16. Malos Deseos

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- No los esperaba tan temprano. – dijo Elena mientras abría la puerta de la morada de los Gilbert, tan pronto como Damon y yo llegamos. – Buenos días, pasen. – sonrió y se apartó, dejando la entrada libre.

Entré, siguiendo a Damon y automáticamente nos dirigimos a la cocina.

- ¡Oh Dios mío! – exclamó Elena, y me volví a verla, con el ceño fruncido. – Te ves bellísima. – dijo mientras miraba de arriba abajo mi atuendo, con una sonrisa de oreja a oreja.

- Gracias, tú también. – observé, mientras le ponía atención al vestido azul oscuro y beige con estampado floral que traía Elena, el cual adornaba con un cinturón de cuero marrón a juego con sus zapatillas.

- Si. Ambas lucen despampanantes. – dijo Damon entornando los ojos. – Vamos a lo que vinimos. – urgió. – Tú comienzas ¿Qué paso con Stefan? – le preguntó a Elena, mientras se apoyaba sobre el mesón.

- No seas tan sutil, Damon. – dije sarcásticamente y lo miré a manera de reproche. Entonces miré a Elena. - ¿Crees que podemos hablarlo? – pregunté con todo la delicadeza que la pregunta de Damon debía haber llevado.

- Si, seguro. – Elena se encogió de hombros. – Básicamente, me gritó a la cara que no quería volver a casa y cuando intenté inyectarle la verbena, me la quitó y la arrojó. Estaba fuera de sí.

- Tengo el nada agradable placer de presentarte a Stefan el Destripador. – soltó Damon. – Así que, ¿No quiere que lo ayudemos? ¿No quiere volver? Bien, lo dejamos.

- ¿Qué? – inquirió Elena y me miró.

- Elena... - entonces me encogí de hombros. – la idea de Damon me desagrada tanto como a ti pero, quizás tenga razón. – Damon sonrió, un tanto incrédulo y un tanto autosuficiente. – Quiero decir, si lo hiciéramos volver... ¿Cómo actuaria? ¿Cómo podemos nosotros ayudarlo a encaminarse?

- Tú eres su mejor amiga, Alexa... - Elena ladeó la cabeza con confusión.

- ¿Y eso que significa? – la miré, desesperanzada. – No soy Lexi, Elena. No sé como lo hacía. Yo no... no sé.

Entonces se hizo un silencio, durante el cual, Elena nos miró a Damon y a mí, enfurruñada.

- Mira – dije, rompiendo el silencio, tan incómodo. – no quiero ser pesimista ni nada pero, quizás recuperar a Stefan no sea tan sencillo como lo habíamos imaginado, y mucho menos con Klaus murmurándole cosas en el oído.

- Si ustedes creen que es lo correcto... bien. – entonces se encogió de hombros.

- ¿Qué? –la miré, extrañada.

- ¿Qué quieren que diga? – preguntó, mientras se ponía en movimiento y sacaba unas cosas de la nevera. – No puedo pasar el resto de mi vida buscando a alguien que no quiere ser encontrado, ¿cierto?

- Oh, no. – interrumpió Damon. – ¿Así que nos sentaremos a esperar que estés sola para derrumbarte y ahogarte en tu mar de lágrimas?

- No voy a...

- Sí, claro. – la interrumpió Damon, sin dejarla terminar. – Encarguémonos de no dejarla sola mucho tiempo. – me dijo con el ceño fruncido.

- Damon, ya te...

- ¡Shhh! Es mi turno. – la calló. – Como ya hemos comprobado con nuestros propios ojos, Klaus está tratando de crear más híbridos... pero no puede. Eso se debe a que tú estás viva. – apuntó a Elena y ésta abrió los ojos como platos. – Así que ahora más que nunca, debemos esconder tu existencia de Klaus, e ir tras Stefan sería la manera más estúpida de exponerte. Así que ya saben también la razón por la cual debemos dejar que Stefan encuentre su yo pacifico por sí solo.

Alexandra Petrova: De Regreso en Mystic FallsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora