Cuando entró en la mansión, me encontraba caminando en círculos alrededor de la alfombra color borgoña que adornaba el recibidor. Tan pronto como la puerta se abrió, me volví velozmente y un suspiro de alivio abandonó mi ser. No lo había visto desde la noche en que Nik me había dejado tras descubrir que me había acostado con Kol.
Y ahí estaba. Alto, elegante, ataviado en un traje color azul marino, prolijo y refinado como siempre... sus ojos castaños se encontraron con los míos y a pesar de que lo había puesto al tanto de toda la situación por teléfono, estos se encontraban serenos y confiados, transmitiéndome la calma que era incapaz de conseguir por mí misma.
- Elijah... - saludé y me acerqué a grandes zancadas a él. Nos fundimos en un abrazo fraternal y sus brazos rodeando mi cuerpo, me hicieron sentir por una milésima de segundo que todo estaría bien, que él sabría que hacer... después de todo, por eso lo había llamado. Él era la única persona que podría ayudarme... y la única persona que creía, podría regresarme a Nik. – Te llamé inmediatamente... no supe que más hacer. Ni a quien más acudir. – las palabras salieron de mis labios a gran velocidad, atropellándose entre sí.
Tomé un respiro profundo, cuando Elijah me sujetó por los hombros y me apretó con fuerza, infundiéndome valor.
- No te preocupes, Alexandra. Todo va a estar bien. – tranquilizó. – Vamos a recuperarlo... te doy mi palabra. – aseguró, con una cálida y apenas perceptible sonrisa asomándose por sus labios.
No tenía idea de cómo lo hacía. Como podía, incluso cuando las probabilidades estaban en nuestra contra, mantenerse tan confiado y seguro de que triunfaríamos, de que estaríamos bien. En ese pequeño momento, más que nunca antes, fui consciente de cuanto admiraba a Elijah. A pesar de las traiciones que habían manchado nuestra historia... lo admiraba y... confiaba en él, en especial cuando se trataba de Niklaus. Sabía, que si existía una persona que amara y se preocupara tanto por el bienestar de Klaus como yo, esa persona era Elijah. Ni siquiera Rebekah. Elijah. Elijah y su cruzada inmortal por redimir a su hermano, Elijah y su promesa de mil años.
Siempre y para siempre. – hizo eco en algún lugar de mi mente.
- Gracias. – agradecí y mi voz salió ahogada por la emoción. – De verdad. - Una de las manos de Elijah recorrió el camino hasta mi mejilla, que acarició con dulzura para acto seguido tomarme por el cuello y acercar mi rostro al suyo para suplantar un tierno beso en mi frente. Fue un beso rápido, suave... el tipo de besos que te hacen sentir a salvo. – ¿Cuál es el plan? – inquirí, una vez nos hubimos separado y con un asentimiento de cabeza, le indiqué que me siguiera hasta el bar, donde rápidamente me dispuse a servir dos tragos de bourbon.
- Demandaremos el cuerpo de Niklaus... y ellos nos lo darán. – simplificó e hizo una pausa. – O haremos que llueva sangre. – se encogió de hombros.
La sencillez y naturalidad con la que había dicho aquello, casi había resultado divertido, casi. Y en otra ocasión me habría permitido exhibir una sonrisa confidente... pero no en aquel momento. No cuando cada minuto contaba para la recuperación de Nik.
- ¿Qué hay de Rebekah? – pregunté, pues la rubia había figurado en la conversación telefónica que habíamos mantenido un par de horas antes.
- Esperando instrucciones. – musitó, para luego empinar el vaso de cristal y acabar de un sorbo su bebida. – Andando, no hay tiempo que perder.
Enseguida, engullí lo que quedaba de mi bebida pues intuía que necesitaría un poco de aquel valor que sólo el alcohol podía proveer. Sin más tiempo que perder seguí a Elijah a las afueras de la mansión. Entramos en mi auto, él como copiloto... y no hubo necesidad de que me dijera que hacer pues, automáticamente, nos encaminé a la casa de techos blancos de Elena, en donde hacía un par de horas había dejado inconsciente a todos.
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Alexandra Petrova: De Regreso en Mystic Falls
AléatoireDos meses después de que Alexandra dejó Mystic Falls en busca de su mejor amigo, regresa para descubrir que las cosas no siguen exactamente igual a como estaban cuando abandonó el pueblo... Nuevos enemigos y viejos aliados, nuevas relaciones y batal...