18. El Lago

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La mansión de los Lockwood se encontraba atestada de personas; lo cual para mí era un tanto intimidante, pues no iba a un lugar con tantas personas en Mystic Falls, desde 1864... por supuesto que era intimidante, incluso para un vampiro. Y el hecho de que todas y cada una de las personas con las que me cruzaba mientras caminaba con Bonnie, me miraran como si fuera un fenómeno de circo... no ayudaba... ni siquiera un poco.

Bonnie y yo habíamos vagamente intercambiado alguna palabra desde que habíamos emprendido el camino hacia allá. De hecho, había pasado todo el viaje intentando contenerme y preparándome mentalmente para la situación que ahora vivía... obviamente, había sido una pérdida de tiempo. El hecho de tener varios ojos, vigilando todos y cada uno de los movimientos que hacía, incluyendo los de Bonnie, me hacía sentir bajo presión y estresada...; como si ya no me sintiera lo suficientemente mal.

De pronto en el medio de aquella presión, no pude evitar soltar una carcajada, cuando la pequeña Bonnie, de puntillas, intentaba mirar por encima de la gente en busca de Caroline y Elena.

- ¡No te rías! – exclamó Bonnie, pero inclusive ella se reía.

- Están por allá, Bonnie. – le dije entre risas, mientras señalaba unos bancos, situados sobre una pequeña colina, bastante apartados de la fiesta.

- ¿Dónde? – entonces continuó intentando ver cualquier atisbo de ellas.

- Sígueme. – le dije, mientras ella resoplaba y se reía. – O perderemos toda la tarde mientras intentas observarlas. – me burlé.

- Ja, Ja. – dijo Bonnie con voz monótona, mientras comenzaba a caminar detrás de mí. – Que graciosa.

Reímos y en silencio, caminamos hacia el lugar en donde se encontraban Caroline y Elena. Una vez hubimos llegado, Bonnie se sentó al lado de Caroline y yo me senté al lado de Bonnie; mientras ésta sacaba el grimorio de su bolso.

- ¿Qué les tomó tanto tiempo? – inquirió Caroline, con una mueca.

- Nos distrajimos hablando. – le contestó Bonnie, cortándola en seco. – Pero, lo importante es que tengo el grimorio, y creo haber visto un hechizo de identificación que podría ayudarme a averiguar qué clase de magia afecto el collar. – entonces Bonnie extendió la mano en dirección a Elena, y ésta inmediatamente colocó el collar en manos de la morena. – Tardará un poco así que ustedes dos – dijo refiriéndose a mí y a Caroline. – avisen si alguien se acerca demasiado ¿Vale?

- Seguro. Ahora concéntrate en el hechizo. – le dije con una sonrisa apremiante.

- ¿Es extraño, cierto? – me preguntó Elena.

- Si, un poco. – le dije encogiéndome de hombros. – Estoy acostumbrada a acaparar miradas. – entonces Caroline me miró con una ceja alzada. – Lo digo en el más modesto de los sentidos. – expliqué. – Katerina y yo siempre fuimos observadas con curiosidad desde que nos mudamos a este pueblo. La única diferencia es que en esta ocasión, ni siquiera intentan disimularlo un poco. – entorné los ojos. - ¿Dónde está Damon? ¿Ya llegó? – pregunté entonces, mientras miraba a mi alrededor, en busca de alguna señal de Damon.

- Si, debe estar por ahí. – contestó Elena.

Entonces Caroline miró a Elena y me miró a mí, repitiendo la acción varias veces.

- Entonces... - dijo y miró a Elena. - ¿No estás como intercambiando Salvatores, o si? – entonces sentí como si acabara de tragarme un cubo de hielo... entero; mientras Elena abría los ojos como platos y la miraba sorprendida. - ¿Y tú no estás como, prestando tu chico malo, cierto? – dijo, volviéndose y mirándome a la cara, mientras yo no podía más que mirarla con la boca abierta.

Alexandra Petrova: De Regreso en Mystic FallsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora