32. Runas

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Me quedé de pie en el mismo sitio. Triste, pero con una sonrisa en mi rostro. La cual desapareció tan pronto como me volví hacia Elena, que me miraba con compasión.

El descubrimiento que había hecho de mis sentimientos hacia ella, aún me tenía anonadada... y no sabía exactamente como sentirme al respecto. Así que tras murmurar una ininteligible disculpa, me di media vuelta y salí de la celda, dejándola sola con Stefan.

Comencé a caminar calle abajo, con la cabeza alta, inhalando profundamente e intentando disipar mis pensamientos; lo cual resultó más difícil de lo que creía. La parte buena, por irónico que sonara... era que no tenía auto; así que eso me daría tiempo suficiente para despejar mi mente de camino a casa.

La noche estaba clara, el cielo despejado y cubierto de estrellas. Pero el pueblo era un desastre. Mientras caminaba por entre la gente, diversos pedazos de conversaciones habían llegado a mis oídos. Alguien había muerto. Habían asesinado a alguien y lo habían colgado de un árbol. Era Tobías Fell. Un Fell, uno de los fundadores. Y yo sabía que había sido asesinado por los fantasmas... pero no me interesaba, la verdad sea dicha.

Seguí caminando hasta que me hube librado de la algarabía. Y cuando puse un pie en las escaleras de la entrada de la casa Salvatore, estaba acariciando el anillo de Lexi... mi anillo; y noté que lo había hecho durante todo el recorrido.

Damon ya estaba en la casa. De hecho, estaba abriendo la puerta... así que también acababa de llegar.

- Hey. – saludé, al tiempo que él se volvía hacia mí con una sonrisa cansina.

- Hey. – correspondió, al tiempo que me acercaba y lo rodeaba con mis brazos. – Iba a buscarte pero no sabía dónde estabas y no atendías tu teléfono. – Explicó al tiempo que yo acomodaba mi cabeza sobre su pecho y soltaba un suspiro. – Hey, hey... - susurró, mientras también me abrazaba. - ¿Qué pasa?

- Estoy cansada. – murmuré, mientras él acariciaba mi cabello. – Emocional y mentalmente cansada.

- A eso le añades físicamente y el resultado es mi condición. – bromeó. - ¿Dónde estuviste todo el día?

- Es una larga historia. – volví a suspirar al tiempo que me separaba de él y lo miraba a los ojos. – Pongámonos cómodos y te cuento. – entonces Damon sonrió y asintió.

- Yo también tengo mucho que contarte. – dijo, al tiempo que me sujetaba una mano y con la otra abría la puerta.

Entramos y tan pronto nos volvimos nos encontramos con Rebekah, quien primero observó nuestras manos juntas y después nos miró con mala cara al tiempo que hacía una especie de puchero.

- ¿Dónde han estado ustedes dos? – preguntó con tono autoritario. Se veía diferente. Porque iba vestida con un simple y sencillo pantalón deportivo y una camiseta, sin zapatos y sin maquillaje. Un estilo bastante distinto al que Rebekah tenía a todos acostumbrados. Así que supuse que ese era su pijama.

Damon y yo intercambiamos una mirada de incredulidad.

- No creo que eso sea de tu incumbencia, Rebekah. – le contesté, restándole importancia; pero cuando intenté seguir caminando de la mano con Damon, se interpuso y se acercó a mi hasta que quedamos a centímetros de distancia.

- ¿Dónde está Stefan? – insistió con preguntas a las cuales no iba a darle respuestas.

- ¿No está aquí? – inquirió Damon, extrañado.

- No. – respondió ella, fulminando con la mirada a Damon al tiempo que se cruzaba de brazos y volvía a mirarme en espera de una respuesta. – Pero tengo el presentimiento de que ella sabe dónde está.

Alexandra Petrova: De Regreso en Mystic FallsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora