55. Pesadilla

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Cuando abrí mis ojos la mañana siguiente, descubrí que estaba echada en el sofá de la mansión Mikaelson, con una manta sobre mi cuerpo. La chimenea estaba encendida, y el fuego crepitaba llenando el salón con un suave olor a madera. Y había algo más... el brazo de Klaus enroscado alrededor de mi cintura, abrazándome por detrás.

Entonces lentamente la noche anterior comenzó a reproducirse en mi cabeza...


Justo después de que me eché a llorar en los brazos de Klaus, nos dirigimos al salón, él me tendió una manta y encendió la chimenea porque yo estaba temblando. Se sentó a mi lado en silencio, sin siquiera mirarme... simplemente dejándome llorar. Era como si deseara romper el silencio pero no supiera exactamente cómo hacerlo. Cuando finalmente habló, lo hizo con una voz ronca y algo extraña.

- ¿Estás bien? - inquirió, colocando con cierta duda, una mano en mi hombro.

Me volví y lo miré a los ojos; los míos hinchados y anegados en lágrimas.

- No. - me reí, era la pregunta más estúpida que podía haber formulado. Hubiese sido mejor que se hubiera mantenido en silencio.

- ¿Qué ocurre? - inquirió, con una pequeña sonrisa en los labios, que tenía que admitir que extrañaba.

- Damon ocurre. - contesté genuinamente.

El rostro de Klaus se endureció, pero solo por un momento, pues cuando volvió a fijarse en mis tristes ojos marrones su expresión volvió a suavizarse.

- ¿Quieres hablar sobre ello? - se ofreció y me pareció verdaderamente dulce de su parte, porque probablemente no quería oírlo. Pero aun así se lo dije. Porque necesitaba un amigo, y él era la única persona en la que podía pensar.

- ¿Recuerdas la noche en la que te pedí que me hicieras olvidar? - inquirí y él simplemente asintió. - ¿Alguna vez te dije por qué?

- No, no lo creo. - negó con la cabeza, mirándome con atención.

- Fue porque encontré a Damon besando a Elena. - sus labios se fruncieron. - Eso... me destrozó. Me sentí traicionada como nunca antes en mi vida. Simplemente había demasiado en mi vida en aquel momento y eso... me quebró. No pude soportarlo. - él asintió, aunque podía ver que la conversación no era de su agrado. - Hoy, se lo confesé a Damon. Y... no le importó. - tragué grueso, y una sola lágrima rodó por mi mejilla. - Porque... hoy, otra vez, como una estúpida idiota... los encontré besándose; mientras yo me preocupaba porque estuvieran bien. Y... no es que... no lo sé, entiendo que fui una perra e intenté matarlos y apagué mis emociones y todos tienen derecho a odiarme, y no es que pretenda que mágicamente no sienta nada por Elena... es solo que... no lo sé. Me molestó. Y ahora te estoy diciendo esto y probablemente me odies y... no lo sé. - negué con la cabeza y me encogí de hombros.

- Ahora sabes lo que se siente amar a alguien que ama a alguien más. - fue su única respuesta y sentí como si me hubiera atravesado el corazón con una daga.

- ¿Es... así como te sientes? - inquirí, completamente confundida. - ¿Cómo que no te amo? - entonces desvió la mirada, pero enseguida sujeté su barbilla con mi mano y lo obligué a verme. - Klaus... - me reí. - Te amo. De verdad, créeme. Más que nunca, quizás. También le dije eso a Damon. - esbocé una sonrisa torcida. - Acostarme con Kol fue un error, y lo voy a lamentar por el resto de mi vida. Y... lamento lo que pasó ayer también. Pero... simplemente no puedo dejarte lastimar a la gente que quiero. No puedo dejarte lastimar a la gente en general. No está en mí.

- ¿Qué cosa? ¿Ser un monstruo? - inquirió, y su orgullo comenzaba a aparecer.

- Nunca dije eso. - negué con la cabeza. - Pero seamos honestos... no eres exactamente lo que se llamaría un ciudadano honorable. Haces... cosas malas. Y, lastimas a las personas por diversión. Y no puedo estar con alguien así. Pero... eso no significa que no te ame. - entonces sujeté su mano con fuerza.

Alexandra Petrova: De Regreso en Mystic FallsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora