Stiles Stilinski.

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El humano había dejado de serlo desde hacía un día. 

Con la batalla de los alphas contra a nuestro pack, Stiles había enloquecido al punto de empezar a cometer estupideces sin pensarselo dos veces. 

Llegando al punto en el que toda la manada empezamos a preocuparnos de manera notable. Stiles era el chico que solían pensar antes de actuar, aun que a veces no lo hacía del todo bien, pero la intención es lo que cuenta...¿no?

Observé a toda la manada reunida frente a la casa de los Stilisnki y suspiré, uniendome a ellos.

—Esto que estamos haciendo está mal, chicos. —Murmuré, a sabiendas de que casi todos podían oírme.

—Ya va a hablar la gritona de turno. —Habló Peter, haciendo que un suspiro pesado saliera de mi. Odiaba con intensidad a ese hombre.

—Eh, calmaos todos. Venimos en son de paz. —Trató de poner orden Scott, a lo que una suave risa salió de mis labios. 

—¿Habéis pensado que él nos ha olido y ha huido? ¿O que nos está escuchando? —Comenté, divertida. Y es que, a pesar de yo no poder olerlo ni escucharlo, habría actuado de la misma manera.

—Está aquí. 

—Venga, Malia. Es tu turno.

Observé a la coyote moverse de manera rápida hasta subir a la ventana de Stiles y colarse en ella. 

Suspiré y acabé por sentarme en el suelo, aquel plan era una jodida estupidez. Stiles era uno más, no teníamos porque abordarlo así.

—Eh, yo paso, me piro. Que os vaya bien. —Hablé, dando media vuelta y dirigiéndome hacia mi coche cuando fui interrumpida por una voz que no esperaba.

—¿Te vas?

Al girarme y ver al moreno observándome pude notar como el mundo se me sacudía. Prácticamente corrí hasta estar entre sus brazos y sentí como él me envolvía sin dudarlo en ningún momento.

—Mierda, Stilisnki. ¿Estás bien?

—Supongo sí... —Aproveché para inhalar el perfume ajeno mientras él aún se mantenía pegado a mí.

—Eh, ya os podéis separar.  —Intervino Malia, dándole un golpecito en el hombro a Stiles el cual no hizo ni un afán de soltarme.— Stiles.

El ambiente se volvió pesado, todos nos estaban observando y eso los sabíamos los dos. Tragué saliva y acabé por deshacer aquel abrazo que estaba devolviendome la pequeña felicidad que parecía haberse consumido en mi interior.

Malia no tardó ni dos segundos en unir su brazo con el del pecoso y observar a la manada. Ellos dos siempre iban a ser la pareja perfecta ante los ojos de todo el mundo, por desgracia.


Sintiendo como un cosquilleo recorría todo mi estomago, continúe con mi huida hasta el coche sin decir nada más, y una vez dentro arranqué el motor y huí de aquella reunión que solo hacía que ponerme enferma.


 [ tres días después ]


 Stiles había desaparecido completamente de mi radar debido a que evitaba ir a las clases que compartíamos juntos, las cuales eran las mayoría. Los chicos habían empezado a extrañarse ante mis faltas pero nadie preguntaba nada porque todos sabían la respuesta.

Me subí en el coche justamente cuando todos habían empezado a salir de clases y al tratar de arrancar el motor me dí cuenta de que no funcionaba. Gruñí, dándome por rendida y salí del coche empezando a caminar hacia casa cuando un pitido me hizo saltar en mi sitio.

—¡Eh, Whittemore! ¿Te llevo? —Giré mi cabeza para ver la cara de mi pecoso favorito sonreírme, invitándome a compartir un rato en su jeep.

—No, gracias. Puedo ir andando. —Hablé lo suficientemente alto para que él me escuchara y pude escuchar algo parecido a un gruñido.

—¡Sube ya, idiota!

Abrí la boca, pero antes de que pudiera decir algo ya me estaba dirigiendo hacía la puerta del copiloto sin darme tiempo de pensarlo. Él parecía ser un puto imán para mí.

—Gracias. —Hablé una vez estuve dentro.

Lo único que hizo fue guiñarme un ojo mientras continuaba con el camino, a una velocidad que no era a la que de normal iba. Hoy le había dado por ir extremadamente lento y aquello me empezaba a consumir por dentro.

—¿Sabes?

—Dime. —Lo observé, atenta.

—Malia y yo no estamos juntos.

—Yo... ah. —Fue lo único que pude decir ante la sorpresa que me acababa de dar el moreno.

—Así que, deja de huirme ya, joder.

—¡Stiles, la boca!

—Venga ya, quejica. Tú hablas peor.

—No, no lo hago.

Y durante aquella tarde estuvimos en su habitación, discutiendo de una manera cariñosa, provocandonos y al final del día, sin saber porque, acabamos dormidos en su cama haciendo la cucharita. Y por primera vez en mucho tiempo, siendo él el que empezaba aquel tipo de abrazo.

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