choqué contra un pecho, haciendo que el hombre gruñera.

—Levanta la jodida cabeza.

Una de mis cejas se alzó y alcé la vista para mirarlo.—¿Y la educaci... —No pude acabar ya que, a pesar de no ser uno de los hombres más guapos que yo habría visto, había algo que me llamaba la atención en él.

—¿Te ha comido la lengua el gato o qué? —Pude ver la diversión en su mirada, para que al segundo desapareciera y volviera la molestia.— Aparta.

—Se pide por favor, cosas básicas de educación. —Le hablé para después suspirar, haciéndome a un lado para que pasara.

—La próxima vez que te vea, si no te apartas estarás en graves problemas, chica. —Y con aquellas palabras empezó a caminar alejandose.

—¡Daniella! Sólo por sí las dudas. —Le grité, negando con la cabeza. Aquel hombre tenía un aura que desprendía misterio y a la vez peligro. Una combinación, supongo.

Lo aparté de mi mente y empecé con mi turno, para salir por la noche, dándome cuenta de que, a pesar de querer tumbarme en la cama era noche de chicas.

Me puse los cascos y emprendi camino en dirección al Mystic Grill. Con suerte era la última y no tenía que aguantar las primeras tonterías de la noche.

Dicho y hecho, veinte minutos después estaba entrando por la puerta cuando, por segunda vez en el día choqué con un pecho, sólo que esta vez no hubo gruñido.

—Eh, perdona. —Alcé la cabeza y pude ver a Stefano mirándome con una sonrisa.

—Nada, nada, ve con Dios Stefano. —Le sonreí y tras una palmadita en el hombro caminé hasta la mesa de las chicas, sentándome allí.— ¿Ronda de chupitos?

Y así pasamos la noche, bebiendo y riéndonos. Porque, a pesar de muchas quejas, eran mis chicas. Habíamos crecido juntas y nunca dejábamos a alguien sola en problemas.

—Eh, chicas. Yo me tengo que ir, Stefan está ahí esperándome. —Cuando dijo su nombre una carcajada se hizo presente por mi parte.

—¿Stefan? Tía, lo he llamado Stefano más veces de las que le gustaría escuchar.

Ante mi comentario, la mesa una vez más se hizo resaltar por nuestras risas. Mientras Elena recogía sus cosas, y después de ella Caroline.

—Una más que se va, ha sido bonito, a ver si repetimos pronto, eh. —Caroline nos lanzó un beso en el aire y Bonnie y yo a la vez hicimos gesto de cogerlos.

—Cuidaos princesitas. —Hablé observando como salían por la puerta.

—Yo también me voy a ir.

—Menudo bajonazo, venga que te acompaño a casa. —Me levanté para ver su cara, y al segundo supe que había algo que me estaba ocultando.—¿Te va a acompañar alguien más?

—Eh... Sí, pero puedo decirle que no, Dani.

—Que va, que va, ve con Dios, no hagas muchas malvades Bon. —Ella sonrió y me besó la mejilla divertida.— Nos vemos pronto, eh.

La vi salir por la puerta para encontrarse fuera con un hombre el cual no reconocí y suspiré, pidiendo un par de chupitos para acabar la noche para mí también.

—¿Julia eras? —Preguntó una voz, a mí lado. Y yo negué con la cabeza.— Vaya, fallo mío. ¿Puedo sentarme?

—Adelante, nada te lo impide. Ah, y soy Dani. —Cuando giré la cara para verle y vi al chico del hospital, mis ojos se abrieron un poco, expresando la sorpresa del momento.

—Yo soy Klaus, y me acaban de dejar plantado.

—Oh, seguro que se han dado cuenta de que ponerle los cuernos a su pareja no es la mejor opción. —Bromeé y pude ver un ápice de sonrisa en sus labios.

—Quizá tienes razón, sí.

—¿Y eres de aquí, Klaus?

—Oh no, soy de un lugar algo lejos... Nueva Orleans.

—¡Vaya! Hace unos meses estuve por allí. Un lugar precioso.

—Oh sí, lo es. ¿Y tú, Dani? —La manera en la que pronunció mi nombre hizo que mi estómago se revolviera, como si mi época adolescente estuviera de vuelta.

—Para mi desgracia sí.

—Pero, para mi suerte no. Quizá podrías hacerme un tour.

Durante unas horas estuvimos hablando, hasta que finalmente decidí que era hora de marcharme y él me acompañó hasta casa.
Aquel hombre me parecía interesante, tanto que no pude evitar dejar que mis labios casualmente se posaran sobre los suyos y empezaran una danza lenta. Y él no puso objeciones al respecto.

—Dani... Me pareces demasiado interesante, no dejemos que un polvo de una noche arruine esto. —Susurró con su peculiar acento, y yo tras un suspiró asentí.

—No sabes lo que te pierdes, que lo sepas.

—Oh no, no me lo perderé por mucho tiempo, tranquila.

Una risa se hizo presente por mi parte antes de ser acorralada contra la puerta de mi casa y que él fuera el que iniciara el beso, durando unos segundos hasta que yo aparté la cara.

—Tú lo has dicho, Klaus. No dejemos que un polvo arruine esta maravillosa noche.

One-Shots.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora