68. Alucinaciones

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- Tuvo que ser uno de los malditos clavos cuando tumbé a Jeremy y la bomba explotó.

Recordaba haber sentido un pequeño pinchazo en el muslo pero haberlo ignorado, desplazándolo por mi preocupación por Jeremy.

Habían pasado un par de horas desde que habíamos descubierto que había sido infectada por el veneno y desde entonces Damon y Stefan se habían asegurado de no dejar mi lado ni un segundo. El único momento en que me habían dejado parcialmente sola, porque habían estado esperando justo al otro lado de la puerta, era cuando había decidido tomar una ducha para limpiarme e intentar aclarar mi mente.

- Tenemos que llamar a Klaus. – había dicho Damon.

- No, va a perder la cabeza. – les había advertido.

- No, no lo entiendes. – había insistido Damon, mirándome con los ojos abiertos como platos. – Tenemos que llamar Klaus, no es como que tengamos opción.

Habían llamado a Klaus y por supuesto... había perdido la cabeza. Había proferido mil maldiciones irrepetibles y había jurado acabar con todas y cada una de las personas de Mystic Falls si algo irremediable llegaba a pasarme.

- Estoy bien, lo prometo. – dije cuando Damon me tendió el teléfono, luego de insistir para que me permitieran hablar con él.

- ¿Estás segura? – inquirió, con voz temblorosa. - ¿No tienes síntomas aún?

- Tengo un poco de frío y dolor pero... estaré bien. – aseguré, pero mis ojos estaban anegados en lágrimas por el miedo. – Sólo ven aquí para que me des un poco de esa milagrosa sangre tuya. – bromeé y Damon y yo intercambiamos una mirada. Él estaba afligido y yo estaba aterrada.

- El avión sale en dos horas, el viaje tarda seis y probablemente me tome alrededor de una hora manejar hasta Mystic Falls. – Klaus le había dicho a Damon, cuando éste último me había quitado el teléfono al comenzar a toser agresivamente. - ¿Puedo confiar en que la mantendrán a salvo hasta entonces? – había intentado que sonara como una amenaza... pero estaban tan asustado como yo, o quizás más y realmente había sonado como una súplica desesperada.

- Haremos todo lo que podamos. – había asegurado Damon para acto seguido cortar la llamada, mientras Stefan me asistía.

Dos horas habían pasado y ya Klaus había informado estar en el avión de regreso pero, el problema era que mis síntomas habían empeorado significativamente en esas dos horas. Me habían tenido que meter a la cama, cubriéndome con tres o cuatro mantas, no estaba segura... porque temblaba violentamente a pesar de que todo mi cuerpo sudaba frío.

- Dios, esto apesta. – gemí con una sonrisa torcida, cuando Damon me traía una bolsa de sangre. – Es como si el frío se calara hasta mis huesos.

- Lo sé. – intentó regresarme la sonrisa, pero todo lo que pudo fue ofrecerme una mueca lastimera.

- ¿Crees que tengo suficiente tiempo? – inquirí y los ojos se me anegaron en lágrimas al instante.

Eran alrededor de las ocho de la mañana y el incidente había tenido lugar aproximadamente a las seis de la tarde del día anterior. Eso significaba que el veneno tenía alrededor de doce horas en mi organismo... y aún faltaban siete horas para que Nik llegara, y no existía ninguna base de datos que pudiera decirnos cuál era el tiempo estipulado de un vampiro infectado con veneno de hombre lobo.

- Rose aguantó un poco más de veinticuatro horas. – Damon apretó mi hombro, intentando infundirme valor. – Vas a estar bien.

No dije nada, pero sabía que él mismo no se creía sus palabras. Todos estábamos asustados. Bebí un sorbo de la sangre y me hizo sentir un poco mejor, con las ideas más claras y más en control de mi propio cuerpo. Damon me había dejado, alentándome a descansar y había seguido su sugerencia, logrando quedarme dormida.

Alexandra Petrova: De Regreso en Mystic FallsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora