77. La Isla

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La búsqueda de la cura nos había llevado a una isla en las afueras de Nueva Escocia. Habíamos tenido que tomar un avión para salir de Mystic Falls y luego una embarcación destartalada, manejada por los isleños, que finalmente nos había dejado a orillas de la isla... en una playa de arena blanca.

Desde el momento en que coloqué un pie sobre la arena de la isla, se me habían puesto los pelos de punta... y minutos más tarde mientras descargábamos el equipaje no lograba librarme de la desagradable sensación. Algo sobre aquel lugar era escalofriante y me hacía sentir bajo amenaza.

La isla era hermosa, sin embargo. La playa se extendía hasta dónde mis ojos podían ver y hacia el otro lado, se alzaban las montañas, cubiertas de vegetación salvaje. A unos cuántos metros de la playa, iniciaba la línea de árboles que separaba la playa de las montañas.

Me encontraba ajustando mi mochila a mi espalda, cuando Shane, el profesor misterioso y demente que quería despertar a Silas, vociferó:

- Felicidades. - tenía una sonrisa radiante, mientras todos los demás tenían la misma expresión de desconcierto y aprehensión que yo. - Lo logramos.

Por poco había olvidado que él ya había estado ahí y que él único motivo por el que no lo había matado aún, era porque tenía que guiarnos hasta el lugar en dónde se encontraba la maldita cura. Escucharlo parlotear sobre Silas todo el viaje había sido verdaderamente desquiciante. Y el hecho de que prácticamente estuviera enojada con todas las personas que habían ido a aquella expedición... no ayudaba.

Shane, Jeremy, Elena, Stefan, Bonnie, Damon y Rebekah eran mis compañeros de aventura. A Shane no lo conocía, no confiaba en él y mi agenda secreta era matarlo tan pronto dejara de ser útil. Estaba molesta con Elena y con Jeremy por haber matado a Kol cuando yo ya lo tenía bajo control. Estaba mucho más molesta con Stefan, por haber ido a mis espaldas. Estaba molesta con Bonnie por haber encerrado a Klaus en la sala de estar de los Gilbert. No estaba particularmente molesta con Damon pero... en el fondo siempre estaba molesta con Damon. Y luego estaba Rebekah. Realmente no estaba molesta con Rebekah, de hecho, estaba bastante feliz de verla. No habíamos coincidido desde que había despertado. Pero Rebekah sí que estaba molesta conmigo. Por no haber impedido que Klaus la neutralizara la última vez.

- Te consideraba una hermana. - había gruñido tan pronto había intentado acercarme a ella.

Y mientras cuchicheaba con Stefan y me miraba de arriba abajo, la tensión que había estado acumulando y que sabía que seguiría acumulando en el transcurso de la travesía que todavía teníamos por delante... caminé directamente hacia ella y la miré a los ojos.

- Eres increíble, Rebekah. - me reí, incrédula. - Estás molesta conmigo pero estás haciendo equipo con el hombre que, de hecho, formó parte de tu neutralización. - le dediqué una mirada venenosa a Stefan y él desvió la mirada, incómodo. Sabía que estaba siendo infantil, pero estaba dolida con Stefan y no podía evitarlo.

- Oh, querida... la diferencia es que no espero lealtad de un hombre. - me dedicó una sonrisa fingida. - De ti, sin embargo, esperaba mucho más.

- Bueno, yo no tuve nada que ver. - espeté, sintiendo mis mejillas enrojecer. - Además, tú y tus hermanos han tenido ésta dinámica enfermiza por siglos... así que no intentes culparme a mí. - me encogí de hombros y Rebekah pareció sopesarlo.

- Bien. - asintió finalmente. - Tienes razón. Te perdono. - yo entorné los ojos. - Sólo porque también estás en nuestro equipo y no podemos estar divididos.

Solté una risotada queda y corta. Sabía que no tenía motivos reales para estar molesta conmigo, pero también sabía que Rebekah no iba exactamente a dar su brazo a torcer. Así que consideré que aquello era lo mejor que iba a obtener de ella.

Alexandra Petrova: De Regreso en Mystic FallsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora