34. Humanidad

1.3K 91 12
                                    

Una vez hube estacionado mi auto frente al bar, entré... recordando la última vez que había estado allí. No había cambiado en lo absoluto y la chica pelirroja cuya voz me había ayudado a reconocer el lugar, seguía trabajando tras la barra. Estaba ciertamente más poblado que la última vez que había estado ahí... quizás se debía al hecho de que ya era bien entrada la noche.

La vez que había estado en aquel bar con Tom, el chico sexy de ojos verdes... todo lo que quería hacer era divertirme y olvidarme de Damon. Irónicamente... ahora me encontraba buscándolo a él y a Stefan.

No me tomó demasiado trabajo encontrarlo, pues estaba bailando con dos zorras sobre la barra... dos zorras que llevaban cerca a nada de ropa. Y como si fuéramos atraídos por alguna clase de magnetismo, nuestros ojos se encontraron, de alguna manera en medio del gran tumulto de personas. El rostro de Damon que hasta entonces parecía divertido, pasó a sorprendido en un santiamén de segundo.

Le di la espalda y me moví entre la muchedumbre... intentando encontrar a Stefan, mientras era consciente de que Damon se bajaba de la barra y corría hacia mí. Tras buscar por un par de segundos lo encontré... alimentándose de una de las camareras.

Me volví bruscamente, lo que provocó que tropezara con Damon quien había estado caminando con gran rapidez hacia mí. Tan pronto como nos hubimos separado tras el tropezón... lo empujé hecha una furia, consiguiendo que se tambaleara un poco.

- ¡Eres un idiota! – exclamé enfadada, sabiendo que a pesar del bullicio, Damon me había escuchado. - ¿Cómo... pudiste... hacer... esto? – dije, marcando cada palabra con un golpazo en el pecho. - ¡Idiota! ¡Estúpido! ¡Imbécil! – continué despotricando y golpeando hasta que sin que pudiera evitarlo... Damon me sujetó de los antebrazos y me pegó a una columna. Su pelvis, su abdomen y su pecho estaban tan pegados a los míos, que me encontré completamente inmovilizada. - ¡Suéltame! – le grité, histérica porque no conseguía moverme.

- ¡Te voy a soltar cuando te calmes! – exclamó, sujetando ahora mis manos.

- ¡Estás arruinando todo! – le grité, mientras lo fulminaba con la mirada y dejaba de zarandearme.

- Tengo todo bajo control. – susurró, mientras no podía dejar de escuchar el sonido que hacía Stefan al succionar la sangre de la chica.

- ¡No, claro que no! – bufé.

- Yo me encargo. – dijo de mala gana, para después soltarme y dirigirse hacia donde Stefan y la chica se encontraban. Lo seguí inmediatamente.

- Oye, oye, oye. – dijo, mientras se acercaba y separaba a la chica de Stefan. – Más despacio, más despacio. Nos está dando descuento de empleado. – entonces cuando finalmente logró separar a Stefan de la chica le colocó una bufanda alrededor del cuello, y usando la compulsión dijo: - Olvídalo todo y sigue adelante.

Y tras un segundo, la chica desapareció.

- ¿Ya terminaron de divertirse, idiotas? – inquirí de mala gana. – Es tiempo de ir a casa.

Entonces cuando Stefan se volvió hacia mí, limpiando la sangre de sus labios... sonrió.

- Hola, mejor amiga. – dijo de la manera más hipócrita posible y lo fulminé con la mirada. – ¿Así que cuando no me tienes amarrado y encerrado en una celda te preocupas por mi? – y a pesar de todo, pude distinguir en su voz que estaba dolido. – Que manera tan contradictoria de actuar.

- De hecho no lo es. – negué, tras respirar profundo. – Ahora vamos a casa.

- No. – negó Stefan y se encaminó hacia el bar. – No, hasta que Damon confiese.

Alexandra Petrova: De Regreso en Mystic FallsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora