4. Orgullo

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- ¿Qué estás haciendo aquí? – preguntó, con los ojos abiertos como platos y respirando entrecortadamente, estaba furioso.

- Te dije que volvería. – le contesté y di un paso hacia él.

- Y yo te dije que no lo hicieras. – dijo, haciendo una mueca. – Obviamente, uno de los dos no entendió bien la información.

Sentí un dolor en el pecho y no pude evitar que mis ojos se anegaran en lágrimas, pero no iba llorar, no delante de él.

- ¿Por qué volviste? – preguntó y se acercó a mí, pero mantuvo la distancia. - ¿No te habías ido a encontrar a tu querido Stefan? – podía sentir el resentimiento en su voz. – Acabo de verlo y algo me dice que no lo has conseguido. – dijo con una sonrisa cínica.

- Es algo difícil de hacer, si vas por ahí quemando casas y privándome de información. – le espeté. - ¿Y a que te refieres con que acabas de verlo? – le pregunté desconcertada.

- Vengo de una reunión con mi hermanito. – hizo una pausa. – Mató a Andie.

- ¡¿Qué?! – exclamé, con los ojos abiertos como platos. Damon asintió. – Oh, Dios mío.

Al principio, hubiera querido matar a Andie con mis propias manos, pero cuando la conocí, supe que era una buena chica, en un mal lugar. En realidad, saber que Stefan la había matado, me había hecho sentir mal.

- Lo hizo porque no quiere ser salvado. – me dijo, secamente. – Así que no te preocupes. No haré más ninguna interferencia, puedes irte a perseguirlo.

- ¿Por qué me estás hablando así? – le pregunté, molesta.

- ¿Te estoy lastimando? – me preguntó, haciendo un falso puchero. – Lo siento; no es mi intención pagarte con la misma moneda. – entonces me miró a los ojos y estos, a pesar de que seguían siendo azules, parecían más oscuros que nunca. - ¿Por qué has vuelto? – insistió.

Entonces lo miré a los ojos y con lágrimas a punto de brotar de los míos, le dije:

- Te he extrañado. – mi voz había sonado más débil de lo que había planeado.

Entonces algo en la expresión de Damon cambio.

- Debiste haberlo pensado mejor cuando te fuiste, ¿cierto? – me preguntó con una sonrisa. – Bueno, ya me has visto, así que... Au revoir. – entonces señaló la puerta.

- ¿Has oído cuando dicen, que si amas algo debes dejarlo ir? – le pregunté, Damon me miró con atención. – ¿Y si regresa, es tuyo pero sino... nunca lo fue?

- ¿Cuál es tu punto? – preguntó, restándole importancia.

- Regresé, Damon. – entonces di un paso en su dirección. – Estoy aquí por ti. Soy tuya. – entonces las facciones de Damon se suavizaron. – No tengo lugar en el mundo, si no es a tu lado, ¿No puedes verlo? – le pregunté. Entonces Damon se limitó a mirarme y a no decir ni una palabra. Su indiferencia era peor a que me gritara que me fuera y que no quería verme más nunca. – Así que ¿esto es todo? ¿Tras todo lo que hemos pasado? ¿Me fui por dos meses y tan solo no te importo más?

Entonces se hizo el silencio. Estaba lista para dar media vuelta, tomar mi bolso e irme otra vez de Mystic Falls. Al final, si lo había perdido para siempre. Pero entonces, cuando retrocedí un poco, Damon habló:

- No es tan sencillo.

- ¿Qué cosa? – le pregunté un tanto histérica.

- Que no me importes más. – entonces lo miré a los ojos y sentí que aún había esperanza.

Alexandra Petrova: De Regreso en Mystic FallsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora