Peter Hale.

2K 105 7
                                    

Observé al hombre que se encontraba tirando en el suelo y no dudé en sacar mis garras para defenderlo de aquel ser que parecía una lagartija. No sabía mucho de mitología, ni de criaturas, apenas hacia un año que había sido convertida y siempre había pasado desapercibida.

—Hagamos esto fácil. —Hablé, acercándome a paso rápido hasta aquella criatura con ojos amarillos, y ella al segundo retrocedió.— No vamos a jugar.

El ser sonrió y huyó a través del bosque. Una de mis cejas se alzó y miré una vez más, a aquel hombre con la espalda con arañazos.

—Venga, Soph, tú puedes... —Me animé a mí misma y me agaché hasta estar a la altura del aquella víctima ensangrentada, pasé una de mis manos por su rostro, tratando de despertarlo y fallando en el intento. 

Al ser una mujer loba tenía más fuerza, sí, pero no podía con un hombre que me doblaba o triplicaba el peso así que me senté junto a él en el suelo y esperé pacientemente. 

Mientras que los minutos pasaban, imaginé la historia del desconocido, quizá eran enemigos íntimos, o pareja que se acababa de separar. Ninguna de las historias parecía lo suficientemente real a decir verdad.

Noté como su respiración se aceleraba y supe que estaba despierto y en estado de alerta. Me puse en pie, tratando de dejarle el espacio suficiente para que él se pudiera incorporar o mover.

—Hola, soy amiga, lo prometo. —Hablé, y noté como él se empezaba a incorporar, observandome de arriba a abajo, repetidas veces.

—Y yo soy dios. Quién eres. —Su tono de voz era grave, y a decir verdad no me equivocaba cuando decía que probablemente me triplicase el peso porque, era enorme. 

—Ana, me llamo Ana. Y he salvado tu culo de la lagartija esa extraña. —Hablé, moviéndome por la tierra del bosque. Podía oler la sangre que él tenía encima, su sangre.

—No esperes que te de las gracias. Soy Peter, Peter Hale. —Se acercó a mí, inspeccionándome de manera cuidadosa. 

—Bien, Peter. Yo me voy, espero que estés muy bien.

Me moví hacía atras, tratando de marcharme del bosque y esperando que él llegara a su hogar de manera exitosa, porque yo no iba a estar ahí para comprobarlo.

—¿Ana? —Preguntó, haciendo que me girara para asentir con la cabeza.— Tú y yo tenemos que hablar.

Sentí un escozor en mi brazo y ví como él también se rascaba el brazo, el mismo brazo.

—Yo... Hablemos.

Él se movió, empezando a caminar hacia el pueblo y yo no dudé en seguir sus pasos, estando atenta a cada movimiento que él hiciera.

Me fijé en su espalda, su posición, él en sí. Era todo un hombre, cerca de los ¿treinta? De manera física llegaba a atraerme.

Acabamos delante de mi casa, y mis labios se abrieron, mostrando la sorpresa que sentía ante que él nos hubiese guiado hasta mi hogar. 

No dijo nada, simplemente se hizo a un lado para dejarme pasar y así lo hice, metiendo las llaves en la cerradura. Él no necesitó invitación ya que a los segundos estaba dentro, haciendo que yo alzara una ceja, fingiendo sorpresa.

—Bien, Ana. Soy Peter...

—Sí, eso ya lo has dicho. —Le interrumpí.

—Y estoy aquí porque tú y yo somos... soulmates.—Acabó, sentándose en el sofá de mi salón dejándome a mí de pie.

—¿Soulmates?

—La explicación es una moñería... —Continuó, haciendo que yo suspirara.— Significa que estamos destinados a estar juntos, a... bueno, apoyarnos y demás. Por eso estaba allí, buscándote. Y tú llegaste hasta mí tan fácilmente.

Negué con la cabeza y me moví hasta estar en mi habitación. Solía comprarme camisetas más grandes de pijama, y una de esas es de las que le iba a dar a él. Sólo esperaba que después de aquello se marchara. 

Volví hasta el salón y le lancé la camiseta, con una sonrisa en los labios.

—Ahora, querido Peter Hale. Quiero que te vayas de mi casa porque, mis padres podrían volver en cualquier momento y tú no quieres ver a dos padres cabreados.



One-Shots.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora