84. Pequeño Milagro

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En contra de cualquier expectativa que pudiera haber tenido, Elijah nos condujo hasta un cementerio. CEMENTERIO LAFAYETTE leía el arco de metal que representaba la entrada, sobre unas inmensas rejas del mismo material.

Elijah no había pronunciado palabra en todo el trayecto. Incluso cuando Niklaus le había preguntado un par de veces a dónde nos dirigíamos. Y había hecho un esfuerzo particular por no mirarme a la cara.

El cementerio era inmenso, se extendía hasta donde mis ojos alcanzaban a ver. Y estaba repleto de recintos hechos de marfil, esculturas de ángeles y mausoleos. Una vez estuvimos bien adentrados en el cementerio, Elijah se detuvo frente a un mausoleo. Klaus lo miró, expectante.

- ¿Y bien? - inquirió, alzando las cejas.

- Creo... - hizo una pausa y miró fijamente a Niklaus. - que sería mejor que vinieras solo.

Yo bufé y solté una carcajada. Pero Elijah no se rió.

- Estás bromeando. - solté, aún entre risas. - Por favor, dime que estás bromeando. - me reí y miré a Nik, que sólo me devolvió la mirada pero no pronunció palabra. - La única forma en la que no entraré en ese mausoleo es si alguno de los dos me arranca el corazón. - aclaré, los labios de Elijah se tensaron. - En vista de que ninguno lo hará... voy a entrar. - sentencié.

Elijah le dedicó una mirada severa a Niklaus, pero él sólo se encogió de hombros.

- Ya la escuchaste. - dijo resignado. - Tendrías más suerte hablando con éstas estatuas. - soltó tras apuntar hacia los ángeles de marfil que nos rodeaban.

Elijah me miró fijamente y cuando finalmente entendió que no podría evitar que fuera con ellos, bajó la cabeza y negó con pesar. Yo fruncí el ceño, pero lo seguí de cerca, con Nik pisándome los talones.

Por dentro el mausoleo estaba iluminado con la luz de cientos de velas que ardían en las paredes y en el suelo; y que arrojaban una luz amarillenta sobre las cosas. Por ejemplo, sobre la piel de Sophie Deveraux; que yacía de pie, sola, en medio del mausoleo.

- Sophie Deveraux. - dijo Klaus, aunque no era un saludo. - ¿Qué es esto? - le espetó a Elijah con mala cara.

- Es todo tuyo. - respondió Elijah, pero no le hablaba a Klaus, sino a Sophie. - Procede.

Sophie respiró profundo, como si hubiera estado preparando aquellas palabras por mucho tiempo.

- ¿Sabes que eres famoso en ésta ciudad? - inquirió. - Las brujas cuentan historias para dormir sobre el poderoso vampiro Klaus. - Klaus esbozó una media sonrisa, casi orgulloso. - Sabemos que Marcel no era más que una rata callejera huérfana, hasta que tú lo hiciste lo que es. - Sophie hizo una pausa y volvió a respirar profundo. - Y ahora está fuera de control. Hace lo que quiere, mata a quién quiere. - su voz se quebró un poco, imaginaba que por su hermana y volvió a respirar profundo. - Voy a detenerlo. Y tú vas a ayudarme. - sentenció.

Klaus miró a Sophie directamente a los ojos por unos segundos, hasta que no pudo contenerse y soltó una risotada.

- ¿Para ésto me trajiste aquí? - inquirió incrédulo, dirigiéndose a su hermano mayor.

- Escúchala. - pidió Elijah, con paciencia.

- ¡No necesito escucharla! - exclamó entre risas. - Te aseguro, amor, - comenzó entonces volviéndose hacia Sophie. - no hay ni una sola cosa en éste mundo que me importe lo suficiente para desperdiciar ni siquiera treinta segundos más de mi tiempo aquí. - entonces me tomó de la mano, listo para irse. - Elijah, ¿qué locura es ésta? - inquirió incrédulo mientras retrocedía.

Alexandra Petrova: De Regreso en Mystic FallsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora