41. Una Nueva Vida

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No. – pensé. - ¿Qué estás haciendo? Él mató a tus padres. Él mató a tus padres. Es su culpa. Él lo hizo. Los masacró. Los destrozó. Él lo hizo... Él lo hizo...

- ¡No! – exclamé entonces y aparté a Klaus de mí de un empujón. Él me miró entre dolido y confundido... sin comprender que ocurría. - ¡Mataste a mi familia! – le grité, mientras las lágrimas comenzaban a correr por mi rostro. - ¿Por qué? ¿Cómo pudiste? Tras todo lo que pasamos juntos...

Todos los recuerdos que había recuperado, venían cargados de sentimientos y emociones. Y en aquel momento, quien le gritaba a Klaus no era Alexandra Petrova, la mujer que había despertado en una iglesia en ruinas... no. Era Alexandra Petrova, la chica de dieciocho años... que lo había perdido todo a manos de quien amaba. Una chica a la que una horrible realidad acababa de golpearla fuertemente en el pecho, dejándola sin aire... sacudiendo todo su mundo. Una chica que se sentía traicionada por el amor de su vida.

- Alexandra... - murmuró, intentando acercarse a mí... pero yo retrocedí. – Lo lamento tanto... yo estaba molesto y... fuera de control y, no estaba pensado. – intentó explicar, pero yo negué con la cabeza.

- ¡¿Lo lamentas?! – chillé. - ¿Se supone que eso me haga sentir mejor? – entonces, sus ojos se anegaron en lágrimas... al ver cuán dañada estaba. - ¡No llores! – exigí enfadada, al tiempo que cientos de gruesas lágrimas rodaban por mis mejillas. - ¡No te atrevas a llorar!

Me sentía como si aquella situación estuviera ocurriendo justo después de que me hubiera convertido en vampira. Como si Klaus nunca me hubiera obligado a olvidar... como si no hubieran pasado más de quinientos años. En 1492, lo había besado y lo había deseado. Ahora, con quinientos años siendo vampiro y de analizar las cosas con mente fría... realmente comprendía mi realidad.

- ¡Alexandra, por favor! – pidió, acercándose a mí y sujetando mi rostro entre sus manos. – Por favor, escúchame.

- ¿Y si no quiero? Porque... nada de lo que digas los traerá de vuelta. – solté, dolida... mirándolo a los ojos. – Creo que al menos merezco no tener que escucharte, ¿o no? – entonces una lágrima rodó por su mejilla y lo empujé... hecha una furia. - ¡DIJE QUE NO LLORARAS! – grité y él crispó el rostro... dolido. - ¿Por qué lloras ahora? – le espeté. - ¿Huh? ¿Por qué no lloraste cuando los estabas asesinando? ¿Por qué no lloraste cuando planeabas matar a Katerina?

- Yo no planeé matar a Katerina. – negó, secándose las lágrimas.

- ¡Claro que sí! – contradije. - ¡Yo escuché tu conversación con Elijah!

- ¡¿Qué conversación?! – gritó, molesto de que no creyera lo que decía.

- Cuando él te dijo que las brujas sabían cómo mantenerla con vida. – solté entre dientes y Klaus entrecerró los ojos. – Sí. – asentí. – Escuché eso... justo antes de que escapáramos. – entonces él negó con la cabeza y rió. - ¿De qué te ríes? – espeté molesta y retomé mi punto: - Elijah te suplicó que lo dejaras mantenerla con vida... pero a ti no te importó. – entonces fui yo la que entrecerró los ojos. – Ni siquiera sabiendo que se trataba de mi hermana. De la hermana de quien supuestamente amabas.

- No te atrevas... - entonces se acercó y me miró a los ojos, molesto. – a poner en duda mi amor por ti. – entonces lo miré, mientras los ojos se me volvían a anegar en lágrimas. – Yo no iba a utilizar a Katerina en el ritual.

- ¡Yo te escuché, Klaus! – grité, sin creer que continuara negándolo.

- ¡Tú escuchaste lo que le dije a Elijah, pero no sabías lo que iba a hacer! – gritó en respuesta y fruncí el ceño... desentendida.

Alexandra Petrova: De Regreso en Mystic FallsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora